Capítulo 1

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Un par de dedos se introducen en un frío y ya casi olvidado buzón para toparse con un buen fajo de sobres de papel. Quién sabe cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que había hecho ese gesto. Los dedos extraen los papeles depositándolos en la palma de la mano. Con la ayuda de otra mano, comienza a pasar los sobres sin demasiado interés. Todos son publicitarios y sobre todo de productos para mujer. Eso explica que hubieran pasado tanto tiempo allí acumulando polvo. Nunca hay nada urgente ni interesante. Una de las manos se separa durante un momento para usar el pulgar para pulsar sobre le botón del ascensor, pero inmediatamente después sigue con su tarea de ojear lo sobres.

Cuando llega el ascensor, las manos unidas al cuerpo del que forman parte se introducen en él. Una de ellas utiliza de nuevo el dedo pulgar para pulsar en el botón del piso al que se dirigen: el séptimo. Mientras llegan a su destino encuentran un sobre completamente en blanco, pero que parece albergar una gran cantidad de papeles en su interior. Entonces el ascensor emite un pitido que indica que ya están en el séptimo piso. Cuando salen del ascensor, una de las manos sostiene el sobre en blanco, además de unas llaves y la otra el resto de las cartas. Así se deslizan por el pasillo hasta la puerta indicada. La mano introduce las llaves en la cerradura y gira con agilidad. La puerta cede, abriéndose para que las manos y el cuerpo del que forman parte vuelvan a entrar en casa.

Llegan a través de un pasillo en penumbra a un salón también a oscuras, por lo que se dirigen a una ventana para subir la persiana. La luz penetra en la estancia iluminándola con los rayos del sol que aún caen sobre los edificios. Dejan todos los sobres en una mesa, sin darle ninguna importancia. Todos menos el sobre en blanco, que mientras se acercan de nuevo a la ventana van abriendo con tanto cuidado como si contuviera un tesoro. Las manos por fin desvelan el contenido de aquel sobre. Se encuentran varios folios escritos a mano, que los ojos del cuerpo pegado a las manos se lanzan a leer. En un momento la figura a la que pertenecen las manos mira por la ventana para encontrarse con una joven caminando en la calle. Su mente vuela entre los recuerdos de su pasado. De todo lo que fue, de todo lo que pudo ser y no fue...

Mi madre se pasea por la casa para despertarnos a mi hermana y a mí, como todos los días. Aunque hace rato que estoy despierta. Son las ocho de la mañana y llevo despierta desde las seis y media dando vueltas en la cama. Me duele el cuello y la espalda de la postura. Cuando abre la puerta de mi habitación me tapo la cabeza con la almohada y suspiro. Solo abre la puerta y se va. Todos los días lo mismo, pero hoy hay mucho más revuelo en casa. Me quedo diez minutos más inmóvil sobre la cama. Abro los ojos lentamente, me cuesta mucho hacerlo. Me quito la almohada de la cara y me incorporo. Bostezo a la vez que me desperezo un poco y dejo colgando los pies por el borde de la cama. Miro a mi alrededor observando cada detalle de mi habitación como si fuera la última vez que voy a verla. Por fin me decido a levantarme doy un pequeño salto para llegar al suelo y mis pies descalzos rozan el frío terrazo marrón. Abro el armario y escojo la ropa que llevaré durante el día de hoy. Me dirijo hacia el cuarto de baño lentamente, enciendo la luz y cierro la puerta.

Me siento pesada. Me despojo de mis pantalones cortos, negros y rotos de chándal que uso para dormir y de mi camiseta de tirantes que me queda grande. Me quito la coleta que me recoge el pelo en un moño. Siempre lo llevo así en casa, es cómodo. Abro el grifo sin mirarme en el espejo y espero a que el agua se ponga a una temperatura normal, ni muy fría, ni muy caliente. Cuando el agua adquiere los grados que yo deseo, meto un pie en la bañera y luego otro. Poco a poco me voy mojando y desaparece el entumecimiento, el dolor y el sueño. Cuando termino de ducharme me seco con mi albornoz rojo pasión y me visto con agilidad. Me detengo unos segundos a mirarme en el espejo y suspiro. Cojo un tarro de crema y hundo mi dedo índice en la espesura blanca. Después pongo un pegote en cada parte de mi cara: la frente, la nariz, la barbilla y las dos mejillas. Masajeo hasta que mi piel la absorbe totalmente.

INTO THE ABYSSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora