Capítulo 18

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—Ten cuidado, Marina —dice Joss estrechándome con fuerza contra su pecho.

Casi no puedo respirar, pero me sienta bien estar aquí. Parece mentira que unos minutos tenga que ir, puede que no vuelva jamás. Trago saliva apartando esos pensamientos de mi mente. Ahora, más que nunca, tengo que ser lo más positiva posible, concentrarme en hacerlo bien para volver. Se lo he prometido a Ce. Pero lo más importante me lo he prometido a mí misma.

—¡Eh! ¡No la acapares! —dice Jess entrometiéndose entre nosotros, me coge por lo hombros y me mira con seriedad —. Mucha suerte, nivel diez.

Me abraza también con fuerza. Están empezando a hacer que me arrepienta de haber aceptado ir a esa misión. Parece que se despiden de mí, y no me gustan en absoluto las despedidas.

—Ey —se acerca Lucy—. Tranquila, todo irá bien. Estás en buenas manos.

Me limito a asentir mientras siento que las lágrimas se congregan en mis ojos, trato de lidiar con el nudo indestructible de mi garganta. Nunca se me han dado bien estás cosas.

—Hasta luego, Marina —sonríe Dafne mientras me despide con la mano.

Le devuelvo el gesto mientras Amy me da un silencioso beso en la mejilla, envolviéndome con sus pequeños brazos. El último en desearme es suerte es Collin.

—¡Vamos a demostrarles a esos estúpidos lo que es capaz de hacer esta inofensiva chica de dieciséis! ¿No, Mil Seiscientos Diez? —dice dándome unas palmadas de aliento en la espalda.

Asiento y con una sonrisa congelada en el rostro salgo de la cabaña para dirigirme hasta el punto de reunión. No me he despedido de Russel ni de Katy, pero..., ¿qué importa? Estoy completamente segura de que voy a volver. Es mi momento. Mi oportunidad de acallar a todos aquellos que piensan que soy frágil, que no soy capaz de hacer nada. Mi ocasión para hacer algo grande con lo que siempre he soñado. Será mi instante de gloria. Llego a la puerta del comedor donde hay una multitud congregada alrededor de alguien que identifico pronto: Azul. Con solo verlo me dan ganas de pegarle un buen puñetazo. Les habla, explicándoles que nos tenemos que dividir..., y dejo de escuchar porque busco con la mirada entre la muchedumbre a mi compañera, a mi amiga: Penny.

—Bu —dice entonces su voz en mi oído, acompañadas de unas manos que me aprietan fugazmente la cintura.

Me giro para sonreírle, ella me devuelve la sonrisa. Pero no podemos convencernos: estamos asustadas.

—No has conseguido asustarme —le digo sacándole la lengua.

Nos reímos, pero enseguida nos ponemos a escuchar a Azul que está asignándonos un capitán y con él un vehículo. Nos acercamos hasta el lugar en el que descendí de la furgoneta en mi primer día, donde también fui testigo de la llegada de Ce capturado. Nunca me hubiera podido imaginar que Ce pudiese ser apresado alguna vez: él es imbatible. O al menos eso pensaba hasta aquel momento. Penny me da un fuerte abrazo.

—¡Vamos! ¡Lo pasaremos bien! —digo intentando teñir mi voz temblorosa de entusiasmo.

Ella asiente sonriendo. Pero en realidad no creo que en el lugar al que vamos nos acompañe ningún tipo de diversión. Ninguna de las dos conocemos a nuestro capitán, así que estamos un poco desorientadas. Azul pasa por detrás de mí, entonces aprovecha para agarrarme del brazo. Espero que no le dé otro de sus extraños ataques. El contacto con su piel me produce repulsión. Es como una reacción ardiente sobre mi piel. Lo miro con los ojos bien abiertos, exhalando aire por la boca, él mira mis labios y luego vuelve a mis ojos. Es tan extraño...

—Vosotras vais con ese de ahí —dice señalando a un tumulto de gente alrededor de alguien; asiento—. Ten cuidado, Mil Seiscientos Diez.

Antes de que pueda replicarle ya ha desaparecido entre otro grupo multitudinario. Nos acercamos a nuestra cuadrilla. Un chico de tez oscura, bastante más mayor que nosotras habla sonriente en el centro. El pelo negro como el carbón, al igual que sus profundos ojos, le llega por su poblada barbilla y lleva un semirecogido. Sus brazos que abrazan una gran metralleta, como quien abraza un osito de peluche, están repletos de tatuajes que desaparecen bajo las mangas de su camiseta. Sus ojos se clavan en mí, luego en Penny.

INTO THE ABYSSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora