Sus manos aprietan mis piernas a la vez que ascienden por mi cuerpo, mientras sus labios se deslizan por los míos vorazmente. Me encanta esta sensación, soy adicta a esto, soy adicta a él. Es imparable. Me aferro a su cuerpo como si fuese mi vida, como si el sentido de mi existencia, o esta misma, dependiese de él. Así es. Desliza sus labios por mi cuello, dejando un ardiente rastro, provocando un inextinguible incendio. Me mira y me sonríe, yo también lo hago; estamos seguros de esto. Estiro de su camiseta hasta que el espacio que hay entre nosotros vuelve a comprimirse y nuestros labios vuelven a fundirse en un solo. Él pone sus manos en mis caderas y me empuja hacia atrás, contra la pared, mientras muerde mi labio inferior y yo entierro mis manos en su pelo y ciño mis piernas alrededor de su cintura. Cada vez el deseo es mayor, más incontrolable.
Un pinchazo me atraviesa el corazón, gimo y me doblo sobre mí misma porque siento que me rompo. Y todo vuelve a desaparecer de nuevo. Otro día más vuelvo a imaginar que Azul vuelve a estar conmigo y que volvemos a ser una zarza ardiente; el sol en la Tierra. Pero por mucho que lo imagine, no logro hacerlo realidad. Odio los límites, pero tengo la certeza de que algún día los superaré. Me incorporo y me inclino sobre el abismo para respirar profundamente el aire enrarecido de la ciudad a mis pies.
Hace años desde que todo acabó, de que él me dejó. No hemos vuelto al Campamento de Adiestramiento, nos establecimos en uno de los cuarteles del gobierno porque se supone que debemos ayudar al restablecimiento de la sociedad. Morado está al mando, aunque lo ayudan otros privilegiados, entre los que me encuentro, pero prefiero no acudir a las reuniones donde hablan de cómo negociar con los revolucionarios o cómo dejar atrás el cambio climático; tratan de que todo sea bonito aquí, pero dudo que lo consigan; nada es perfecto, nunca. Pero al menos intentamos llevar una vida normal.
Suelo subir aquí a remendar mis heridas con ardientes lágrimas, que la verdad es que no me hacen sentir mejor, pero no puedo hacer otra cosa. Aquí permanezco durante horas de pie, mientras trato de reunir el valor suficiente para tomar la decisión de dar un paso al frente y avecinarme al suelo a una velocidad vertiginosa. Pero nunca lo logro. Nos hemos dado a conocer a los demás habitantes de la Tierra, creo que no confían demasiado en nosotros y que no pensaban que el gobierno anterior fuese tan malo, ellos creen que es mejor que muriesen algunos ineluctables a que muriese una ciudad entera, a fin de cuentas, somos defectuosos. Qué estúpidos e ignorantes son. Algún día lo comprenderán todo, o eso espero. Trago saliva y me subo a la cornisa, cierro los ojos, respiro hondo, me inclino hacia adelante y me dejo caer. Dejo mi peso libre chocar con el aire, mientras me precipito hacia delante, sin que ningún sonido sea emitido por mi garganta. Mi final está llegando. Abro los ojos para admirar mi cuerpo se aproxima al oscuro pavimento, emborronado por los coches que circulan sin cesar.
—¡No, Marina! —grita alguien cerca de mí.
Abro los ojos sobresaltada y dos lágrimas emergen de ellos inmediatamente, a la vez que miro hacia el lado de donde provenía el grito que ha interrumpido mi ensoñación. Una persona que no he visto desde hace años. Parece un fantasma, pero siento como si nunca se hubiera ido. Ahí está Ce, avanzando cautelosamente con los brazos extendidos. Ce, resulta que tenía un buen secreto guardado. Quizás no fuera tan secreto. Recuerdo cuando Azul le disparó en el cuartel, cuando lo atacaron por primera vez, la bala iba directamente a su cabeza, y misteriosamente, dio en el hombro. Nunca descubriré los secretos que entraña su persona por completo, así que no sé si odiarlo o admirarlo, si mantenerlo cerca o alejarlo.
Antes de desaparecer para siempre de mi vida, Ce obtuvo un puesto muy importante entre los privilegiados, yo creía que, si alguna vez le pasa algo a Morado, él le sustituiría. Además, se ganó un color, pero en cuanto Morado se lo ofreció él lo denegó: dijo que ya le habían definido demasiadas cosas a lo largo de su vida y que no quería una más, alegó que un color no lo definía. Yo siento lo mismo; nada puede decirnos lo que somos ni hacérselo pensar a los demás, solo cada uno puede saber lo qué es y quién es con total exactitud, y es absurdo otros intenten hacer esa tarea por nosotros. Yo tomo mis decisiones, yo hago mis elecciones, yo actúo y eso es lo que me define como persona, y eso es lo que me hace saber qué y quién soy, no una palabra o un término, somos mucho más que eso, soy mucho más que eso. Sacudo la cabeza, miro hacia adelante, ahora sí que estoy decidida a hacerlo, Ce no va a impedirme hacer lo que yo elija.

ESTÁS LEYENDO
INTO THE ABYSS
Fantascienza«El mundo está cambiando. Y solo yo puedo arreglarlo. Tengo una difícil misión a mi espalda. Y no solo yo, mis compañeros también. Será difícil, pero hemos de conseguirlo. No podemos permitir que suceda lo que está a punto de pasar. El mundo está ca...