5.

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El primer día de clases. Un día antes de la hora cero.

Un profesor caminaba alegre por el pasillo. ¿Que por qué estaba feliz si era el primer día? No, contrario al razonado pensamiento de muchos, no era porque empezaba un año más de joder alumnos. Tampoco era porque hoy era el día que entraba más tarde, pues llegaba antes del almuerzo, que era su primera clase los lunes. Finalmente se había deshecho del que podría ser su peor enemigo. Tenía ganas de saltar.

— ¡Buen día!

— ¿Cuántos días quedan para Navidad? — preguntó la recepcionista, detrás del mostrador.

— Ochenta y dos.

— ¿Ochenta y dos?

— Sí. Los conté.

— Bueno... — suspiró con pesadez — La lista de tu tutoría.

Él la cogió deseoso.

— ¿Q-qué...? ¿Yoon...?

— ¿Qué? — habló ella — ¿Yoon Gwi-Nam? ¿Qué esperabas? Suspendió casi todo.

Él leyó la lista otra vez. Myeong-hwan también estaba de nuevo en su clase. El otro chico que siempre iba con ellos, sin embargo, había salido adelante.

— Carajo, no... Tengo a Gwi-nam otra vez. — se quejó, deseando romper aquel papel.

— Hola, profesor. — saludó una ojiazul dos centímetros más alta.

— Buen día, Naoko. ¿A dónde vas? — le preguntó, al ver que la pelinegra intentaba escabullirse al baño, donde había quedado con Na-yeon. Él le enseñó su horario, mostrando que la primera hora era con su curso — Vamos.

Al llegar a clase escribió a su amiga.

"Me he encontrado al viejo ese de camino y me ha obligado a venir. Ve a clases, anda. Luego hablamos."

"Vaaaaale <3"

Al ver la contestación de su amiga, entregó el celular y fue a sentarse. Ver el asiento vacío de su amigo le provocó ganas de llorar. Por supuesto, no lo hizo.

¿Conoces esa situación? Le dices algo a un profesor y no te deja en paz toda la clase. Naoko estaba desesperada. El maestro le había hecho todas las preguntas a ella. Por suerte, las había contestado todas bien.

— A ver... Naoko... — se dispuso a hacerle otra pregunta. Ella sintió ganas de golpearlo.

— Hola, chicos — la señorita Park irrumpió. Al ver las caras de todos ahí dentro, supo que había interrumpido —. Perdón... Hyun-joo sigue sin aparecer. ¿Alguien sabe algo de ella? ¿Nadie? — negaron — ¿En serio ninguno se tomó el trabajo de intentar contactarla?

Naoko quiso preguntarle que qué esperaba, si ella ni siquiera era de su curso.

— Yo la vi salir ayer de clase. Iba con Myeong-hwan. — habló un chico, Naoko juraba haberlo visto antes, y nada tenía que ver con que estuviese en su clase. Quizás caminando con Eun-ji. De todas formas, deseó que se callase.

— Gracias; de todas formas, se supone que era muy amiga suya. Quizás deberíamos informarles que no ha vuelto a casa anoche... A lo mejor saben algo — a estas alturas, la señorita Park había pasado su atención a su compañero de trabajo, e ignoraba a los estudiantes por completo —. Ahora voy de camino a mi clase, que los he dejado solos un minuto, pero a la siguiente hora iré a hablar con él. 

— No te preocupes — habló el maestro, mirando a una ojiazul sentada en primera fila, que bajaba la cabeza y fingía escribir —. Que vaya Naoko. 

Ella no levantó la cabeza; sólo tragó saliva y asintió con lentitud.

— Oh, gracias, es un alivio: hoy estoy muy ocupada. — la profesora sonrió y después siguió su camino. 

Naoko se levantó de la silla, mirando al suelo y caminó hacia la puerta. El maestro miró la hora. 

— Date prisa, quedan dos minutos de clase. 

La pelinegra asintió, tentada a guardar sus cosas antes de salir, pues sabía que no le daría tiempo a volver. Igualmente, no lo hizo y salió de la clase. Subió al siguiente piso, donde este año estaban los de último año y caminó aquel eterno pasillo con mucha calma, pues quería que el timbre sonase y que no le diese tiempo a hablar con aquel chico, que por enano que fuera, era bastante más alto que ella.

Cuando llegó a la puerta de los segundo, se quedó ahí, esperando. No iba a entrar, a interrumpir la clase y a esperar que todos la observasen hablando. Hasta que sonó la musiquita, se le hizo más que eterno. Escuchó al profesor decir que estudiasen para los exámenes y un montón de ruido de sillas, mesas, libros y gente levantándose. La puerta se abrió y el señor Lee se quedó mirando a Naoko.

— Necesito... hablar con alguien. Es sobre Kim Hyun-joo — su expresión desconcertó a Naoko. Hizo un gesto extraño, después sólo asintió; largándose de allí. El grupito de matones salió en panda, como siempre. Ella levantó la mano, como si estuviese en clase, pidiendo permiso para hablar —. Eh... 

Pasaron de largo, ella fue detrás de ellos. Los persiguió intentando hablar entre suspiros hasta la cafetería. Nadie le prestó atención, como siempre solía pasarle. Cogieron las bandejas y se dirigieron a la máquina expendedora, por fin quedándose quietos. Naoko suspiró, con presión en el pecho y el corazón sonándole en el cuello. Cuando por fin se sintió "valiente", elevó su dedo índice y subió la mano con lentitud, mientras el brazo le temblaba. Dio dos toques delicados y lentos en el hombro cubierto con una chaqueta blanca. Aunque Naoko quisiese engañarse y decir que era el más fácil de tratar, sólo se acercó a este por querer sentir la sensación de tocar aquella chaqueta. Él se volteó rápidamente. La gente les temía, nadie se atrevía a llamarlos, mucho menos a ponerles una mano encima. Cuando el chico no vio nada, bajó la vista, encontrándose con unos gigantes ojos azules, que desprendían terror. 

— ¿Qué quieres? — los otros cuatro chicos se dieron la vuelta al oír la voz de su amigo. El más bajo se acercó a ella, dándole la bandeja a uno de sus compañeros de bravuconerías y cruzándose de brazos.

— ¿Puedo hablar contigo? — dijo ella, dirigiéndose al chico, que sonrió con socarronería, asientiendo — La señorita Park dice que si sabes dónde está Hyun-joo — él borró la sonrisa, mirándola con enfado; ella lo notó y trató de retractarse —. Como ella es tu amiga...

— Esa perra no era mi amiga. ¿Por qué insinúas que sé dónde se metió?

— No, yo... Siempre ibais juntos y...

— ¿Cómo? — él se acercó más, llevándose el índice al oído — Repite.

— Que siempre ibais juntos.

— ¿Por qué hablas de lo que no sabes?

— Sí sé — dijo con inocencia, sin pensar que sonaría tan mal, tan provocador —. Os vieron salir juntos del instituto. — en ese momento, Naoko se dio cuenta de que cavaba su propia tumba, de que estaba cometiendo cagada tras cagada. 

— Voy a darte un consejo. Cierra esa boca tan bonita que tienes. Si no, a lo mejor no te gusta cómo puede acabar esto.

— ¿Me estás amenazando? — preguntó ella con espanto; con un hilo de voz y demostrando que tenía verdadero miedo. Él se rio, acercándose a ella y dándole unas palmadas en la espalda al alejarse de ella, que se quedó desconcertada, pues pensaba que ellos le harían algo. 

El almuerzo transcurrió con extraña normalidad, Naoko se sentó con Na-yeon y ella le contó aquello por lo que había esperado las tres primeras horas. Nada importante, un chisme sobre que el señor Lee olía a cadáver putrefacto. El resto del día fue bastante normal también, aunque Naoko estaba paranóica sobre que aquellos matones no dejarían pasar sus imprudencias. 

Al terminar la última hora, Naoko se apresuró a salir del instituto. Y, finalmente, cruzó la puerta con una extraña sensación. Se encogió de hombros al ver que nada había sucedido y caminó a su residencia. 

Cuando estaba a menos de dos calles, dos manos gigantes se posaron en los pequeños y delicados hombros de Naoko.

El gato que temía al ratón [ESTAMOS MUERTOS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora