14.

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— ¡Oye, Cheong-san!

El grito, acompañado de la gesticulación del chico, logró erizarle el cuerpo entero a la menor, quien no supo cómo reaccionar ante la horda de zombies que corrían hacia ellos. El chico, hábilmente, golpeó a algunos y acuchilló a otros. Ella no se movió. No sabía aún si matar esas cosas era supervivencia pura o, por el contrario, la convertiría en cómplice de asesinato.

El pasillo quedó desierto en cuestión de escasos minutos.

— Carajo. — murmuró Naoko, tapándose los oídos cuando escuchó un fuerte pitido proveniente de los altavoces. Gwi-nam la imitó.

— ¿Quién coño activó eso?

Naoko se encogió de hombros y ambos se quedaron callados hasta que aquello paró de sonar.

— ¿Quién lo hará?

— Nunca lo he hecho.

— Que alguien lo haga. Cualquiera.

— Entonces lo haré yo — una pequeña pausa — Aaaaa. Probando. Uno, dos. Uno, dos. Cheong-san, ¿estás ahí? — los ojos de Naoko brillaron, estaba feliz de que no estuviese muerto. Gwi-nam miró directamente a la chica; se llevó un dedo a los labios y la miró con seriedad. Ella lo entendió perfectamente y, de todas formas, no pensaba hablar.

— Nosotros...

— ¿Qué haces?

— Comprobando.

— Cheong-san, ¿nos oyes? — ¡Era Su-hyeok! Naoko quería ponerse a saltar allí mismo. ¡Estaba vivo! ¡Estaba vivo! ¡Estaba...! Estaba enfadada con él. Se cruzó de brazos y siguió escuchando — Soy Su-hyeok. Iremos por ti, así que no te muevas. ¿Entendido? Sé lo que vas a decir, pero no te oímos desde aquí. Así que no te muevas. Espéranos. No puedes ir a ninguna parte, ¿está bien? Iremos ahora.

— Cheong-san. Por favor quédate quieto. Sé que nunca me escuchas, pero escúchame esta vez.

Naoko miró la expresión del chico. Había estado todo el tiempo con expresión de atención absoluta. Ahora sonreía. Ella distinguió aquel brillo en sus ojos que tanto la acobardaba. Se rio por lo bajo, mirando de reojo a la menor. Bajó la mirada y se agachó a recoger el cuchillo, el cual había soltado para taparse los oídos.

— De acuerdo — blandió el cuchillo, señalando con él los altavoces —. Sala de transmisión primero. — cogió el brazo de la chica y empezó a caminar a grandes zancadas.

— ¿Puedo hacer una última cosa? — sonó por el colegio entero. Volvía a ser Su-hyeok el que hablaba — Por favor... — una pausa larga — Hey, soy Su-hyeok... Naoko... — el corazón de ella se detuvo; el caminar de su compañero también — ¿Estás viva? Estás viva, ¿verdad? Si no... es que no sé qué voy a hacer — la voz del chico se quebró y, con eso, el alma de la ojiazul —. Hermanita... voy a ir a buscarte, te lo juro. Te voy a buscar, te voy a encontrar y te voy a sacar de este infierno... — fue entonces cuando el chico empezó a llorar — lo prometo — sus lágrimas se escucharon por un tiempo que a la menor se le antojó eterno —. Adiós.

Se empezó a escuchar un audio de yoga y relajación. Los zombies empezaron a correr al altavoz. No tenían demasiado tiempo para huir.

— ¿Y eso?

— ¿Ah? — respondió Naoko.

— Te llama "hermana". No eres su hermana.

— Es un gesto cariñoso.

— Ah — él elevó las cejas, apretó el agarre del brazo y empezó a correr. Ella sintió, durante toda la carrera, lo tenso que estaba el cuerpo de él. Eso la intranquilizó enormemente. Estuvieron corriendo un rato largo hasta llegar al aula. Gwi-nam abrió la puerta de una patada —. Lee Cheong-san — murmuró con la voz llena de locura. Se acercó a la mesa, con Naoko detrás, y leyó aquello que estaba sobre ella. "Azotea". Volvió a salir del aula y no caminó hasta no sentir que la menor volvía a estar pegada a su espalda. Miró a la derecha, viendo a los zombies embobados con el altavoz. Dejó los ojos en blanco —. Imbéciles — reanudaron el paso, persiguiendo el sonido de unos gritos escaleras arriba. Una vez llegaron al rellano, Naoko vio un zombie encima de alguien que intentaba resistirse, escuchó también los dientes del zombie chocar entre ellos; era evidente que intentaba morderlo —. Idiota.

Fue entonces que Naoko bajó la vista hacia las zapatillas de la víctima. Sintió mareos, el techo ondear y el suelo bajo sus pies perdido. La cabeza le daba vueltas, la respiración se le dificultaba y los oídos empezaron a pitarle. Gwi-nam lo notó, así que miró de cerca a la chica, que parecía a punto de sufrir un desmayo. Ella señaló, con un brazo tembloroso, aquel chico debajo del zombie. Le temblaban los labios e hiperventilaba, sin poder, aún, hablar.

¿Y cómo no? Si aquellas... aquellas eran las converse de Su-hyeok.

— ¡Quítaselo de encima! — chilló Naoko, llorando con desconsuelo. Fue uno de los pocos momentos en toda la vida de Yoon Gwi-nam, que quedó petrificado; sin saber cómo responder, qué hacer. ¿Naoko... gritando? Jamás la había visto de esa manera. Estaba asustado. ¿Qué pasaba? ¿Quién era él? — ¡Haz algo, imbécil! ¡Quítaselo de encima, por amor a Dios! — chilaba y chillaba, sin dejar de llorar.

Al fin, Gwi-nam reaccionó y, aún con una sensación rara en el cuerpo, se acercó a ellos y, de un tajo limpio, degolló al zombie, liberando a Su-hyeok. Él, después de respirar, se levantó. Frunció el ceño con expresión confundida. Luego de confirmar que aquello que veía era, efectivamente, real, corrió a donde ella estaba, abriendo los brazos.

Ella, con la cara húmeda por las lágrimas, se acercó también, abrazándose al cuello de su, todavía, mesías. Naoko se sentía miserable, volátil. ¿Cómo podía estar enfadada con él? Y, si lo estaba, ¿por qué no era constante su enfado? Él dejó que ella llorase un rato, sin querer soltarla tampoco. Realmente entre ellos existía un cariño muy fuerte. Se adoraban.

Su-hyeok miró a Gwi-nam, pues casi se había olvidado de que él estaba ahí. Sin soltar a su "hermanita", giró la cabeza hacia el chico, mirándolo aún con un poco de desconfianza.

— Gracias.

— Por supuesto. Te salvé la vida — dejó los ojos en blanco con una evidente expresión de enfado — ¿Y Cheong-san?

— ¿Cheong-san? — la menor por fin sacó la cabeza del cuello del chico y le dirigió una mirada que a él no le gustó nada — ¿Por qué lo preguntas?

— Quiero matarlo. — bueno, Naoko no era estúpida y, a estas alturas, casi no le sorprendió aquello. Lo único que le produjo fue una pregunta. ¿Por qué?

— ¿De qué hablas?

— Lo voy a matar — Su-hyeok bajó la vista al cuchillo del chico —. Pero eso puede esperar. Todavía tengo que decidir qué voy a hacer contigo.

El gato que temía al ratón [ESTAMOS MUERTOS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora