Naoko se sintió dolida de verdad. Su vida se había basado en estar triste, pero... No podía explicarlo, pero era distinto. Algo como si su dolor emocional hubiese sido demasiado para caber en sí mismo y hubiese tenido que usar al físico para ayudar.
— Creo que... — la chica no terminó la frase antes de que las piernas la fallasen, doblándosele. Wu-jin fue muy rápido para agarrarla con firmeza de los hombros.
— ¿Te sientes bien?
— Sí, ¡sí! — se retractó nerviosa, intentando volver a ponerse en pie — Perdón.
— Está bien — asintió él —. Te comprendo, de hecho — admitió, empezando a caminar de nuevo —. ¿Quieres la mano? — ofreció, extendiendo el brazo — Ya sabes, por si te vuelves a caer — mintió el chico, enternecido.
Como única respuesta, ella se aferró a su mano. Ese chico le agradaba mucho. De verdad. No sólo porque fuese amable y... bueno, también tuviese lindo cabello.
Era porque, con este, ya eran cuatro las personas a las que Naoko les importaba.
Aunque fuese sólo un poquito.
Y cuatro... Joder. ¡Cuatro era un número gigante!
— ¿Y ahora? — preguntó la chica — ¿A dónde se supone que vamos? — de repente, una idea fea cruzó la mente de la chica — No estás perdido, ¿no?
— Por supuesto que no — rio él —. ¿No has oído sobre el refugio? Ahí estaremos seguros, Naoko.
— ¿Tú crees? — dudó ella.
— Claro. ¿Tú no?
— No lo sé. Los soldados nos vieron en la escuela. Nos dejaron ahí, sin ayudarnos. Y luego nos bombardearon. Quizás nos quieran muertos.
— No puede ser — refutó Wu-jin.
— ¿Nunca has pensado que Nam-ra tiene algo que ver? — cuando la pelinegra soltó aquello, se sintió jodidamente liberada. Como si se le hubiesen caído cien kilos de encima.
— ¿Nam-ra?
— Bueno, ella podría... — cuando le sostuvo la mirada al chico, decidió callarse — Lo siento. Olvídalo.
— Ser peligrosa — completó él —. De todas formas, sabrán separar, Naoko. No te preocupes.
Ella sintió un opresor vacío en el pecho. De repente, una necesidad enorme de intentar justificarse la invadió. Sin embargo no tardó demasiado en descartarlo, pues sabía que lo que ella opinaba de la chica mitad zombie mitad humana no tenía redención.
— ¿Crees que eso me hace una mala persona? — cuestionó, consternada.
Fue entonces cuando el chico soltó una carcajada limpia.
— ¿Tú? ¿Mala persona? — las lágrimas le cruzaban las mejillas después de haberse reído tanto — ¡Claro que no! Sólo una con criterio — sonrió, guiñándole un ojo.
— Wu-jin... ¿Puedo preguntarte una última cosa?
— Claro — contestó de buena gana —. Te oigo.
— ¿Tú...? — suspiró, enrollando lentamente un rizo alquitranado en el dedo anular — ¿Tú crees que vale la pena...? Bueno... esta... esta vida — revolvió al fin.
— Dios... — Wu-jin se encontraba bastante sorprendido. No pensaba que aquella chica, de vidriosos ojos grandes, hombros encorvados y apariencia infantil pudiese pensar cosas tan trascendentales. Intentó darle una vuelta. Acabó por despojarse de la idea — ¿Quieres la verdad? No lo sé. No tengo ni idea. Supongo que... — se rascó la cabeza — habrá que ver el refugio y... luego... decidir.
— ¿Decidir? — quiso saber Naoko —¿Hablas de...? Bueno, ¿de eso?
— Sí — al ver a la chica tan callada y cabizbaja temió haberse pasado, entonces titubeó —. Aunque, bueno... asumo que Ha-ri jamás me hubiera dejado hacerlo, ¿comprendes?
— Sí, entiendo... — casi lloró la pelinegra, acordándose de su amigo del alma — Sé lo que es tener un guardaespaldas.
De repente, la ojiazul se agarró de la manga de Wu-jin. Él, que veía a la chica tremendamente pequeña y delgada, se sintió aterrado por si la desnutrición había acabado por doblarle las piernas. Sin embargo, ells no dejaba de dar tirones de su brazo.
— Esa chaqueta — susurró —. Esa... esa... ¡Es On-jo!
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El gato que temía al ratón [ESTAMOS MUERTOS]
RandomNaoko lo miró fijamente. ¿Estaba... asustado? Parecía tener miedo de tenerla cerca, parecía que le tenía miedo a ella, en general: no quería mirarla a los ojos o acercarse demasiado. Él levantó las cejas, preguntándole qué cojones miraba. Así fue qu...