— Escúchame, tenemos que irnos.
— No.
— Naoko, tenemos que irnos.
— ¡Que no! — las lágrimas le caían de la cara y ni siquiera sabía desde hace cuánto.
— He dicho que nos vamos.
— ¡Qué bruto eres! — Jin-soo se arrastró hasta su amiga y le cogió la cara con las manos — ¿Has visto lo que acaba de pasar? ¿Lo has visto? — finalmente Naoko asintió, llorando — No dejes que su sacrificio quede en vano; no puedes dejar que su muerte sea sólo una más. Úsalo como él hubiese querido: úsalo para salvarte a ti.
— Pero... no puedo, ¿lo entiendes? No puedo dejarlo.
— Vámonos, por favor.
— Pero... Su-hyeok.
— Naoko, sé que es duro, pero tienes que empezar a despedirte. — una bofetada hubiese sido un dolor mucho menos inesperado.
— ¿Des... — los ojos le escocían — despedirme?
Se abrazó, haciéndose un ovillo mientras lloraba. Hasta ahora, si echaba la vista atrás, todo había sido como un juego. Duro, sí, pero quizás ella no se lo había tomado tan en serio como debiese. Y ahora, ¿se iba a morir Su-hyeok? ¿Así? ¿Sin más? ¿Sin un aviso previo, sin tiempo para prepararse?
Se agachó aún más, arrodillándose hasta quedar a su lado. Sorbió por la nariz y le sostuvo la mano con fuerza. Estaba tumbado en el suelo, estirado, sudaba y tenía los ojos cerrados y una expresión de dolor fija en el rostro. Pareció despertarse de un trance para mirarla, sonriendo débilmente.
— Vete, por favor. — susurró, intentando que no se le quebrase la voz.
— Su-hyeok, no te mueras. No te mueras, por favor — rogó, desconsolada; intentó secarse las lágrimas y calmarse —. Vale, mira. No te preocupes, todo va a estar bien. Hay algo que podrá hacerse. ¿Verdad? — miró a Jin-soo y a Gwi-nam, pero ellos no contestaron — ¡¿Verdad?! — gritó, molesta — ¡Decid algo!
— Naoko, Naoko — ella volvió a fijarse en su amigo —. No quiero que lo último que oiga sean mentiras, ¿sí? — la chica asintió, mareada — Eres muy fuerte, Naoko. Y sé que vas a salir con vida de aquí. Te lo mereces. No puedes olvidarlo, ¿vale? No puedes olvidar que tú te lo mereces. Y que no tienes que cambiar quién eres, ¿entiendes? Nunca. Estás bien como estás. Prométeme que vas a intentar a toda costa mantenerte con vida — Naoko asintió —. Júralo.
— Que sí, que sí. Lo juro.
— Júrame también que cuando todo esto acabe no vas a quedarte con ese psicópata.
— Su-hyeok...
— No — negó con la cabeza —. Tú no eres imbécil. Estoy seguro de que sabes que él no te quiere. Y también estoy tranquilo porque sé que cuando pienses las cosas me darás la razón. Júramelo. Júrame que te vas a alejar de él. — sin pensarlo demasiado, asintió también.
— Si no ha pasado nada... — la esperanza se aferró al vientre de la chica, quien devolvió la mirada a los otros dos chicos, contenta. ¡Su-hyeok no iba a morirse! La transformación siempre era una cosa rápida y nada había sucedido — ¡Son buenas noticias! ¿Verdad? — el entusiasmo tan pueril de la menor logró contagiar al resto de personas en la sala.
— Quizás es inmune. Como a quien no le da la gripe. — sugirió Jin-soo.
Su-hyeok se sentó, curioso. También estaba contento, claro, pero había algo dentro de él que lo hacía sentir extraño. Quería hablar, decir algo cuando notó algo espeso caer de su nariz. Con la mano temblorosa, se pasó el dorso de la mano debajo de las fosas nasales. Cuando miró, descubrió aquel líquido color terciopelo que tanto temía ver.
La esperanza se pinchó con la misma rapidez con la que se revienta un globo. Y la realidad les explotó en la cara.
Naoko se tiró a abrazarlo en un arrebato infantil. Se permitió llorar en el hombro del chico todo lo desesperadamente que quiso. Él también la abrazó, también lloró. Era evidente que ninguno quería separarse del otro.
Acariciándole la larga melena negra, se separó un poco para mirarla. Le sonrió con los ojos llenos de lágrimas y tragó saliva, intentando no llorar.
— Te quiero mucho, Naoko.
— Ya lo sé. Yo también — se encogió de hombros —. Muchísimas gracias por todo, de verdad. Has hecho mucho más por mí de lo que nadie ha hecho. Y yo te voy a estar eternamente agradecida. Ni en esta vida, ni si hubiera otra sería suficiente para poder pagártelo todo. Gracias, de corazón.
— No tienes por qué darlas. — cuando el chico comenzó a temblar, era evidente para todos que se les acababa el tiempo. El problema era que ninguno sabía muy bien cómo despedirse finalmente.
— Adiós, supongo. — dijo ella, aunque casi no se le entendiese por el llanto.
— Adiós. — dijo él, dándole un beso en la frente entre temblores.
Los otros dos chicos casi arrancaron a Naoko de los brazos de Su-hyeok. Para cuando abrieron la puerta, la chica supo que no podía quedarse con ello dentro, que tenía que decírselo. Sin saber si iba a escucharla o no, se armó de valor para decir eso último.
— ¡Eh! — aunque ella no pudiese verlo, él sí se giró, mirándola — Gracias por ser mi amigo.
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El gato que temía al ratón [ESTAMOS MUERTOS]
De TodoNaoko lo miró fijamente. ¿Estaba... asustado? Parecía tener miedo de tenerla cerca, parecía que le tenía miedo a ella, en general: no quería mirarla a los ojos o acercarse demasiado. Él levantó las cejas, preguntándole qué cojones miraba. Así fue qu...