Naoko corrió detrás de Cheong-san escaleras arriba. Cuando él se dio cuenta de que ella estaba ahí, la miró enfadado, pero igual tiró de ella hacia arriba y siguieron la carrera de la mano. Después de mucho correr, llegaron a un rellano. Ella lo conocía bien. Ahí... bueno, digamos que ahí era donde había conocido a Su-hyeok.
El chico agarró una barra de metal y golpeó a todos los zombies que pudo. Aunque ambos sabían que la situación no era sostenible en el tiempo.
— ¿Por qué estás aquí? — bramó el chico, aún luchando.
— Bueno, yo te metí en esta, ¿no?
— ¿Tú?
— Por favor, Cheong-san, los dos sabemos que de las dos cosas que te persiguen, los zombies son lo menos terrorífico.
— ¡Tengo una idea! — gritó el chico.
— Seguro es malísima. Mejor no la digas.
— ¿Prefieres morir?
— Bueno, la idea no me disgusta del todo.
— No seas imbécil. Cuando yo te diga, salta.
— ¿Cómo? ¡No! — el chico la agarró de la muñeca y echó a correr.
— ¡Salta! — los dos estaban subidos a unas escaleras metálicas. Los zombies, intentando atraparlos, cayeron al suelo. Uno a uno — Vengan a mí — chilló —. ¡Vengan todos!
Cuando vieron que no llegaban más, los dos volvieron a saltar al rellano. Los dos estaban a gatas, en el suelo, jadeando y sudados. Cuando los dos vieron aquellos zapatos rojos, suspiraron, agotados. Ambos sabían que eso sucedería, pero fue como si realmente no lo creyesen. Como si su temor se hubiese materializado de repente.
Después de unos segundos, Cheong-san se enderezó y obligó a la chica a hacer lo mismo.
— ¿Sabes? — habló Gwi-nam — Pensé que sería divertido matarte — se rio —. Pero ya no. Te mataré aunque no sea divertido.
— Deja de hacerte el duro — pidió Naoko con ojos llorosos —. ¿De verdad crees que esto te hace genial? Nadie piensa eso. Todos te tienen miedo. Te lo... te lo tenemos.
— Sólo tienes miedo de que sepan que mataste al director — siguió Cheong-san —. Siempre serás un cobarde y un perdedor — se puso de pie, suspirando —. No le tengo miedo a nada. Yo no te tengo miedo.
Fue entonces que ambos empezaron a pelearse, ignorando a la chica. También fue entonces que ella se sintió muy estúpida. No quedaban zombies, pero morirían de todas formas. Si los dos lo hacían, ella tendría que regresar sola y, francamente, no se creía capaz. Y si sólo uno lo hacía, ¿de verdad tendría que irse a buscar salvarse con Gwi-nam? ¿Y si quedaban ellos dos como los únicos supervivientes? Se sentía mal, pero ella veía muy imposible que Cheong-san ganase la pelea.
Se sentó en los bloques de cemento, resoplando. Joder. ¿Por qué coño se habría ido con ellos? ¿Por hacerse la heroína? Pues menuda mierda.
— Eh, ¡Naoko! ¡Naoko! — la chica giró para ver de dónde venía la voz. Se tuvo que enderezar para confirmar si lo que veía era cierto.
— ¿Wu-jin? — susurró, acercándose.
— Sí. ¡Vamos!
— ¿Cómo que vamos? ¿A dónde vamos?
— Nam-ra dice que caerán bombas. Tenemos que irnos. De verdad.
— Pero... — Wu-jin agarró a la chica de la muñeca y la levantó.
— No hay peros. No se darán cuenta.
— ¿Y qué van a hacer?
— O morirán o se acabarán cansando y colaborarán para salir de esta. De todas formas, ese ya no es tu problema. Recuerda la chapa.
— ¿Y si...?
— Nada — el chico comenzó a caminar, arrastrando a la menor —. No hagas un Su-hyeok, por favor.
Aunque la chica tenía que haberse sentido triste, la forma que utilizó él para bromear la hizo sonreír.
— De verdad no puedo irme. Él no es tan malo como hace ver, pero igual no podemos dejar a Cheong-san tirado.
— Primero te sacaré el ojo, infeliz. — después de oír al chico gritar y de ver al otro cumplir su promesa, ella cambió de opinión y, aunque el corazón le dolía, miró a Wu-jin a la cara. No hizo falta más que una mirada para que ambos echaran a correr escaleras abajo.
Siguieron en línea recta y, para cuando llegaron a la entrada del bosque, los dos ya estaban llorando. Aún así, siguieron corriendo hasta llegar bien adentro. Cuando estaban entre los árboles, escucharon un ruido extraño. Los dos se giraron y vieron, a lo lejos, la consabida explosión.
Wu-jin abrazó a la chica, pero realmente no fueron afectados por la onda. Ella comenzó a llorar sin consuelo.
— No te pongas así — pidió él —. Cheong-san se sacrificó por nosotros. Fue su decisión.
Ella asintió aunque, en el fondo, ella sabía que no era por él por quien lloraba.
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El gato que temía al ratón [ESTAMOS MUERTOS]
RandomNaoko lo miró fijamente. ¿Estaba... asustado? Parecía tener miedo de tenerla cerca, parecía que le tenía miedo a ella, en general: no quería mirarla a los ojos o acercarse demasiado. Él levantó las cejas, preguntándole qué cojones miraba. Así fue qu...