25.

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Todos se quedaron en silencio. Naoko se tiró de barriga sobre la cornisa.

— ¡No! ¡No otra vez! — gritó, encaramándose sobre el borde. Su-hyeok la sujetó, temiendo que cayese. Se miraron unos a otros con expresión preocupada y sorprendida.

— ¿Qué carajo es él?

— Es muy fuerte.

— ¿Estás bien?

— ¿Se te han roto las gafas?

— ¿Quién era?

— Era Yoon Gwi-nam.

— ¿Gwi-nam?

— Supongo.

— ¿Qué? Carajo...

— Me tiemblan las piernas.

— Estás bien, Dae-su.

— No exagero, es un dolor infernal.

Siete conversaciones indistintas se atropellaban en los oídos de Naoko, pero ella no se movía: era incapaz de apartar la vista de la figura desfigurada de Gwi-nam.

— Vamos. — Su-hyeok tiró de ella varias veces, pero sin ejercer demasiada fuerza. Ella siguió inmóvil.

— Es mejor si no lo miras. — afirmó Cheong-san.

Asintió y se reunió en el círculo que tenían los demás. El ambiente era de tristeza absoluta.

— ¿Qué cojones le pasa a ese tal Gwi-nam?

— Que está enamorado como un perro de Naoko. — todos la miraron, haciéndola sentir sus mejillas enrojecerse.

— ¡No es verdad! — se defendió.

— Sí que lo es.

— Eso da igual. — habló Cheong-san, intentando que la chica no se sintiese incómoda.

— No creo que pueda morir.

— ¿Y si vuelve a subir? — el silencio se apoderó del corro.

— Me da igual. No dejaremos que se lleve a Naoko.

— Concuerdo.

— La defenderemos.

— Naoko se queda.

— Ni en sus sueños va a llevársela.

— Sobre mi cadáver. — sentenció sombrío Su-hyeok.

Naoko apoyó los codos sobre las rodillas y se agarró la cabeza.

— Gracias. — dijo, sin más. ¿Qué se suponía que debía decir? ¿Que sí quería irse con él? No podía decirles eso. Intentaban defenderla y velar por su bienestar. ¿En qué lugar la dejaría decir que no sólo su estancia con élno había sido tan horrible, sino que ahora la extrañaba? ¿Qué clase de persona sería si ahora los abandonase por ir a buscar a Gwi-nam y tener una muerte segu...?

¡Hostia! ¡Gwi-nam!

Desconcertando a todo el grupo, se levantó y corrió a apoyarse en el borde del tejado. Soltó un grito ahogado al ver que no había nada ahí.

Su-hyeok se acercó a ella corriendo, sujetándola con violencia por el brazo.

— ¿Qué te pasa?

— No te caigas.

— ¿Caerme?

— Eres muy torpe — miró abajo, comprobando que no había nadie —. Vámonos, por favor.

Ellos llevaban veinte minutos dormidos, ella llevaba veinte minutos abrazada a sus rodillas y ahogando el llanto para no despertar a nadie. Estaba muerto. Si la caída podía no haberlo matado, los zombies lo habían hecho; sí, era fuerte, pero nadie podría caminar con las extremidades rotas y dobladas.

De un momento a otro, empezó a escuchar un zumbido.

"De puta madre" pensó, restregándose las manos por las mejillas húmedas, "el pitido ha vuelto".

Después de analizar unos segundos el sonido, levantó la cabeza. Sus ojos azules resplandecían porque la luna les daba directo. Se quitó las lágrimas de la cara a lo bestia, dando un salto.

¡Un helicóptero!

¡Tenía que avisar a todos! Se paró un segundo a pensar. ¿En serio iba a irse sin Gwi-nam? Pero él estaba muerto... ¿seguro? ¿Y si no? ¿Iba a abandonarlo ahí para siempre? ¿Planeaba dejarlo abandonado a su suerte después de todo lo que había hecho por ella? Porque, en el fondo, había sido bueno con ella, ¿no? Él había tratado de ayudarla. O eso quería creer.

No.

No pensaba dejarlo. Les avisaría y se negaría a subir al helicóptero. Iría abajo, buscaría a Gwi-nam, lo encontraría y ambos escaparían de esa puta mierda de sitio. Pero... ¿cómo? ¡Sus amigos podrían avisar que tendrían que volver a por ellos! Bueno, el asunto estaba zanjado.

Llevó la mano hasta el hombro de Su-hyeok, pero frenó el contacto a escasos centímetros. ¿Desde cuándo era tan imbécil? ¿De verdad creía que Su-hyeok la dejaría no subir al helicóptero? ¿Y que no preguntaría con quien pensaba quedarse? Claro que lo haría. ¿De verdad creía que el grupo la dejaría no acompañarlos después del compromiso que habían mostrado por intentar protegerla de Gwi-nam?

Se acarició la barriga, llevaban muchos días de comer y las energías empezaban a faltarle. Aunque, sin dudas, lo peor era la bebida. Sentía la garganta acartonada. No iban a dejarla desembarcar. Pero... ella tenía que buscar a Gwi-nam. ¿Cómo iba a hacerlo? No sentía más empatía por los chicos (exceptuando a Su-hyeok y Cheong-san, por supuesto) que por el portador de la chaqueta.

No podía avisarles del helicóptero.

¡Pero no podía hacer eso! Daba igual que no fuesen sus amigos, habían sido muy buenos con ella. ¿De verdad creía que era justo hacerles eso? Sus vidas dependían de ella, de avisarles que habían llegado unos rescatistas; habían esperado días por ello.

Debía avisarles.

No; tenía que callar.

¡Joder! ¿Y ahora? ¿Iba a tomar una decisión espantosamente injusta para con el grupo de personas que la habían intentado mantener con vida? 

El gato que temía al ratón [ESTAMOS MUERTOS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora