23.

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Los zombies empezaron a subir al rellano. Cheong-san intentó golpear a uno que por poco le cae encima y Naoko, por instinto, se apartó. Gwi-nam tiraba por las escaleras a todo el que se acercaba mínimamente a donde ellos estaban. A veces era feliz haciendo daño.

— ¡Oye, Dae-su!

Cheong-san pateó al zombie y se echó hacia atrás. Gwi-nam fue hacia él con Naoko detrás, quien no se separaba de él: estaba muy feliz de que estuviese vivo. Era como si ya se le hubiese olvidado el episodio pesimista.

Cheong-san intentó golpear en la cabeza a Gwi-nam con un atril, pero este lo esquivó hábilmente, entre risas.

— ¡Agarren fuerte!

— Tiren más fuerte, chicos.

Cheong-san intentó darle otro golpe, pero esta vez Gwi-nam lo paró con la mano. Le puso una mano en el hombro y lo atrajo hacia sí, quedando cara a cara. Cheong-san, en un intento de defensa, intentó agarrarle el otro brazo con su mano izquierda, aunque no sirvió de nada. Se dedicó a mirarlo con espanto, los ojos muy grandes y llenos de pánico, la boca entreabierta y las cejas curvas. Naoko, como siempre solía hacer, se metió en medio de ambos, provocando el enfado en las dos partes.

Gwi-nam iba a decir algo, pero la alarma lo interrumpió y, con ella, el sonido que indicaba que la puerta estaba abierta.

— ¡Chicos! — gritó On-jo — La puerta está abierta. Todos se abalanzaron hacia ella, incluyendo, por supuesto, a Cheong-san, quién abandonó a Gwi-nam con los zombies y ni siquiera miró a Naoko.

— ¡Vamos!

— ¡Uno, dos, tres!

— Sube. — dijo simplemente Gwi-nam.

— Ven conmigo. — ella no sabía cómo ayudar. No se sentía capaz de atacar a nadie.

— Sube. Ahora voy a buscarte.

— Quiero que vengas conmigo ya.

— Es mi última advertencia. Subes o te subo.

La ojiazul estaba lista para replicar, pero Su-hyeok la agarró del brazo, sacándola de ahí para dejarla en la azotea. Ella se resistió cuanto pudo, pero fue más bien inútil.

— ¡Para, para, por favor! ¡Suéltame, que no podemos dejarle sólo, que le van a matar!

Se giró varias veces y siguió protestando, pero Su-hyeok la tiró dentro de la azotea. Cerró la puerta antes de que ella pudiese abalanzarse de nuevo sobre ella. Intentó abrirla, pero Su-hyeok bloqueó el pomo.

— Cálmate, por favor.

Naoko empezó a golpear la puerta mientras gritaba.

— ¡Por favor, abridle la puerta! ¡Que se va a morir ahí dentro, por favor!

— Que alguien la sostenga. — pidió On-jo. Cheong-san obedeció y agarró a Naoko por los hombros, quien no dejaba de forcejear. Su-hyeok pegó la oreja a la puerta, verificando que no hubiese más zombies que pudiesen tirarla abajo.

Como nada se escuchaba Su-hyeok suspiró, odiándose por querer tanto a su amiga y abriendo la puerta para ver si aquel hijo de la grandísima puta estaba muerto.

Gwi-nam, que estaba a punto de intentar abrir la puerta, se quedó blanco al ver aquella especie de abrazo que había entre Cheong-san y Naoko, que lloraba. Posiblemente esos brazos que rodeaban los hombros de Naoko y las lágrimas que caían por sus mejillas fueron terriblemente malinterpretadas por el mayor, quien corrió para intentar salir a la azotea, pero el atleta le cerró la puerta en la cara.

El gato que temía al ratón [ESTAMOS MUERTOS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora