— Construiremos una barricada aquí, y los atraeremos con música. Usaremos los instrumentos. Si abrimos la puerta, oirán la música y entrarán. Luego subiremos por la puerta trasera.
— Dices que deberíamos apilar escritorios, sillas y lo que haya en el medio. Abrimos la puerta y salimos por detrás, ¿no?
— Aquí no. Un poco más atrás. Hay más lugar de este lado.
— ¿Por qué?
— No somos muchos, pero hay muchos zombies.
— Ya veo. Es pésima estudiando, pero es bastante inteligente.
— ¡Oye!
— Es un cumplido — se dio media vuelta —. Vamos a intentarlo. Podemos pensar en el resto después.
— Y hay un televisor.
— Pongámoslo bien alto. Busquemos el cable.
— Ji-min, ayúdame a buscar.
— De acuerdo.
— Yo también.
— Por aquí.
— Vamos a intentarlo.
— De acuerdo.
— ¿Qué hacemos primero?
— Primero debemos hacer un marco.
— Yo moveré las cosas. Trabajen el marco.
— Baja la voz.
— ¿Cómo hacemos esto en silencio?
— Esa no.
— Ponla aquí.
— ¿Aquí?
— Uno, dos, tres.
El agarre era suave, delicado, pero, en estos momentos, no habría nada capaz de hacer que el chico soltase la mano de Naoko.
Se hallaba tan desesperado que dolía. ¿Y...? ¿Y si no despertaba nunca más? Intensificó el agarre y, presa del pánico, comenzó a rezar.
Estuvo así un rato largo, cerca de ella. Había pedido permiso para tomarse un descanso y, después de toda la ayuda que había prestado, nadie se opuso, pero ninguno de los presentes pensó que se extendiera tanto.
— Vamos, vamos. — el chico rogaba porque ella se moviese y, aunque fuese, hiciese alguna broma cruel sobre su incipiente relación con la más lista de la clase. Nam-ra los observaba de lejos y, acomodando una silla, On-jo sentía, secretamente, envidia por una estudiante dos años menor que ella.
Finalmente, Naoko se removió en un sueño inquieto. El chico, que había apoyado la cabeza en la unión de las manos de ambos, levantó la mirada. No se movió. Estaba tumbada sobre dos pupitres juntados. Se quedó quieta, mirando el techo. Aún así, sabía que Su-hyeok estaba ahí. Lo sentía. Habían pasado muchas cosas en muy poco tiempo. Pero sólo una de ellas ocupaba la cabeza recién levantada de la menor.
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El gato que temía al ratón [ESTAMOS MUERTOS]
RandomNaoko lo miró fijamente. ¿Estaba... asustado? Parecía tener miedo de tenerla cerca, parecía que le tenía miedo a ella, en general: no quería mirarla a los ojos o acercarse demasiado. Él levantó las cejas, preguntándole qué cojones miraba. Así fue qu...