27.

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Estaban tirados en el césped húmedo, empapados, cansados, humillados, denigrados, abandonados y traicionados.

Cheong-san miró por detrás de las hojas de un arbusto, pero en seguida regresó a su escondite, con una expresión rara en la cara.

— Atraeré a ese zombie e iré por allí. Usen ese tiempo para salir.

— No. — declinó On-jo.

— Atraeré a ese zombie e iré... — On-jo levantó la mano, simulando que estaba por darle un golpe. Él se calló abruptamente.

— Sigamos hasta el muro y crucemos. — ordenó.

— Agáchense — dijo después de un rato —. Quédense abajo. Vamos junto a la pared.

— De acuerdo. A lo largo de la pared.

— ¿Allí atrás?

— Sí.

Se arrastraron hasta chocar con el muro. Pudieron incorporarse a medias y acelerar el paso para garantizar un mejor final para su huida. Después de un rato, pudieron salir del recinto del patio, apareciendo en la parte trasera del edificio. Con la mano encima del camión lleno de materiales de obra y rodeados de aparatos de construcción, se tomaron unos segundos para respirar.

Cheong-san parecía pensar cuando Dae-su le puso una mano en el hombro.

— Oye, yo iré primero. Por aquí. — dijo, arrastrándose por el suelo lleno de mierda.

Sí, era una situación de vida o muerte, pero Naoko no pudo evitar arrugar la nariz. ¿Tan desesperada era la situación? Odiaba ensuciarse. Y más si era barro mezclado con sustancias, por ahora, indefinidas.

Naoko apretó fuertemente la mano de Su-hyeok cuando vio a Cheong-san encaramarse a un camión y mirar hacia adelante. Rápidamente, las piernas comenzaron a temblarle.

— Eh — Naoko señaló con los ojos al chico, a quien Su-hyeok miró con la confusión tatuada en las pupilas —, ¿qué le pasa?

— Cheong-san. — llamó Su-hyeok.

— Cheong-san. — apoyó On-jo.

El chico saltó del camión y se quedó ahí, inmóvil, iluminado por los violentos relámpagos mientras miraba algo que sólo él podía ver.

— ¿Mamá?

Naoko se quedó paralizada. ¡Pobre chico! ¡No dejaban de pasarle desgracias! ¿Es que a la gente buena no podían pasarle cosas agradables? La ojiazul desvariaba rápidamente cuando pudo ver a la supuesta madre del chico, convulsionado. Era un zombie. Eso era evidente.

— ¡Dae-su! — gritó Cheong-san, desde el suelo, al verlo golpear a su madre de manera despiadada con varas de metal.

— ¡Dae-su!

— ¡Basta! — chilló Cheong-san, abalanzándose sobre ellos.

— ¡Cheong-san! 

—¿Qué demonios? 

— Hijo de puta. —insultó Cheong-san, mientras se subía encima de Dae-su y empezaba a golpearlo.

Finalmente, Dae-su hizo uso de su fuerza y, muy a su pesar, se quitó a Cheong-san violentamente de encima. Todos miraban la escena petrificados, sintiendo pena por la niebla mental que sufría Cheong-san.

Aquel chico voló por los aires mientras sus amigos intentaban matar a golpes a su madre. Su-hyeok soltó la mano de Naoko, corriendo para ayudar. Sí, él siempre debía ser el héroe.

El gato que temía al ratón [ESTAMOS MUERTOS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora