Había pasado algo de tiempo. Naoko a ratos seguía perdiendo el equilibrio de forma abrumadora, pero parecía estar empezando a acostumbrarse a aquello de escuchar sólo por un oído. En general, el grupo estaba bien. El ambiente era tenso, pues la mayoría no confiaba en On-jo y sus desvaríos; sin embargo, estaban más relajados que de costumbre. Era casi como si se empezasen a hacer a la idea de que... bueno, estaban muertos.El plan era claro. Lo habían repasado unas cuantas veces:
Primer paso, construir una barricada. Hecho.
Segundo, abrir las puertas y generar ruido.
Tercero. Correr, correr, correr y correr por su vidas, literalmente.
Cuarto, llegar a la azotea.
Quinto, descansar por la carrera.
Sexto, intentar dormir un poco.
Séptimo, esperar y alertar a un helicóptero de rescatistas.
Octavo, ser rescatados, felices y comer perdices.
No parecía demasiado difícil, ¿no? El problema era que la vida le había enseñado a Naoko, a base de hostias, que lo más fácil era justo a lo que más había que temerle. La pelinegra estaba casi segura de que iba a salir rematadamente mal y, para colmo, que la primera en morir sería ella. De todas formas, le importaba bien poco eso ahora...
Ahora que había matado a Gwi-nam.
No alcanzaba a decir cuán ruin se sentía. Y, ahora mismo, seguía sin saber exactamente por qué le importaba tanto. Es decir, sí, había matado a alguien. Era lo normal que su "fantasma" la persiguiese allá donde fuera, pero no era eso lo que sentía.
Era más bien... añoranza. Eso era. Lo... ¿extrañaba? Creía nunca haber extrañado a nadie más que a Jin-soo. Pero, ahora, parecía hacerlo. ¿Que qué era lo que echaba de menos? Sonreía al tiempo que intentaba descifrar qué extrañaba de Yoon Gwi-nam. Quizás era su protección, quizás que le prestase la chaqueta y, con disimulo, sonriese de lado al ver cómo de mal le quedaba. O quizás era el terriblemente agotador perfume que usaba. Y, que olía barato.
O, a lo mejor, no era nada más que su tacto sobre la piel de ella.
Como aquella vez que, corriendo, le tocó el codo. Porque ella no lo había olvidado. Y, si se concentraba lo suficiente, podía sentir su calor aún. Incluso cuando él se apartó de ella, con el ceño levemente fruncido, ella sintió su mano ahí hasta mucho después de que la quitase.
Naoko.
Naoko.
Su nombre, su cara, sus gestos. No salían de la cabeza del chico. Sólo le preocupaba una cosa: que ella hubiese muerto. ¿Qué haría entonces? Ella era frágil, débil. Había que protegerla. Seguro que Su-hyeok no lo haría tan bien como debía. Si la desprotegía... Ella era una niña... podía cogerse un resfriado si no se la abrigaba bien y... y los niños se mueren de cualquier cosa. Además, él... él... él no era bueno para ella. Era un atleta imbécil sin demasiado cerebro y a ella eso no le convenía lo más mínimo.
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El gato que temía al ratón [ESTAMOS MUERTOS]
RandomNaoko lo miró fijamente. ¿Estaba... asustado? Parecía tener miedo de tenerla cerca, parecía que le tenía miedo a ella, en general: no quería mirarla a los ojos o acercarse demasiado. Él levantó las cejas, preguntándole qué cojones miraba. Así fue qu...