— ¿Disculpa? Tú no estás bien.
— No, claro que no. Lo estaré cuando hagas lo que te pido.
— Yo no voy a hacer eso.
— Sí. Claro que lo vas a hacer.
— ¡No! Ni siquiera sé cuál es el procedimiento médico adecuado.
— Yo te digo qué hacer.
Finalmente, Naoko accedió a ayudar. Gwi-nam se remangó el pantalón hasta la rodilla. Sin que él se lo hubiera pedido, ella llevó sus dedos hacia la zona tan inflamada que se encontraba en la pierna del chico. Normalmente él se hubiera apartado o cuanto menos le hubiera soltado un gruñido, pero la delicadez de la chica fue tanta que se calló.
— ¿Te duele?
— No.
— ¿Seguro?
— Sí.
— No hace falta que intentes hacerte el duro.
— ¿Yo?
— Sé que es eso lo que llevas haciendo todo el tiempo. — resolvió Naoko, poniéndose el pelo detrás de las orejas y enfocando toda su atención a la fractura.
— ¿Ah, sí? — el chico carraspeó — ¿Eso crees?
— Claro — cuando ella sintió los ojos de él frenar, un rato largo, en su rostro, levantó la vista. Aunque nada salió como planeaba, pues él en ningún momento respondió como ella había previsto: lejos de intentar disimular o apartar la vista, intensificó la dureza de la mirada —. Voy, ¿eh?
— Sí. Sólo estírala y luego ejerces presión para, muy rápido, rotarla hasta que quede cerca del pecho. — ella asintió, estirando con delicadeza, por más que esta no sirviese para que el chico no hiciese muecas.
— Uno, ¿eh? — Naoko tomó aire — Dos... Tres. — el grito del chico debió sonar varios metros a la redonda, porque poco más pudo oírse sobre los chillidos y gruñidos de los zombies que empezaban a agolparse en la puerta — ¡Perdón! Perdón, perdón. ¡Lo siento! ¿Estás bien? Te dije que no sabía cóm...
— Ayúdame a quitarme la chaqueta. — la pelinegra obedeció, poniéndose de pie para doblarla con cariño hasta dejarla en la esquina. Él abrió las piernas para que ella pudiese tener mejor acceso hasta su hombro.
Ella repitió el procedimiento, aunque esta vez Gwi-nam no gritase, limitándose a poner muecas mientras gruñía.
— Si quieres llorar puedes hacerlo.
— Yo no lloro.
— Todos lloramos. Y, si quieres, puedes hacerlo. No voy a juzgarte.
— ¿Por qué eres así?
— ¿Yo? ¿No crees que deberías hacerte esa pregunta a ti mismo?
— No. Eres... así. Tan amable y... carajo. Eres ilusa. Piensas que todo está bien y que nadie podría hacerte daño. Y no es así. La vida real es muy jodida. La gente es mala y... y tiene malas intenciones. Tú ya deberías saberlo.
— ¿Lo dices por la vez que tú y tus amigos me grabaron desnuda? — él levantó la vista, nervioso.
— N... No estabas desnuda.
— Casi. — Naoko lo miró, repitiendo su pregunta con los ojos.
— No son mis amigos.
— Lo parecían.
— Pues están lejos de serlo.
— ¿Y tú?
— ¿Yo qué?
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El gato que temía al ratón [ESTAMOS MUERTOS]
RandomNaoko lo miró fijamente. ¿Estaba... asustado? Parecía tener miedo de tenerla cerca, parecía que le tenía miedo a ella, en general: no quería mirarla a los ojos o acercarse demasiado. Él levantó las cejas, preguntándole qué cojones miraba. Así fue qu...