35.

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— ¿Y ahora? — y ahí estaba. No tenía iniciativa.

— Corre.

Ambos emprendieron la carrera montaña arriba. A Naoko llevaban días doliéndole las piernas. Nunca corría y, últimamente, era lo único que hacía. Tropezó varias veces con piedras en el camino y, obviamente, Gwi-nam no estuvo ahí para enderezarla, así que se vio obligada a estabilizarse sola. No iba a admitirse que lo echaba de menos, pero... sí, bueno, lo echaba de menos. Era raro. Ahora mismo, ella lo detestaba, sí, pero

Antes de llegar a la mitad del recorrido, ya los dos llevaban la lengua fuera, así que sólo tuvieron que mirarse para coordinarse y frenar un segundo.

— No deberíamos estar haciendo esto. Lo más probable es que nos encuentren aquí.

— Sólo un segundo. — suspiró Naoko, jadeando.

Cuando creyó haberse recuperado un poco, le hizo un gesto con la cabeza a Jin-soo y retomaron el camino. Pero nada más hacerlo, las piernas le siguieron ardiendo. Era evidente que su forma física era mala. Necesitaba descansar. Si salía viva de esa, dormiría doce o trece horas seguidas.

Cuando llegaron a la construcción, ambos saltaron el escalón y se metieron al edificio. En silencio, intentaron esquivar las cosas que había por el suelo. Debía haber varias hordas de zombies-obreros en todo el edificio. Casi a la mitad del pasillo, Naoko escuchó unos ruidos. Frenó en seco y puso el brazo delante de Su-hyeok, impidiéndole el paso.

Del fondo del pasillo salieron zombies, tropezando, chocando y gruñendo. Naoko abrió mucho los ojos y miró a todos lados. Cuando vio las escaleras, agarró a Jin-soo de la mano y, tomando la iniciativa, echó a correr.

— Vamos arriba. — explicó.

Los zombies no parecían muy hábiles a la hora de aguantar una persecución por los escalones, pues se tropezaban y caían todo el rato. Cuando llegaron arriba, encontraron un rellano lleno de palos, tubos metálicos y bloques de cemento y demás material de construcción.

— ¿A dónde vamos?

Se separaron y cada uno revisó todas y cada una de las puertas que había en el último piso. Volvieron al centro, encontrándose y mirándose fijamente a los ojos.

— No hay salida.

— Está bloqueado.

Bueno. Era el fin. Caminó de nuevo hacia el centro, como quien espera algo con paciencia.

Cuando ella sintió cómo algo la tiró al suelo, comenzó a despedirse. Era todo. Jin-soo no podría hacer nada. Había llegado su hora.

— ¡Naoko!

— ¿Ch...? — la sonrisa volvió al rostro de Naoko — ¿Cheong-san?

— Corre. Sal — Cheong-san la condujo hacia la ventana y la hizo saltar la valla. Después ayudó a Jin-soo —. Miren a quién traje. — bromeó.

— ¡Naoko! — chillaron al unísono.

— ¿Y...? — Cheong-san sonrió — ¿Y... Su-hyeok?

Ella negó con la cabeza, dejando escurrir una lágrima que se limpió enseguida. El silencio se generalizó mientras Cheong-san abrazaba a la chica.

— Maldición. Nada está saliendo bien. — se quejó Mi-jin.

— Silencio — ordenó Dae-su para después mirarla —. Joon-yeong murió por tu culpa.

— ¡Dae-su! No. — Wu-jin estaba reprendiendo a su amigo.

— Si no te hubieras quejado de él antes, no habría saltado.

— Bien — contestó ella —. Es mi culpa que muriera. ¿Contento? — él no contestó — ¿Contento, infeliz?

— Tú también termínala — advirtió Wu-jin —. Dae-su, ¿qué importa quién es responsable de que alguien viva o muera? ¿Qué significa vivir o morir? No tengo ni idea. Si salimos de aquí, ¿eso es vida? Nuestros amigos murieron. Nuestros padres murieron. ¿Qué sentido tiene vivir?

— ¿Quieres morir? — cuestionó Mi-jin — Morirás, ¿entonces? ¿Saben cómo es estar en último año? ¿Saben lo que es querer morir?

— ¿Es un mérito ser más grande? — preguntó Dae-su.

— Prueba serlo. Verás cómo es. Ustedes, chicos... más les vale llegar vivos al año que viene y ver lo que es. Lleguen a eso y díganme qué es peor, ser zombie o estar en último año.

— Mi-jin — habló Ha-ri, levantándose —. Vamos.

— ¿A dónde vamos? ¿Por qué?

— Busquemos un sitio desde dónde saltar. Somos las mayores.

— ¿Y qué? Ni nos respetan.

— Yo iré por aquí. Tú ve por ahí.

— Maldición. Es genial. — susurró ella, levantándose y obedeciendo.

— No quiero que nadie más se haga el valiente — protestó On-jo, una vez las dos se hubieron ido —. Pase lo que pase... espero que nadie se sacrifique. Es muy doloroso vivir gracias a alguien. No podemos hacer nada por ellos. Vivir aún más duro en honor a quien murió... es demasiado egoísta. No puedes morir aunque quieras. Te falta valor para vivir, pero no quieres morir.

— Hablemos... — comenzó Cheong-san — Hablemos luego. Mañana o pasado. O la próxima semana. Luego de comer y bañarnos. Es lo que acordamos — luego, el chico señaló el lado izquierdo de la cara de ella —. De este lado.

— ¿Qué?

— Probablemente no lo recuerdes.

— ¿Qué no recuerdo?

— El lado izquierdo es mucho mayor.

— ¿De qué hablas?

— Te lo diré mañana.

Ha-ri y Mi-jin regresaron con noticias.

— Creo que es la única salida.

— No. Da a un sótano de ese lado y hay barras de acero al descubierto. No podemos saltar.

—Ese lado da a la escuela, así que no tiene sentido.

— El suelo está lleno de zombies, así que moriremos si bajamos.

— Hay una puerta en el primer piso que lleva a la montaña. Vayamos por ahí.

— Pero está lleno de zombies.

— ¿No llegamos al techo si subimos por eso — habló Cheong-san, señalando un tubo — y las ventanas? Si alguien sube al techo y grita, los zombies lo seguirán. El lugar se vaciará y el resto podrá escapar.

— Creo que funcionará.

— No.

— Si es la única forma...

— Dije que no.

— Por favor, no dejemos que nadie se sacrifique.

— Yo también me opongo.

— Dijimos que sobreviviríamos juntos.

— Yo también.

— Yo pienso lo mismo.

— Yo también.

— Y yo. — habló Naoko.

— Entonces esperemos.

— ¿Y luego qué? ¿Tienes un plan?

— Puede que vuelva a llover y nos oirán menos.

— ¿Quién sabe cuándo lloverá?

— Me duelen las rodillas — comentó Mi-jin, sentándose —. Creo que lloverá pronto. Miren el cielo. — entrelazó las manos y lo hizo. Todos la imitaron. Un cielo azul, sin nubes, se cernía sobre ellos.

— Está demasiado despejado.

— ¿Oyen eso? — preguntó Nam-ra.

— ¿Qué cosa?

— ¡Hey, Cheong-san!

El gato que temía al ratón [ESTAMOS MUERTOS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora