Primeros pasos

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Tras lo sucedido en la última semana tuvimos una segunda reunión en Kara.
La guerra era una realidad y teníamos que hacer algo al respecto.

-Hola de nuevo.-dijo Luis.
-Novedades?-preguntó Gabriel.
-Si. Albion tenía a varios espías infiltrados en mi ciudad.-Respondí.
-Enserio?
-Me temo que si.
-Y…¿Lo sabe?
-Sí.
-Primero lo primero. Hay que comprobar que no hay más espías.-Sugirió Alfonso.
-No lo creo. Son muy temerarios, se cargaron a varios aldeanos en Tara. Si la conducta de vuestra gente es normal todo va bien.
-Vale, ¿Y qué hacemos?
-Los infiltrados en mi ciudad eran vigilantes. Conocían todas las rutas, cada detalle de los alrededores a la perfección.
-Van a por Tara.-Concluyó Luis.
-Eso parece.
-Lo mejor es enviar apoyo militar y reforzar la ciudad al máximo.
-No. Tal vez eso es lo que quieren.
-¿Insinuas que atacarán Tara como distracción?
-Puede.
-Esta bien. Reforzaremos Tara, pero solo lo suficiente.-Dijo Luis.
-Reforcemos todas las pequeñas ciudades, ya que estamos.-Sugirió Gabriel.
-Buena idea.

Durante la siguiente semana unos 700 soldados se instalaron en Tara. Alfonso venía de vez en cuando para ponernos al día. También tuve que informar a la alianza cada vez que llegaban tropas para prevenir infiltrados o pérdidas innecesarias.

Entretanto varios aldeanos hacían turnos para vigilar mientras los nuevos vigilantes aprendían las rutas, caminos y secretos de los alrededores.

Finalmente, una vez terminada su formación, los 4 vigilantes se instalaron a lo largo de la muralla.

Un día uno de los vigilantes vino a hablar conmigo.

-Señor tenemos un problema.
-Adelante.
-Hace varios días que veo a gente, gente que no me suena de nada escondiéndose entre los árboles.
-Ha comenzado.

De pronto comencé a temblar. Tara estaba más protegida que nunca, pero nadie sabía cuál era el plan de Albion.

-Avisa a todos. Cualquier comportamiento extraño será examinado profundamente.
-Si señor.
-Y por favor, llámame Juanjo.

No había duda. Albion había enviado a sus exploradores a Tara. No sabía cuándo tenía pensado atacar, pero sabía que sería pronto.

Ese mismo día colocamos soldados en puntos estratégicos alrededor de la ciudad. Comenzamos con las guardias tanto diurnas como nocturnas. Me esperaba cualquier cosa.

Finalmente Albion se decidió por dar el paso.

-¡¡Ya vienen!!
-¡Es Albion! ¡Se acerca!

Eran muchos, quizás 1000. El suelo temblaba y su carga era capaz de aterrorizar a
cualquiera. Esta vez no había estrategia, era una batalla de potencias.

-Jinetes, detened su carga. Arqueros, cubridles.

Mientras todo pasaba corrí hacía mi cabaña y comencé a escribirle una carta de auxilio a Alfonso. Subí rápidamente a una de las Torres y envié a Faz, nuestro halcón mensajero.

Desde allí arriba lo ví todo. Muerte y desesperación. Pero había algo que no encajaba. Mantenían confianza en sus ataques. No dudaron ni un segundo. Llevaban casco, pero estoy seguro de que sonreían. Realmente, aun en esa situación, eran felices.

Detuvimos su carga, pero las bajas fueron inevitables. Perdimos a muchos soldados y los lanceros de Albion se aproximaban desde el sur. No podíamos defendernos.

Me negué a abandonar a mi gente. Me puse la armadura y subí a mi caballo. Con una espada en mano guié a los pocos que quedaban des del oeste y nos dirigimos hacia los lanceros.

Íbamos a caballo pero aun así eran demasiados. Entonces oímos un fuerte grito procedente del este. Faz sobrevoló nuestros caballos. Era Alfonso. Había recibido el mensaje y ahora estaba allí, con una potentísima carga, atacando al enemigo sin pensar en el resultado.

Entre los dos conseguimos defender la zona sur y no parecía que fuesen a venir más de sus tropas. Habíamos ganado.

-¡Juanjo!
-¡Alfonso! ¡Has venido! Yo…No sé cómo agradecértelo.
-Tranquilo hombre. Tú habrías hecho lo mismo por mi. Hay muchos heridos, si quieres me llevo algunos a mi ciudad.
-Sería de gran ayuda, sí.

Entonces un mensajero se acercó a Alfonso y le susurró un par de cosas.
Su expresión cambió al instante. Parecía preocupado.

-¿Que sucede?
-Tenías razón. Era una trampa, estan atacando Kara.

Juanjo III y la guerra de unificaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora