Retirada

3 1 0
                                    

-¿Te llamas a ti mismo “viajero”? Que fantasma…
-¡Cierra el pico!-Dijo mientras le golpeaba con el martillo, no sin antes hacerlo girar un poco para darle potencia.
-¿Y me lo dices tú?-Se rió mientras bloqueaba el ataque.
-Niñato malcriado…

Mientras tanto, en el exterior…

-¡Unai aguanta!-Exclamó Alfonso.
-¡Juanjo! ¿Ha habido suerte?-Preguntó Gabriel.
-Para nada.-Terencio no paraba de sudar.
-Poniendo que sea el veneno más letal posible, y siendo bastante generoso…Tenemos unas horas, como mucho.-Dijo Gabriel, temiendo la muerte de su amigo.
-En los barcos no había nada…Lo único que se me ocurre es revisar los cuerpos de los caídos, a ver si tienen algo.-Sugerí.
-Venga, no tenemos mucho tiempo.

Todos se pusieron a examinar los cuerpos inmediatamente, excepto Gabriel, que prefería quedarse con Unai.

Pero dentro del Palacio, la lucha con el viajero seguía.

-Eres bueno. Parece que esto no va a acabar nunca…
-Pues no te hagas ilusiones, voy a terminar con esto. Suficiente tiempo he perdido ya.
-Tienes razón, ya ha pasado un rato. Ya va siendo hora de que te derrote.

Con un golpe rápido, el viajero desarmó a Jan. A sus ojos, todo se paró. Pudo ver como, lentamente, su arma se alejaba de él sin que pudiera hacer nada. Entonces se fijó en su enemigo. Su armadura era ligera y, con la fuerza de Jan, podría hacerle mucho daño cuerpo a cuerpo, si atacaba a bocajarro, claro.

-La has cagado.-Sonrió Jan.
-No lo creo.
-Pues empieza a creer. Aún estás a tiempo.

De nuevo, el viajero hizo girar su martillo para darle impulso, y Jan encontró otra debilidad. Si atacaba justo cuando empezaba a girar su martillo, él no podría defenderse.
El viajero atacó, y Jan saltó para evitar el ataque. Entonces volvió a girar su martillo y, como si de un elefante se tratará, Jan cayó inmediatamente para poder golpear a su rival. Lo consiguió, le dio justo en la cara. Pero al golpear quedó desprotegido, y el viajero pudo golpearle a él también

Jan se deslizó varios centímetros. Su cara lo decía todo. Ninguno de los hombres de Albion pudo tocarle, casi nadie ha logrado tocarle, en realidad. Que le golpearan con un martillo lo enfureció, y no fue poco.

-Te felicito-Dijo mientras se limpiaba la sangre de la cara.-Has logrado tocarme. Ahora morirás sabiendo que tus hazañas son comparables a las de un dios.
-Eso ya lo sabía antes de que…¡¡Aghh!!

Jan se dirigió hacia él con tanta velocidad que su oponente no fue capaz de verle. Una vez frente a él, Jan destruyó a su enemigo con una increíble rafaga de puñetazos a todo velocidad en el centro de su ligera armadura, en el emblema de la cruz roja, cerca de su pecho.

Ese increíble ataque terminó por romperle casi toda la parte central de su armadura, y con el último golpe, Jan lo envió directo a la pared, donde hizo una grieta incluso más grande que la que había en el suelo.

-Menudo fantasma…Pol, ¿Cómo has perdido contra él?-Pensó Jan mientras examinaba a su amigo.

Pero entonces se fijó en la sala, y vió, entre otras cosas, los cañones colocados en las columnas y las cuerdas cortadas con lo que parecía ser un tajo.

-Ya veo…Tus sentimientos te hacen débil, amigo. A todos, en realidad, pero eso es para otro día, salgamos de aquí.

Pero ver las columnas le dió otra idea.

-Ya sé. ¿Y si tumbo las columnas para asegurarme de que ese cabrón deja este mundo? Qué leches, ¿Por qué no me encargo de que este lugar se venga abajo? Así también acabaría con Albion, si está aquí.

Jan salió del palacio con sus compañeros a cuestas y los dejó junto a Unai.

-¿También están envenenados?-Se preocupó Gabriel.
-No. ¿Acaso alguien lo está?
-Unai. ¿Es que no lo ves?
-Que putada…Bueno, confío en vosotros, tengo cosas que hacer.
-Oye espera, ¿A dónde vas?

Juanjo III y la guerra de unificaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora