Viaje costero

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Volvimos dónde los caballos y por suerte no se habían movido.

-Venga, ¡Subid!-Exclamé.
-Que cada uno se lleve a un tarés. Tenemos caballos de sobra.-Sugirió Unai.
-¡No perdamos el tiempo! ¡Barca está muy lejos de aquí!-Gritó Alfonso.

Unos minutos más tarde, ya estábamos en marcha.

No sé cómo, pero durante el viaje Faz apareció, y se subió a mi hombro.

-¿Esto no es un poco peligroso para él?-Dijo Marc, quién sentía muchas cosas por los animales.

-Si quiere venir, que venga.-Se rió Unai.

Días después llegamos a la ciudad del futuro.

-Bueno…Por fin llegamos.-Se quejó Terencio.
-Demasiado rápido, en mi opinión.-Dijo Unai.
-Venga, a ver si nos dejan entrar.-Comenté.
-¿Acaso no estabas seguro?-Se enfadó Marc.

Por suerte los locales nos dejaron entrar.

-¿Hay algo qué podamos hacer para ayudar?-Preguntó un aldeano.
-Dejarnos entrar al castillo es todo lo que podéis hacer.-Respondí.
-Sí…Gabriel lo cerró antes de irse.
-Pues estamos jodidos.-Afrimó Alfonso.
-Si no podemos entrar…¿Qué hacemos?-Reflexionaba Marc.
-Sí podéis.-Dijo otro aldeano.
-¿Y tú quién eres?-Preguntó uno de los nuestros.
-Su hermano.
-De quién, ¿De Gabriel? Nunca me dijo que tuviera uno.-Comenté.
-Eso es porque solía serlo. Era su mejor amigo.
-Mira, no quiero ofenderte, pero la verdad es que lo único que nos importa es entrar en el castillo. Si sabes cómo hacerlo dínoslo.-Dijo Unai con total seriedad.
-Seguidme.-Dijo cansado.

Le seguimos hasta una extremadamente pequeña cabaña al final de un callejón. Pero era raro. Su estilo era muy similar al del castillo.

-Esta es una entrada “secreta”. Siempre está abierta.-Dijo el hombre que aseguraba ser su mejor amigo.
-Gracias, pero ya nos vamos.-Le dijo Unai.

Estábamos ante una diminuta casita que tan solo tenía una puerta, una pequeña ventana y un tejado que coincidía con el del castillo.

Abrimos la puerta y un enorme agujero se encontraba bajo nuestros pies. Alfonso, quién abrió la puerta, se cayó abajo.

-¡¿Estás bien?!-Pregunté.
-¡Sí! ¡Aquí hay un túnel!-Dijo Alfonso.
-Venga, bajemos todos.-Sugirió Unai.

Entramos sin pensarlo dos veces. Al parecer se trataba de un pasadizo subterráneo que atravesaba la ciudad hasta llegar al castillo.

-Lo que se pierde Víctor…-Susurró Marc.

Finalmente nos topamos con el final del túnel. Había unas escaleras idénticas a las del principio, así que decidimos subirlas.

Estábamos en el castillo, pero no en cualquier parte. Aparecimos en una sala llena de objetos desordenados y muebles viejos. 

En frente había una puerta, así que la atravesamos. Estábamos en la entrada, al otro lado de la puerta principal, la cual se encontraba cerrada. Abrimos la puerta para que entrara el resto del ejército.

Los tareses sin habilidad en combate se quedaron, los otros entraron con nosotros.

Una vez en el castillo, mientras los desarmados se armaban y los cansados descansaban, Unai, Alfonso, Marc, Terencio y yo subimos hasta el observatorio.

-No lo entiendo…¿Qué hacemos aquí?-Se preguntó Alfonso.
-Escribir esta carta. Recuerdo que aquí había papel y plumas.-Respondí.
-¿Y para qué es esa carta?-Preguntó Marc.
-Para ver si a los demás les va bien. ¡Vuela Faz!-Dije mientras lo soltaba en el balcón.
-¿Y ahora qué? ¿Hemos venido hasta aquí solo para esto?-Preguntó confundido Alfonso.
-No. Acercaos.-Dije desde el balcón.
-A ver…-Se quejó Marc.
-Veis eso de allí.-Dije señalando abajo.
-¿Allí donde?-Preguntó Alfonso.
-A ver, la ciudad está situada al borde de un acantilado. Si el castillo está pegado al muro sur, lo qué vemos abajo es…-Aclaré.
-Agua.-Comprendió Alfonso.
-Y barcos.-Observó Unai.
-Exacto, barcos.-Afirmé.
-¡Así es como llegaremos a Albion!-Entendió Marc.
-Sí. Y ahora nos toca un viaje costero.-Sonreí.

Dedicamos un par de minutos más a prepararnos y después bajamos a la costa por otra ruta “secreta” del castillo. Esta la descubrí yo, y era más visible.

En el dormitorio de Gabriel, bajo la cama, se encontraba un túnel. Bajamos las escaleras y llegamos a un puerto” secreto” en la costa. Supongo que el barco que ví la última vez que estuve en la ciudad se dirigía hacia aquí.

Llamamos a todos y nos distribuimos en 4 barcos. Como todos ellos llevaban la bandera de Barca, tuvimos que quitarlas y sustituirlas por unas simples banderas de tela verde.

Con la mirada al frente y respaldados por una gigantesca pared rocosa, seguíamos el camino que debería llevarnos directos hacía nuestro enemigo, Albion.

Juanjo III y la guerra de unificaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora