En alta mar

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El viaje había comenzado. No podía imaginar cuál sería la reacción de Albion y los suyos al ver 4 barcos dirigirse hacia el campo de batalla. Por supuesto, no iba a reaccionar, porque tampoco nos iba a ver.

Pero en esos momentos, yo y todos sentíamos muchísima presión, aunque la ocultabamos bajo una falsa sonrisa.

Por lo menos yo, me sentía arrinconado. Estábamos a punto de entrar en la zona norte de la península y lo único que impedía que nos detectarán era un ya casi inexistente acantilado, que cada vez se hacía más pequeño.

-Tenemos que hacer algo.-Le dije seriamente a Terencio.-El acantilado se acaba y como sigamos así nos van a ver.
-Tocaré el cuerno, así se detendrán y podremos reunirnos.
-¿Llevas un cuerno encima?
-Para nada. Estaba en el barco, supongo que lo usan para estas cosas. Si no me equivoco los demás también deberían tener uno…
-Tú tocalo.

Un fuerte sopló salió por el enorme hueco frontal del cuerno. Los otros barcos se detuvieron enseguida.

-¡Juanjo! ¿¡Qué pasa!?. Preguntó Marc.
-¡Venid! ¡Os lo explicaré!-Respondí.

Los demás barcos se acercaron al nuestro y se pusieron en paralelo, elevando una especie de puentes que entre todos formaban una pasarela. Nos volvimos a reunir, esta vez en un barco.

-Tenemos que hacer algo.-Afirmé.
-¿Y eso?-Preguntó Alfonso.
-El acantilado se acaba y estamos a punto de entrar en el norte.
-Cierto…-Pensó Unai.
-¿Qué vamos a hacer?-Se preguntó Terencio.
-De momento sigamos nuestro camino. Si lo vemos negro nos tocará dar un buen rodeo por allí.-Dijo Marc señalando al horizonte.

Aceptamos su propuesta y volvimos a nuestros barcos.

-Esto no va a salir bien…-Pensé.
-¿Acaso nos llevas a la muerte?-Se quejó uno de los nuestros.
-¡Claro que no!
-Confiad en él.-Me defendió Terencio.
-Lo que digas toca notas.
-¿Cómo me has llamado?
-Teren, relajate.
-Algún día lo haré pedazos…

Dejé a Terencio unos segundos para hablar con el que llevaba el timón.

-¿Todo bien?
-Perfecto. ¿Por qué preguntas?
-Es la primera vez que manejas uno de estos, y no se te da mal.
-En cuanto le pillas el truco…-Se rió.

Pero entonces dejamos de avanzar.

-¿Por qué paramos?-Preguntó Terencio, quien acababa de llegar.
-Delante.-Señaló aterrorizado el que llevaba el timón.

Justo enfrente teníamos 2 barcos con la bandera del norte.

-¿Nos han visto?-Dijo uno de los nuestros.
-No creo, nos acaba de atravesar la niebla.-Respondí.
-Deberíamos avisar a los demás…
-Ni se te ocurra usar ese cuerno.
-¿Y qué propones?
-Tú.-Señalé a un arquero.-Nada hacia los demás  barcos y avisales. Diles que nos toca dar un rodeo.
-Pero señor, está helada.
-Lo sé, y lo siento, pero no podemos hacer nada más.
-La niebla no durará mucho.-Dijo Terencio.

Splash!!

Aquel hombre obedeció. Un rato después volvió, y los otros barcos se posicionaron detrás de nosotros.

-¡Venga! ¡Movámonos!-Exclamé.

Y nos dirigimos hacia el este a toda velocidad. Estuvo cerca, pero se quedó en un susto. Ahora teníamos otro problema, estábamos en alta mar.

Juanjo III y la guerra de unificaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora