Coronación

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Ha pasado un mes desde aquello, y he vuelto a cumplir años. Lo he pensado muchas veces y…Es increíble la cantidad de cosas que he hecho a tan corta edad pero…Ha pasado mucho, ya tengo 16. Hace mucho que no veo a la gente de Tara…¿Estarán bien? Pues no importa. Hoy, 22 de noviembre de 1207, 3 días después de mi cumpleaños, voy a ser rey de toda Hispania. Mi responsabilidad ya no solo será la gente de Tara, sino la de todo el reino. La verdad es que no se si estoy preparado, tal vez sea demasiado para mi, pero tengo que estarlo, por los demás.

-Madre, no es necesario que me acompañes al altar…
-Hijo mío…Si tu padre supiera todo lo que has crecido…
-A él le encantaría estar aquí, y ver Hispania unida de nuevo. Igual que al abuelo.
-Estoy muy orgullosa de ti. ¿Lo sabes?
-Me lo imagino.
-Ven, dame un abrazo.

Durante unos segundos, ya no quería ser nada ni nadie, solo estar ahí abrazándola.

-Madre, me esperan. Cuida bien de mi hermano.-Sonreí.
-Lo haré. Pero espero que tú también estés a su lado.
-Siempre que pueda.

Subí al altar y me tomé unos segundos para prepararme. Era el día de mi coronación. Ya podía ser bueno el discurso, porque lo iban a recordar para siempre.

Los 12, o más bien los 11, me miraban desde lejos. Mi madre y mi hermano también estaban allí, y mucha más gente de todo el reino. Pero sin embargo, yo solo podía imaginar a mi padre y a mi abuelo ahí, a mi lado, dándome ánimos y asegurándose de que todo iba bien.

-Bienvenidos. Yo soy Juan José lll de Tara. Y me gustaría honrar a mis dos antepasados más cercanos antes de comenzar. Ambos dieron su vida para que esto fuera posible, y muchos más también. Por eso estoy hoy aquí. No por mí, por vosotros. Por los que ya no están y por los que siguen aquí, por todos los caídos en combate, y por los supervivientes. Por todos los que cayeron ante enfermedades, y por los que resistieron hasta el final. Estoy aquí, damas y caballeros, para hacer de Hispania un lugar mejor. El mejor lugar, a ser posible. Porque sí. Hasta hace poco este reino no era un buen lugar, ni siquiera lo es del todo ahora. Voy a quedarme, aquí, haciendo todo lo posible para que este sea el mejor lugar, defendiendolo aún cuando no me queden brazos, no por mí. Por mis amigos y familiares, por los que no están hoy aquí, y por todos vosotros. Porque soy Juan José lll, rey de Hispania.

Me clavé una daga en la herida de la flecha, y con la hoja impregnada de sangre, hice dos cortes diagonales sobre la enorme tela blanca que tenía detrás, formando una cruz roja con varias ramificaciones. Todos se asustaron pero seguí con la charla.

-Es tanto mi amor por este reino y su gente, que nuestra bandera y escudo será mi propia sangre, la sangre del rey.

Juanjo III y la guerra de unificaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora