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Pasó el fin de semana, y la chica había se había olvidado del equipo de voleibol. El lunes por la mañana, Hoshi se levantó como de costumbre y realizó su rutina diaria para ir a la escuela. Se lavó la cara, se puso el uniforme, guardó sus cosas en su mochila, bajó a desayunar y guardó su almuerzo, lavó sus dientes y finalmente se cepillo el cabello, aunque en realidad esto último no le parecía algo útil, no importaba cuanto se esforzara en peinarse, su cabello siempre parecía hecho un desastre.

Estaba a punto de salir de su casa, cuando su madre le recordó que llevara su uniforme deportivo para ir al club de voleibol después de clases. La chica soltó un suspiro, subió a su habitación, buscó el uniforme y lo guardó en su mochila, bajó las escaleras nuevamente, se puso los zapatos y caminó rumbo a la escuela. Durante el trayecto iba pensando en cómo sería su primer día como mánager, si tendría que contactar escuelas contra las cuales jugar o conseguirles un contrato millonario para cada uno de los integrantes del equipo, aunque no tenía idea de cómo podría funcionar eso, si ni siquiera sabía que tan buenos o malos eran los jugadores del equipo, tampoco sabía sus nombres, ni tenía idea de cómo saber si eran buenos o malos, ya que no sabía nada del deporte, a pesar de haber buscado las reglas del deporte y esas cosas. Continuó el camino divagando en su mente, se sentía emocionada, aunque se lo negaba a sí misma. Sus pensamientos se detuvieron al escuchar el sonido de un claxon, era un auto que le pitaba mientras ella se encontraba caminando a media calle, miró al semáforo y notó que estaba en siga para que el auto avanzara, la chica caminó veloz y llegó al otro lado de la banqueta. Se reprendió mentalmente por caminar sin mirar a su entorno, abandonó todo pensamiento y se centró en llegar a su escuela.

Al llegar a su aula, se acercó a su asiento, puso su mochila en el suelo y se sentó en la silla. Observó a su alrededor, como siempre, era de las primeras en llegar. Sacó un cuaderno de su mochila, lo abrió en una página cualquiera y comenzó a garabatear, trazaba líneas que parecían no tener sentido, era un método para entretenerse, todos los días buscaba algo con que distraerse antes de que iniciaran las clases, a veces dibujaba, otras veces escuchaba música o leía un libro, de vez en cuando recostaba su cabeza en la mesa de su pupitre y esperaba a que pasara el tiempo. Disfrutaba de aquellos momentos en los que no había gritos por todos lados, era relajante y le daban una sensación de felicidad.

Hoshi recogió su cuaderno, tenía ganas de acostarse sobre su pupitre, cuando hubo guardado las cosas, sintió como algo se estrellaba contra su mesa. Eran un par de manos, grandes y blancas. Siguió la dirección de estas y se topó con un par de brazos largos, miró hacia arriba y frente a ella estaba un chico alto, de cabello grisáceo y grandes ojos color verde. El chico le estaba regalando una gran sonrisa, la chica se sitió un poco incomoda, entonces el chico inició la conversación.

— Buenos días Fufuma-san —Hoshi frunció el ceño al escuchar como la había llamado Fufuma-san, ¿Qué clase de nombre era ese?, se preguntaba la chica.

— Es Fukushima — respondió.

— Ah, perdón, Fukushima-san — se disculpó el chico que aún portaba esa enorme sonrisa. Hoshi se preguntaba por qué aquel chico había decidido hablarle, Haiba, era uno de los chicos de su grupo que le parecía extremadamente molesto. Siempre parloteando por todos lados — ¿Estas emocionada por tu primer día como mánager? — Preguntó el muchacho, dicha cuestión detuvo los pensamientos de la chica, quien no entendía, hasta ese momento, el por qué le dirigía la palabra. Al escuchar su cuestionamiento, Hoshi recordó haber viso a Haiba el viernes, en el gimnasio, era el más alto de todos los chicos del equipo de voleibol. Este nuevo descubrimiento le causo un gran malestar, pues no quería tener que convivir con una persona tan animada y ruidosa como le parecía aquel chico. Antes de que ella pudiera responder a la pregunta de Haiba, él continuo la conversación — Yo estoy realmente emocionado, tener un mánager debe ser genial, siento que me da poder — exclamó aun sonriendo.

La estrella que miraba a la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora