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Era un sábado, a finales de agosto, el equipo del Nekoma se encontraba en el gimnasio de su escuela, arreglando las canchas para los partidos de practica que tendrían aquel día, pues jugarían contra aquellos equipos que habían ido a la concentración de verano. Los 11 integrantes del equipo, contando a la mánager, iban de un lado a otro del gimnasio, poniendo las redes, limpiando el suelo, sacando balones, entre otras cosas. Al terminar, Fukushima se despidió de sus compañeros y les prometió que volvería más tarde. La chica dejó las instalaciones de su escuela y se apresuró a llegar a su casa, aquel día tenía que ayudar a su madre a cocinar varios pedidos de la pastelería donde su madre trabajaba, pues era mucho trabajo para ella sola, así que el plan consistía en ayudar al equipo a arreglar el gimnasio, luego ir con su madre y ayudarle a cocinar, para después volver al gimnasio y continuar con sus deberes de mánager.

Pronto llegó a su casa, corrió a la cocina, se lavó las manos y empezó a ayudar a su madre. Aunque a la castaña no le encantaba cocinar, le gustaba que por lo general la recompensaba con algún postre rico que le gustara. Entre ingredientes y trastos, madre e hija elaboraros diferentes tipos de galletas y panques a lo largo de aquella mañana. Al finalizar, la chica se limpió la harina, nuevamente lavó sus manos y caminó hacia el genkan para poner sus tenis. Cuando estuvo a punto de salir su madre la detuvo y le entregó una bolsa grande. Hoshi la abrió y observó que estaba llenas de bolsas de galletas caseras.

— ¿Por qué me das tantas galletas? — preguntó confundida.

— Es para que las lleves a tus amigos, a los entrenadores y a los otros equipos con los que jugarán hoy — explicó Azami con una sonrisa.

— Pero mamá, ellos son deportistas, no pueden comer cualquier cosa — pronunció.

— Lo sé, lo sé — contestó su madre quitándole importancia a las palabras de la chica — eso lo sé, por eso me di a la tarea de buscar una receta de galletas que puedan comer los deportistas de alto calibre como ellos.

— Bueno, en realidad no estoy muy segura de si sean de alto calibre — murmuró.

— Mira, las bolsas pequeñas son para tus amigos y los entrenadores Nekomata y Naoi— explicó Azami ignorando el comentario de su hija — las bolsas más grandes son para el resto de equipos, una es para las managers y otra para los demás entrenadores — la madre de la castaña había hecho 10 bolsas de galletas individuales para los integrantes del Nekoma y dos para los entrenadores, luego había hecho 6 bolsas más grandes, cuatro eran para cada uno de los equipos que asistirían a esa pequeña concentración de fin de semana y las otras estaban destinadas para managers y entrenadores — ahora ve que se te hace tarde — Azami empujó a su hija hacia la puerta y se despidió de ella sin que Hoshi pudiera decir algo.

Fukushima corrió hacia la escuela, bueno, caminó lo más rápido que pudo, ya que no le parecía buena idea correr, pues no quería tropezar y caer con las galletas y que estas se rompieran, así que solo caminó a paso veloz. Cuando llegó a la escuela, cambió su caminata a una más tranquila, esperaba que aún no terminaran los partidos de la mañana o que aún no empezaran los de la tarde. Mientras se acercaba al gimnasio escuchó el sonido de los balones impactando en el suelo, el rechinar de los zapatos y algunos gritos de alegría y frustración, al llegar a la puerta, se asomó discretamente y observó a los distintos equipos, todos se encontraban haciendo algo. El Nekoma estaba en un partido contra Ubugawa, Karasuno se enfrentaba al Fukurodani y Shinzen estaba en otra de las canchas practicando saques y recepciones. La mánager caminó con sigilo hacia donde se encontraban los entrenadores de su equipo, todos estaban tan concentrados en los partidos que nadie notó la presencia de la castaña, todos excepto el entrenador Nekomata que la recibió con una sonrisa, la chica se sentó a su lado y le entregó una bolsa pequeña de galletas, le dijo que eran de parte de su madre, que había hecho bolsas grandes para los diferentes equipos y otras mas pequeñas para sus compañeros de equipo y ambos entrenadores del Nekoma. El entrenador aceptó gustoso la bolsa y empezó a degustar aquellas galletas, mientras observaba el partido de su equipo que estaba a punto de finalizar con una victoria para Nekoma.

La estrella que miraba a la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora