Capítulo XXXV

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POV ARIADNA

Esa misma mañana nos dirigimos al aeropuerto para volar a Badajoz, que yo tampoco lo entiendo, si vamos a estar en el avión menos de veinte minutos, ¿por qué no vamos en bus? Nada, cosas de ricos.

Una vez allí los chicos desaparecieron entre tanto entrenamiento, físios y firmas con fans, que me encanta que lo hagan y se dediquen plenamente al partido, pero también los echo de menos, jolín.

Eva por su parte había decidido dormir un poco más por la mañana, así que estaba sola, en una ciudad que no era mi Sevilla y sin saber qué hacer.

Para la hora de comer, el comedor se llenó de gritos, porque el tonto de Unai le estaba robando comida hasta a Adama, yo no sé cómo nuestro portero no está muerto ya.

-Rubia, ¿en qué piensas?- Marquitos se sentó a mi lado poniendo su mano sobre mi rodilla.

-En que echaba de menos estar aquí.- Le sonreí.- Me dan tanta vida estos tontos...

-¿A quién has llamado tonto tú?- Apareció Laporte para reñirme.

-Aunque no queráis admitirlo, un poco bobos si sois.- Atacó ahora mi novio y yo reí.

-¿Y tú por qué te excluyes?- Contraataqué y el rubio se hizo el ofendido.- No te enfades cariño, era broma.- Acaricié su cara.

-Ya vienen los romanticismos, mejor me voy.- Ayme cogió su plato y se fue, dejándonos a los dos muertos de la risa.

Por la tarde los chicos se dedicaron a jugar al ping pong, ¿se les daba bien? Pues no, pero no por eso dejaban de intentarlo. El mejor era Koke, quién no era capaz de tirar dos bolas rectas y se frustraba por ello, pero su oponente, alias Azpilicueta no era mucho mejor.

-Estoy cansado, ¿vienes a la habitación?- Esa voz que me encanta tanto susurró en mi oído las palabras perfectas para hacer que desapareciera de esa sala en cero coma.

Mientras subíamos oí a Eric que parecía indignado hablar con alguien, pero no le di mucha importancia, porque Marcos estaba atacando mi cuello a besos.

-Marcos, al final va a salir un hijo de aquí.- Reí.

-Sabes que no puedo resistirme contigo, nena.- Siguió besándome y cuando las puertas se abrieron nos dirigimos a la habitación.

Y una cosa llevó a la otra, y como no acabamos follando como solo él podía hacérmelo. Porque puta he sido y puta seguiré siendo, por mucho que me pese.

POV EVA

Estaba en la habitación, viendo una serie mientras el resto jugaba en la sala de juegos. Si os soy sincera, no me apetecía mucho el plan y preferí estar un rato sola.

Pero la cosa cambió cuando oí unos gritos en el pasillo. ¿Qué coño les pasaba ahora?

Me asomé al pasillo y me fijé que los gritos provenían de la escalera, así que me acerqué un poco para oírlo.

Era Eric y alguien más...

-Le has hecho mucho daño tío, asúmelo ya.- Ferrán, era Ferrán con quién discutía.

-¿Te crees que yo quería dejarlo? Yo quería mucho a Eva.- Auch, ese "quería" en pasado ha dolido.

-Si tanto la querías, ¿Por qué la dejaste ir?- Mi mejor amigo parecía confuso y yo también lo estaba.

-Porque no quería que sufriera joder, sabes que odio las distancias y sé que ella también.-Dijo el catalán.- No podía obligarla a venirse a Barcelona, no era justo para ella.

Pude sentir una parte de mí romperse ante esa confesión, más que nada porque sé que tiene razón. Mi futuro está en Madrid, y el suyo en Barcelona, y por mucho que me lo hubiese pedido, no hubiera renunciado a mi ciudad por una relación de tres semanas.

-¿Y las vacaciones? No te has dignado a venir a verla ni un puto día tío. En cambio yo sí he estado para ella cuando lloraba por ti en Valencia.

-Estaba claro que ibas a aprovechar cuando lo dejáramos.

-¿Qué dices?- Fer elevó la voz.

-¿Te crees que no veo cómo la miras? Te agradezco que la hayas apoyado en todo, pero no soy tonto Ferrán, Eva te gusta y por eso has estado para ella todo este tiempo.

¿Qué? ¿Le gusto a Ferrán?

-Eso ya no es de tu incumbencia, porque yo sí estuve para ella y merece estar con alguien que la quiera, que la apoye, la mime y la haga sentir la mejor mujer de este mundo, porque lo es. Oí unos pasos acercarse, pero seguía en shock, intenté correr hacia la habitación.

-¡Mierda, Eva!- La voz de Ferrán y Eric al final del pasillo me dio a entender que me habían visto, pero ahora que más daba.

-Eva.- Ferrán entró por la puerta.- Puedo explicártelo, de verdad, yo...

-No quiero oír nada Fer.- Le miré con los ojos llorosos.- Está claro que los dos habéis jugado conmigo a vuestro antojo, y no lo merezco.- Me levanté para salir.- Necesito tomar aire.

Subí a la azotea y me senté en la primera silla que pillé en la terraza, abrazando mis piernas.

-Vas a coger frío.- Una manta me arropó y vi al catalán sentarse a mi lado, y no sé por qué ya no me molestaba su presencia.

-Siento que hayas tenido que enterarte así.- Me miró.

-Tranquilo, estoy acostumbrada a que me mientan en la cara.- Sorbí mi nariz.

-Eva...- Eric se rascaba la nuca nervioso.- Lo siento, de verdad que lo hago, pero por una parte pienso que todo lo que tiene que ver contigo me sale mal, y créeme que no he dejado de quererte, pero...

-Pero ya no es lo mismo.-Agachó su mirada.

-No es lo mismo porque no sé estar lejos de ti y esos setecientos kilómetros me matan. –Suspiró.- Quiero estar contigo todos los días de mi vida, igual que te lo prometí en Londres, pero no sé cómo gestionarlo, nena.

-Me he pasado todo el verano buscando piso y trabajo en Barcelona, Eric.

-¿Qué?

LUJURIA/ Marcos Llorente y Eric GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora