♣ · Capítulo 15 · ♣

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Capítulo 15

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Capítulo 15. El cementerio.

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El recital ha terminado y Madness no puede estar más feliz y satisfecha por su participación. Salta de emoción mientras saluda a las madres, padres e hijos que salen del auditorio -perteneciente al colegio donde ella asiste una vez a la semana- en el cual se llevó a cabo el recital.

En un principio -ni siquiera ahora estoy de acuerdo con que asista a ese colegio- no estuve de acuerdo con que asistiera. Y es más que obvio el por qué, pero la enana insistió, e insistió, y lo hizo tanto que finalmente di el brazo a torcer.

Claro que eso no significa que no se lleven a cabo unas estrictas reglas que tuve que imponer para no ser descubiertos. Una de esas es que Madness vaya disfrazada -peluca y lentes de contacto- a la escuela, que no le diga su nombre real a nadie y que nunca hable con un desconocido.

Volviendo a la realidad, ya ha caído la noche y una pequeña llovizna ha empezado a caer, mojando levemente el paraguas negro en que vienen cubriendo a Madness del agua.

No pude ver el recital en persona por culpa de mi situación como fugitivo, pero eso no evitó que viniera con ella hasta el estacionamiento y viera su actuación desde una cámara que portaba uno de los voyevikis que entró con ella.

Los dos voyevikis -un hombre y una mujer que hacen de sus padres frente a todos- que guían a Madness, terminan de llegar a la camioneta, y sin perder el tiempo, la suben para que no vaya a pescar un resfriado.

—¡Me dieron un ramo de flores! —grita la pelinegra al entrar, agitando un pequeño ramo de rosas blancas—. ¡Y gané una medalla!

Pensé que era un recital...

Le devuelvo la sonrisa que me da, mientras tomo la medalla que me extiende. Esta tiene en la parte frontal el número uno plasmado, y en la trasera, a una bailarina de ballet pintada. Cuando ya he terminado de detallar la medalla con mis ojos, despego la mirada de ella y la vuelvo a Madness, que sonríe con amplitud.

—Muchas felicidades, enana.

Le devuelvo la medalla y ella se la coloca en el cuello como puede, rebosante de alegría.

A pesar de que hay una gran sonrisa en su rostro, que sugiere que está feliz, sé que necesita a su madre y que cada día recuerda con dolor que hay una promesa que todavía no le he cumplido.

He hecho todo en mis manos para conseguirlo -he mirado en cada propiedad en EE.UU perteneciente a la mafia italiana, buscándola, pero la tierra parece habérsela tragado, al igual que a Matteo-, pero nada ha dado frutos.

Le doy la orden al chófer de que arranque, y cuando este empieza a moverse, me giro en dirección a una Madness ahora más tranquila por el cansancio. Poco a poco ella va cerrando sus ojos, hasta que parece haberse dormido.

Blackjack, Reina  {A #2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora