♣ · Capítulo 31 · ♣

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Capítulo 31

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Capítulo 31. Más problemas.

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Subo las escaleras a paso lento mientras observo a Becka ir por delante de mí de puntillas, con la intención de no alertar así a Madness o a algún otro integrante de la casa de que estamos en la segunda planta. A pocos metros de mi habitación, Becka empieza a correr como un ladrón que teme ser descubierto a medio robo, mientras yo mantengo mi ritmo tranquilo, más por el dolor que me produce correr que otra cosa.

Cuando entro en la habitación me aseguro de echarle el cerrojo a la puerta -conociendo a Madness y su mala costumbre de entrar sin tocar, es lo mejor- y me aproximo hacia el tocador. Empiezo a desvestirme para entrar en la ducha y quitarme el sudor de encima, cuando por el reflejo del espejo logro ver a Becka sentarse en mi sillón, afligida.

—¿Qué pasa?

Por un largo tiempo el silencio reina en la habitación, abriéndole paso a cientos de dudas que llenan mi cabeza sobre lo que pasó abajo, la mayor de ellas siendo por mucho que no haya estado segura de hacerlo.

—Olvidé pedirte que te pusieras un preservativo —su murmuro me saca de mis pensamientos.

Con mis dedos busco quitarme mis anillos, mirando en dirección a Becka, confundido, pero rápidamente vuelvo mis ojos a mis dedos al sentir que no hay nada puesto en ellos.

Olvidé mis anillos abajo.

Giro mi cuerpo sobre mi propio eje para quedar de frente a ella, pero en ningún momento Becka me mira, así que queriendo llamar su atención, suelto un sonoro suspiro.

—¿Por qué estas tan enfrascada en usar condón? —ella no responde a mi duda, y eso me hace pensar demasiado en que quizás ella no sienta la misma pasión que antes—. En todo caso, creo que tenemos píldoras, pero de no tener...

***

Pov's Becka Provenzano

—Lo sé, lo sé. No es nada —le corto para evitar tener que profundizar el tema, mirando hacia él mientras suelto las palabras—. Ve a cambiarte la venda. Abajo vi que ya está llena de sangre.

Aleksandr mira su hombro, y sin decir nada más tira su camisa arrugada en un cesto para la ropa sucia. Luego se quita los zapatos, seguido de su cinturón y pantalón. Cuando ya solo queda el bóxer en su cuerpo, el ruso camina hasta mí -que me encuentro absorta viendo una mancha blanquecina sobre mi ropa- y extiende su mano en mi dirección.

—¿Quieres venir a darte un baño conmigo?

—No puedes mojarte el hombro —le recuerdo.

—Usaremos la tina y no la ducha.

—¿Y qué hay de tu venda?

—La cambiaré cuando salgamos.

Cojo su mano y tomo impulso para poder ponerme de pie, dejando las excusas a un lado y siguiéndolo. Dejo que el ruso se adelante para que llene la tina mientras yo me desvisto y dejo únicamente una bata cubriendo mi cuerpo.

Blackjack, Reina  {A #2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora