♥ · Capítulo 24 · ♥

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Capítulo 24

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Capítulo 24. Ella sabe cosas.

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Eso fue intenso. Demasiado.

Y no me refiero a la intensidad de sus embestidas, me refiero a cómo me trató, a cómo en todo momento me distraía con sus caricias y sus besos para que pudiera disfrutar al máximo este encuentro.

Fue simplemente perfecto.

Un suave roce de los labios del ruso en mi hombro me saca de mis pensamientos, seguido de la voz ronca de Aleksandr cerca de mi oído.

—Voy a darme un baño, ¿Quieres venir conmigo?

Yo niego, sintiéndome agotada.
—Tengo mucho sueño.

Escucho la risa suave de Aleksandr a mis espaldas, alertándome todavía de su cercanía, y luego lo siento dejarme un casto beso en el cuello.

—Duerme un poco.

Cierro los ojos y me preparo para dormir, sintiéndome demasiado cansada como para aceptar la tentadora propuesta de Alek, cuando recuerdo la herida en el hombro del ruso.

—Oh, por todos los santos. Olvidé tu hombro, ¿Estás bien? —prácticamente grito mientras salgo de entre las sábanas de la cama del ruso, descubriendo mi cuerpo.

Cuando me doy cuenta de mi acción tan repentina y poco meditada, intento volver a la cama, pero el ruso me detiene, atrapándome por la cintura y cargándome.

—Ahora estoy mejor. Gracias por preocuparte.

Me cruzo de brazos y arrugo la nariz con molestia mientras ruedo mis ojos, intentando aparentar indiferencia.

—Me alegro mucho. Ahora bájame y no me mires.

—¿Por qué? Te ves preciosa.

—Debes ser el único al que le parezco preciosa viéndome así.

—A mí me parece perfecto. Significa que soy el único que va a tocarte.

—¿Eso es lo único que te importa?

—No. También me gustaría que pudieras verte con los mismos ojos que te veo.

Entrecierro mis ojos en su dirección, mientras rezo porque no sea tan obvio que amo que me hable así, hasta que son poder evitarlo una pequeña sonrisa aparece en mi rostro. Para ocultarla miro hacia otro lado.

—¿No ibas al baño?

Aleksandr me pone en el suelo con cuidado, y luego de darme un largo beso en los labios, se separa de mí y empieza a caminar en dirección a la puerta del baño. Segundos antes de traspasarla, se detiene y se vuelve hacia mí, confundido.

—¿Quién está haciendo galletas?

—¿Galletas? —frunzo el ceño, confundida—. No estábamos haciendo galletas, sino cupcakes... Oh, por el santísimo cielo. ¡Madness!

Blackjack, Reina  {A #2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora