♥ · Capítulo 34 · ♥

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Capítulo 34

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Capítulo 34. Tiempos desesperados, requieren medidas desesperadas.

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—Esto sigue sin ser buena idea. Como las cosas se salgan de control y empiece un tiroteo con nosotros ahí dentro, nos van a matar a todos —Alexey interfiere.

—En eso tiene razón el pelado —Anastasia habla antes de que alguien pueda quejarse de la negatividad con la que Alexey siempre anda—. Por eso los traemos a ellos, ¿Recuerdas? —ella señala a tres guardias de los pocos que obedecen a Alexey y que vienen en la Suburban con nosotros.

—Lo más inteligente sería esperar a que Aleksandr resuelva todo —él la interrumpe.

—Aleksandr no va a hacer nada.

—¿Y por qué supones que no podrá hacer nada?, además, ¿Desde cuando eres tan negativa?

—Desde que nací, más o menos. Y tú tampoco puedes hablar de negatividad.

Alexey detiene el vehículo de golpe y se voltea hacia Anastasia, culminando así la conversación con Annika de golpe.

—Sigo pensando que esto es una estupidez.

—Aquí nadie te ha mandado a pensar, solo conduce. O también puedes bajarte del auto y dejarnos ir a nosotros. No tenemos tiempo que perder.

Alexey le regala a Anastasia una mirada fúnebre, antes de volver a hablar en mi dirección con la misma calma de siempre.

—Becka, quiero pensar que eres la más coherente de las tres, ¿Puedes decirle que paren?

Aprieto con fuerza la empuñadura de la pistola que tengo entre mis manos y suelto un suspiro.

—Ustedes no tienen por qué hacer esto, yo sí. Puedo conducir sola hasta el lugar del encuentro.

—No y no, nada de eso —me interrumpe Anastasia—. Estamos aquí para ayudarte a recuperar a Madness. Al menos yo lo estoy.

Muevo mi vista de Anastasia a Alexey, quien suelta un suspiro de resignación y se vuelve hacia el volante nuevamente. Annika, que está a su lado, se encoge de hombros y le quita el seguro a la escopeta que tiene en sus manos.

—Tengo un entrenamiento militar ruso que nunca he puesto en práctica. Vamos.

Como si esa fuera toda la confirmación que necesitara, Alexey pisa el acelerador y vuelve a desplazarse por las calles desiertas de donde sea que estemos. Mientras el auto se mueve a una velocidad prudente para no ser multados, mi mente viaja a mucho antes de que nos escapáramos de la mansión.

"Toma" me había dicho Sonya mientras me entregaba un arma pequeña que había robada de las pertenencias de Aleksandr. Tomé el arma entre mis dedos y apunté al suelo con manos temblorosas. Se sentía fría y pesada. "No te preocupes. Con un poco de suerte no tendrás que usarla, aunque espero que, de encontrarte en peligro, no dudes en usarla". Levanté mi vista hacia ella, sintiendo los vellos de mi cuerpo erizarse por el miedo, entonces hablo: "¿Tú de verdad matarías a Raffaele?". Ella asintió, segura: "Si, haré lo que tenga que hacer para que jamás vuelva a atormentarnos a mi o a mi hijo". Volví a mirar el arma plateada que había entre mis dedos, con miedo. "Yo no podría", murmuré. Ella me miró y negó, contradiciéndome, "No hay límites que sean imposibles sobrepasar cuando se trata de algo que amas".

Blackjack, Reina  {A #2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora