♥ · Epílogo · ♥

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Epílogo

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Epílogo.

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Temple Bar Campground, Nevada. Algunos días antes de los sucesos del capítulo 35.

—¿Crees que vendrán? Porque como sabes no estamos en nuestro mejor momento en la pirámide de la mafia, y justamente a los dos que invitaste son jefes en ascenso.

—Vendrán —es mi única respuesta. Caleb arruga su frente y luego suspira, cansado—. Quiero que todo esto termine, y pronto.

—No eres el único.

Nuestra conversación se ve interrumpida cuando la puerta de la cafetería se abre y Vito Roselli traspasa la puerta. En cuanto nos ve a Caleb y a mi sentados a un lado de la cafetería, se dirige hacia nuestra mesa. Una vez se ha sentado, el castaño me mira directamente a los ojos con recelo.

—No creí estar nunca cara a cara con Aleksandr Vólkov —comenta en un murmullo el italiano mientras estrecha mi mano.

A mi lado Caleb ríe con falsa alegría.
—Ahórrate los halagos. No estamos aquí para unir negocios.

Mantengo mi silencio sobre la mesa, y antes de que uno de los dos empiece una discusión mayor y todo lo que tengo planeado se vaya a la mierda, otro hombre atraviesa las puertas del local, haciendo que el sonido de las campanas de la puerta dirija la atención de todos en la mesa en su dirección.

—Magnus Bane —me pongo de pie para saludarlo. Él estrecha mi mano con firmeza antes de sentarse frente a mí, pasando por alto a Caleb.

Vy i vashi druzʹya samodovolʹny —escucho a Caleb quejarse a mi lado.

«Tu y tus amigos los engreídos»

Muevo la copa que tengo frente a mi hacia un lado y aclaro mi garganta antes de empezar a hablar.

—Si por algo aceptaron venir, es porque consideraron mi propuesta y se dieron cuenta de que cada uno ganará más de lo que conseguiría jamás en el erróneo caso de que vaya a retirarme de mi puesto como Boss.

Magnus se remueve, incómodo, y a su lado, Vito se aclara la garganta. Leo sus expresiones faciales y corporales, y no hay que ser un genio para comprender rápidamente que ellos creen que todo esto es un vil engaño.

—¿Qué pasa? —pregunto finalmente.

—¿Cuál es la trampa? —inquiere Magnus.

—Ninguna.

—Debe de haberla. Nadie llega de la nada a ofrecerte en bandeja de plata por lo que has luchado años, mucho menos el enemigo —esta vez es el castaño el que habla.

Juego con los anillos que hay en mis dedos, girándolos sobre si y cambiándolos de lugar, hasta que vuelvo a hablar.

—No estoy ofreciéndoles nada en bandeja de plata. Cada uno hará una cosa por mí y yo le otorgaré una ventaja. Ya será cuestión de como ustedes manejen su poder que definirá si se quedarán o no en el puesto.

Blackjack, Reina  {A #2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora