♥ · Capítulo 10 · ♥

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Maratón 2/3

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Maratón 2/3

Capítulo 10. Un abrazo.

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Son las tres de la madrugada... Quizás las cuatro o cuatro y media.

El viento frío de la madrugada sopla con fuerza, causando en mí una sensación de congelamiento que llega hasta mis huesos, que juntamente con mi ropa húmeda, se encarga de hacerme titiritar de frío.

No fue de lo más inteligente salir hasta altas horas de la noche en esta situación y dejar a Rhett con la niña, pero de camino al búnker la culpa empezó a carcomerme.

Ella me llamó, esperó a que fuera a buscarla, probablemente ellos ya estuvieran ahí, pero yo me até a un plan en el que era necesario que Becka y la niña estuvieran encerradas con Matteo por semanas, quizás meses.

Limpio mis ojos de cualquier suciedad y acerco el izquierdo a la cámara. Cuando el dispositivo me reconoce, la puerta se abre automáticamente, dejándome pasar. Entro al búnker despacio, intentando no despertar a la niña ni a Rhett con mis pasos, y cuando ya he cerrado todo y supervisado que esté bien cerrado, me dirijo a la habitación principal. 

Al llegar lo primero que hago es deshacerme de mi camiseta, para luego cambiarla por otra, pero antes de que pueda ponérmela, la voz de la niña me alerta de su presencia.

—Es tarde.

—¿Y qué? —prácticamente le gruño, tomando una toalla del baño para quitarme el exceso de agua del cabello.

—Dijiste que llegarías a las doce, más tardar.

Cuando termino de usar la toalla, la tiro por donde sea, y entonces me volteo en su dirección.

A pesar de que mi mirada frívola está fijamente en ella, sus ojos no se apartan de los míos mientras me mira desde la cama con una serenidad impresionante para ser una niña tan pequeña.

—Esta habitación es mía, ¿Por qué estás aquí?

—Las demás huelen a encierro, y no dormiré así. Los malos olores no me dejan descansar bien.

No puedo evitar soltar una pequeña risa sarcástica ante su pretexto.

No puede negar que es hija de la rubia.

—¿Cuál es tu nombre, desconocido?

Paso dos de mis dedos por mi barbilla, analizando el comportamiento de la niña, hasta que finalmente el frío me gana y termino por ponerme la camiseta antes de responderle o terminar de evaluarla mentalmente.

—Aleksandr.

—¿Y ya encontraste a mi mamá, Alex?

Apoyo mis manos en el escritorio, de espaldas a ella y, luego, hago una mueca.

Blackjack, Reina  {A #2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora