Libro II de la bilogía 'Azares': Blackjack, Reina.
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«Empezó en Las Vegas y terminará en Las Vegas»
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Las cosas no habían salido del todo bien para Becka hace seis años y, esta vez, las cosas no sald...
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Extra #1. Mía y solo mía.
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Pov's Becka Kozlov
Dos años después...
Salgo de la ducha e inmediatamente empiezo a trenzarme el cabello. Cuando termino de hacerlo, coloco una liga en la punta de la misma para que no se deshaga mi trabajo, y una vez lo he hecho, me coloco un vestido ancho por la cabeza y salgo al balcón a respirar aire fresco.
Las vistas desde aquí son maravillosas, como si hubiesen sido sacadas de una fotografía. E incluso, algunas noches, parecen irreales.
Aparto varios mechones rebeldes de mi cara y respiro hondo, disfrutando de mi tranquilidad momentánea. De repente, alguien se coloca a mis espaldas y coloca sus manos en mis hombros a la vez que los masajea suavemente.
—¿Estás cansada? Anoche casi no dormiste.
—No, solo estoy pensando.
Las manos de Aleksandr ahora se enredan alrededor de mi cintura, entonces él entierra su cara en mi cuello y siento su respiración pesada empezar a hacerme cosquillas ahí.
—¿En qué?
—Nada importante —lo desvío del tema—. ¿Tú qué? Tampoco dormiste nada.
—Si, pero yo no me veo ni sueno cansado —es su pretexto—. Ahora ¿en qué estábamos? Cierto, ¿qué piensas?
No le respondo por un tiempo prolongado, así que entre nosotros se crea un silencio en el cual solo se escuchan nuestras respiraciones y los pájaros cantar mientras veo al horizonte, ensimismada en mis propios pensamientos. El sonido del río que hay a un lado de la mansión es el causante de que vuelva a la realidad.
—¿Alguna vez me has mentido?
—No —responde con seguridad.
—¿Estás seguro?
Aleksandr deja mi cintura y toma con una de sus manos mi barbilla, entonces tira de ella suavemente hacia un lado, hasta que puedo ver su rostro ojeroso.
—En lo único en que te pude haber mentido, fue cuando dije que no te quería, y es porque te amo, Becka.
—¿Ah, sí? ¿Y qué tanto?
Aleksandr pasa de parecer cansado y sonar somnoliento, a ser un depredador al que le brillan los ojos con lascivia y sus pensamientos son de lujuria. Como si fuera capaz de leer mis pensamientos y saber que trataría de huir, en un descuido mío él me voltea de golpe y me acorrala contra la baranda del balcón.
—¿Qué tal si en vez de decírtelo, me dejas mostrártelo?
Sonrío morbosamente, y antes de que pueda hacer cualquier otro movimiento, tengo a Aleksandr encima de mí, con su boca pegada a la mía y sus manos recorriendo tentativamente mi abdomen.
