♣ · Capítulo 3 · ♣

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Capítulo 3

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Capítulo 3. Donde empezó todo I.

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Dos días después...

La vida da golpes fuertes, golpes que te sacan todo el aire y te destruyen, pero de ti depende levantarte y seguir, demostrándole a la vida que tú eres más perra que ella... Claro que no puedo decirle eso tal cual a Madness, pero si puedo dejarle el sentido a la frase: Cuando estés en el fondo, no importa qué tan hondo sea, sube. Que no te derrote nada ni nadie.

Esas mismas palabras se las he repetido una y otra vez a Madness, esperando que, si algún día se encuentra al borde del abismo, sepa exactamente qué hacer. Y cuando la frase no es dicha en voz alta por mí para darle apoyo a Madness, me lo digo a mí misma para intentar no olvidarla.

Y esta es una de esas veces.

Me siento agobiada. No veo la luz al final del túnel en la que siempre intento enfocarme y tampoco la situación parece mejorar. Y no lo digo porque Matteo ahora se queda en la mansión más a menudo o porque cada vez se esté volviendo más agresivo conmigo. Lo digo por Madness. Cada vez más frecuentemente explota, la luz en sus ojos se está apagando y, como si eso fuera poco, se encuentra muy enferma.

Pasa mucho tiempo en cama, con fiebre y tos. ¿Lo peor? Cada día está más decaída. Tengo miedo de perderla y que mi única esperanza se apague, pero mucho puedo hacer. Solo queda esperar.

La puerta del baño se abre lentamente, dejando pasar a una pálida Madness. Al verla le regalo una pequeña sonrisa, aunque ella no viene exactamente feliz.

—¿Por qué tengo que usar esto?

—Hoy, hace ya tres años, murió tu abuelo materno.

—¿Y eso qué tiene que ver conmigo? No fui yo la que morí. Quiero quitarme este feo vestido.

Suelto un suspiro por lo bajo mientras me volteo hacia ella y me agacho su altura. Fijo mis ojos en su carita fruncida por enojo y, luego, le sonrío un poco.

—Necesito que seas paciente, Madness. Solo serán un par de horas.

Madness frunce más su ceño, pero no dice nada. De pronto sus ojos se aguan y un puchero aparece en su boca. Sin pensármelo mucho la abrazo con fuerza, percatándome de que está ardiendo en fiebre.

—¿Qué te pasa, mi Amor?

A pesar de mis múltiples preguntas dirigidas hacia ella, en ningún momento me dice nada, solo llora. Pienso en que en algún momento alguien pudo haberle dicho o hecho algo malo, pero en estos días nunca me he apartado de ella, pues desde que enfermó sus clases se cancelaron.

—Madness, Amor, ¿Qué te pasa? —le vuelvo a preguntar, pero esta vez apartándola de mi cuerpo y viéndola directamente a los ojos.

—No me gusta que Matteo esté aquí. Él no es bueno contigo.

Blackjack, Reina  {A #2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora