portadas

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s e m a n a  s i e t e

Terminé de abotonar la camisa y tomé mí portafolio del sillón para salir del departamento cuando el tono de Rebecca en mí celular me sorprendió y lo saqué entrando al elevador viendo dos mensajes.

Rebecca: Siento haberte dejado plantado ayer.

Rebecca: Nunca me había dado una cruda así y tenía que ir a esa sesión de fotos que olvidé.

Dominic: Por eso te digo que consigas una asistente. Descuida, podemos desayunar molletes otro día.

Rebecca: Déjame invitarte a desayunar hoy, ¿vale? Lo que quieras.

Dominic: No puedo, Alejandra me quiere en la oficina todo el día.

Rebecca: Te veo en la tarde, que Alejandra también me pidió ir para terminar con las fotos. Solo falta una.

Rebecca: Te invito a comer entonces.

Rebecca: No acepto un no por respuesta.

Ayer había tenido un gran dolor de cabeza y desperté tan tarde que no me di cuenta de las llamadas perdidas que tenía de mí madre y de Rebecca para decirme que se quedó dormida después de haber quedado a desayunar. Mi madre solo quería preguntarme como estaba, quizá aún no salían las fotos del evento de anoche.

Los dos decidimos mejor quedarnos en cama sobreviviendo a una cruda que me tomó todo el día y que no aguanté ni siquiera el ruido del microondas al calentarme un poco de sopa o el sonido de la lavadora cuando por fin me resigné a que tenía que lavar mí ropa porque no tenía calzoncillos limpios. En la noche Alejandra me había mandado un mail. Nunca manda mails a menos que sea importante y quiera que haya una prueba de que me solicitó en la oficina por si se me olvidaba asistir. Me quería temprano para terminar con las nuevas ediciones y lanzar la noticia lo más pronto posible en nuestras redes sociales. Parecía que quería hacer todo tan rápido para sacar los siguientes libros que me estaba volviendo loco en el proceso, estresándome al punto que creía que iba a terminar escribiendo algo mediocre solo para complacerla.

—Buenos días, Alejandra.

Volteó en su silla giratoria y me vio enojada. Fue de una manera que solo pasa en las películas, cuando el villano quiere hacer su entrada.

—Llegas tarde.

—Por dos minutos, no es nada. El estacionamiento está lleno. Parece que llamaste a toda la ciudad.

Me quité mí abrigo al llegar a su oficina, pero ella se levantó con su computadora entre sus brazos y me jaló para salir de ahí haciendo que casi me tropezara porque es más baja que yo. Aunque traía tacones, caminaba tan rápido que me costó seguirle el ritmo mientras me apretaba la muñeca con fuerza. Luego me soltó al empezar a bajar escaleras e ir al piso de diseño y fotografía como hace una semana.

—Vi las fotos del evento del sábado al que asististe con Rebecca.

Escuché unos pasos detrás de nosotros y volteé encontrándome a su asistente Tamara quien me pasaba una Tablet con fotos mías y de Rebecca del sábado. En la barra, platicando con otras celebridades y luego comiendo, todas con el sello de la revista en la esquina, en varias de ellas yo ni siquiera me había dado cuenta de que nos estuvieran grabando o fotografiando. Esto había salido como noticia junto con más fotos del evento con personas del medio más reconocidas que esperaría que hicieran que las nuestras pasaran desapercibidas.

—Esa es mi vida personal, Alejandra, no tiene nada que ver con lo que hacemos aquí.

Le regresé la Tablet a Tamara mientras entrábamos a un largo pasillo donde personas con maquillaje y vestuario corrían de un lado al otro.

Déjame cuidarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora