quédate

118 11 3
                                    

s e m a n a  d o c e.  t e r c e r  m e s

Quería ir inmediatamente a hablar con ella desde que había terminado de contarle la historia a mi madre y que se fuera después de que terminamos cenar. Quería ir y decirle que lo sentía por huir así que cuando mi madre se fue, bajé las escaleras esperando a que me respondiera, pero toqué tan fuerte desesperado, gritando su nombre borracho que quien salió fue el Daniel del departamento de lado en pijama, que era literalmente, unos calzoncillos así que vi de más mientras él se reía de verme así de pedo ya que estaba inconsciente. Era la una de la mañana, pero no me importaba a quién molestar, aunque cuando desperté crudo, una parte de mi se alivió al ver que no estaba porque quería decirle todo lo que siento en mis 5 sentidos y no pedo, donde podría no creerme y me podría considerar cobarde.

Rebecca decidido pasar su última semana en la ciudad con su familia, en casa de sus padres en otra ciudad, en el bosque y sin señal. Así que no hubo ni una sola forma de contactarla para verla antes o para saber dónde estaba la casa de sus padres. Por más que intenté de pedirle un favor a todos los contactos que quería para pedirles que me investigaran a las personas que la investigaran y me dieran la dirección, pero todos me dijeron que era ilegal y me terminé dando por vencido.

Fueron 4 días en los que no supe nada que ella y eso me puso aún más ansioso, días en los que pude pensar qué le iba a decir con mi corazón en la mano mientras escribía una y otra vez lo que le diría llenando el piso del departamento de hojas con mis pensamientos, pero nada me gustaba. O era muy cursi, o era muy seco. El bloqueo de escritor era horrible y más ahora que lo necesitaba más que nunca. Cuando vinieron a limpiar el departamento, se llevó una bolsa de basura solo de hojas que me avergonzó

No fue hasta el martes que al despertar y al haber tomado una gran taza de café que sabía que me ocasionaría taquicardia, es cuando la vi, escuché su voz como si estuviéramos en el mismo piso y al asomarme por la ventana la vi salir de un auto hablando con alguien, pero no vi bien con quien, sonreía, caminaba rápido para no ser atropellada ya que se distrajo y le tocaron el claxon y la perdí cuando entró al edificio con mi corazón palpitando con fuerza. Me vi para abajo, traía aún el pijama, pero no me importaba realmente. Dejé la taza de café en el lugar más cerca y menos peligroso que encontré y me cambié rápidamente que casi me caigo al terminar de ponerme los tenis.

Empecé a bajar las escaleras con mi corazón en mano, ni siquiera lo dudé dos segundos, ni siquiera me dio tiempo de razonarlo o saber si era lo correcto, pero ya estaba ahí, no podía perder más tiempo con ella, aunque fueran un par de días, no cuando ella era todo lo que quería. Cuando llegué al piso me encontré a dos personas saliendo del departamento con cajas que se me hacían conocidos por las pocas fotos que había visto por el departamento de Rebecca.

Sus padres están aquí.

Un hombre castaño y con una barba de candado, ojos igual de claros que los de Rebecca se me acercó más para pasar junto a mí que para saludarme ya que parece que no me reconoció. Era alto, apenas y yo le sacaba un poco de altura, aun así, atemorizante solo por ser el padre de Rebecca ya que la parte de conocer a los padres siempre ha sido complicado y atemorizante. A su lado, una mujer morena de cabello negro y ojos oscuros que al verme se apresuró a caminar con todo y las cajas mientras yo apretaba los puños, nervioso. De por si la situación me causaba ya un remolino de emociones como para agregarle conocer a los padres de alguien a quien quería mucho a eso. Me quedé viéndolos en silencio y quien me habló fue la mujer, creo que mencionó que se llamaba Isabel y su esposo Salvador.

—Qué joven tan apuesto, tú debes de ser Dominic.

—Un placer...

Apenas y pude hablar, mi voz era nerviosa y supongo que cómo lucía era la razón por la que me veía con lástima, estaba destrozado aún, había logrado bañarme y arreglarme, pero mis ojeras hablaban más por mí que otra cosa. Me abrazó rápidamente y después acarició mis brazos viéndome triste con una mueca que intentó de disimular. Obviamente lo sabía, toda la historia lo ha de saber incluyendo las mentiras.

Déjame cuidarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora