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No sé cómo hacen el efecto en las películas (seguro lo descubriré en este año) en el que cuando se cae o hay un cambio el mundo del protagonista toma un color como gris o azul que te hace inclusive sentir apático. Así lo sentí desde que salí de la oficina. Cuando pasé por Rebecca ella también lucía tensa mientras se despedía de su equipo con una gran sonrisa en el rostro, pero al voltear a verme solo forzó una sonrisa que hizo que mi estómago diera una vuelta, no quería ver desaparecer esa sonrisa por mi decisión. Me dio un corto beso en los labios antes de soltar su bolsa en el suelo.

—Hola, amor ¿cómo te fue en la oficina?

Bajó el espejo para pintarse los labios de nuevo intentando de hacer algo más que hablarme y sentí un nudo en mi garganta al recordar el trato y todo porque quería decirle, aunque no sabía cómo. No hemos tenido tiempo de nada más que para besarnos y follar, y tal vez es porque ahora estamos en la fase de luna de miel como todos lo llaman. Claro que hablamos y hay confianza, pero esto pasa los límites de todo lo que había pasado y hecho antes. Me aclaré la garganta bajándole el sonido a la radio, pero sin poder verla a los ojos.

—Bien, todo salió bien, cariño. Ya sabes cómo es Alejandra, es solo que la manera en la que pide las cosas es un poco agresiva, pero fuera de eso todo bien.

Haz la mentira más grande, adelante.

—¿Conociste a la influencer?

—Ah no, llegó cuando me fui y ni siquiera tuve tiempo de verla, no podría decirte si estaba guapa o no. Aunque si Alejandra me vuelve a decir su nombre podrías buscar sus redes sociales.

Le sonreí y ella asintió guardando su labial, lucía cansada, quizá no había dormido cuando la dejé.

—¿Podemos ir directamente a casa? No tengo hambre y aun así tengo que salir en un rato para otra sesión de fotos que salió de improvisto, fue de último momento, pero es un cliente de ya un tiempo que no podría fallarle. Además de que paga muy bien.

—Me parece buena idea, tampoco tengo hambre, aun así. Si nos da hambre después podría cocinar algo, una pasta si quieres.

Sonreí mientras empezaba a conducir a la casa. Rebecca hablaba, yo le contestaba, intentaba de hablar también sin lograrlo, pero con los nervios de punta que inclusive pensé que estaba temblando, pero solo fui yo que me aferré más al volante hasta que no se notara tanto. Quería hablar con ella de la situación, de lo que había hecho, de la decisión que había tomado, pero no encontraba las palabras para decirle lo que acababa de pasar. No cuando todo ha ido bien.

Sentí su mano en mi hombro haciéndome saltar mientras llegábamos al edificio y estacioné el coche.

—¿Estás bien?

Volteé a verla sonriendo y tomando su mano para darle un beso.

—Todo bien, cariño.

Salimos del coche y en el elevador, mientras mi corazón palpitaba con fuerza viendo al frente sin poder decirle nada más, inclusive sabiendo que notaría que estaba siendo extraño, sentí la mirada de Rebecca sobre mí en todo momento. E inclusive hice algo de lo cual no estoy orgulloso, pero quizá liberaría tensión en mis hombros y así se lo podría decir de la manera más tranquila después.

Tomé a Rebecca por sus mejillas para besarla, ella no opuso resistencia, pero parecía sorprendida mientras jadeábamos cuando ambos correspondimos a lo que sentíamos y la envolví en mis brazos para que sintiera que la necesitaba. El primer piso que se abrió fue el del departamento de Rebecca. No nos despegamos mientras nos acercábamos a la puerta y ella la abrió sin despegarse de mis labios.

—Te dije que estarías en el mood para hacerlo ahora.

Ella rio mientras me quitaba la playera e íbamos pegados a su habitación.

Déjame cuidarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora