10° Planta

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Camila

Al día siguiente no vi a Lauren en el trabajo, ni tuve noticias suyas. Después de tres días, empezó a formarse un pozo cada vez más grande en mis entrañas. Me preocupaba que me hubiera dejado, que hubiera terminado conmigo, porque no se había puesto en contacto conmigo; ni siquiera me había enviado un mensaje monosilábico.

Todos esos pensamientos se borraron de mi mente cuando volví a casa ese día después de clase.
Había una caja delante de la puerta. Era extraño, porque yo no había pedido nada, pero, en efecto, mi nombre aparecía escrito en la etiqueta. El nombre de la empresa no me resultaba familiar, aunque eso no impidió que la cogiera.
Cuando la abrí, había un sobre encima de otra caja más pequeña.
—Vaya… No había ningún nombre en el exterior del sobre, pero, cuando saqué la tarjeta, el corazón me dio un vuelco. Reconocí la letra al instante porque había pasado mucho tiempo estudiando la carta anterior.

«Camila:
Regalos. Aunque no sé si esto es para ti o más bien para mí.
Tuya.
Lauren».

Se me dibujó una sonrisa enorme en la cara mientras miraba la nota. Era corta, pero, de nuevo, aquel «Tuya» me cautivó. Tuve que ser muy creativa para sacar la caja interior, pero finalmente conseguí hacer palanca.
Era de color negro y brillante, con ribetes grises, atada con una cinta de tela a juego. No recordaba la última vez que había recibido un regalo de un chico; por otra parte, no había tenido novio desde segundo de carrera.
Lauren no era exactamente mi novia, pero al menos actuaba como tal.
—Oh… —Dentro de la caja había muchas capas de brillante papel gris y, debajo, una bolsa de seda. No, no era una sola bolsa, sino varias—.
¿Qué será…? Fruncí el ceño mientras abría la de arriba y sacaba el contenido. Era de tela, de encaje negro, y tras darle unas cuantas vueltas, cayó algo y me di cuenta de que eran tres piezas: tanga, sujetador y liguero.
Entonces entendí el significado de su nota. Aunque que a mí me serían de utilidad, a ella le gustaría verlas sobre mi cuerpo.
Tampoco eran artículos baratos. La calidad era exquisita, la tela suave.
Cuando llegué al fondo de la caja lo examiné todo con atención. De pronto poseía cuatro juegos nuevos de bragas, sujetador y liguero, así como ocho pares de medias de seda y dos corsés. Lo que más me llamaba la atención era que todo fuera de mi talla.
—Oh, se le da bien…
Esa mujer me estaba poniendo muy difícil que no me enamorara de ella. Dejando a un lado el horrible comienzo, al menos su ferocidad se había convertido en pasión. Y resultaba embriagador, te consumía.
Saqué el teléfono del bolsillo y le envié un mensaje.

Ven pronto.

Estaré ahí dentro de una hora.

Una hora. Tiempo más que suficiente. Fui hacia el cuarto de baño, despojándome de la ropa mientras avanzaba.
Le iba a dar un buen espectáculo.
Como llevaba dos meses en el hotel, había aprendido muchas de las costumbres de Lauren. Mantenía un horario estricto con las horas que trabajaba, y entendía por qué.
Los lunes se quedaba trabajando hasta tarde y solía pedir la cena al servicio de habitaciones. Las prendas para el servicio de tintorería y lavandería las entregaba los martes. Los miércoles trabajaba más tiempo porque yo no tenía turno, y había cogido la costumbre de pasar por mi apartamento cuando terminaba. Los jueves los dedicaba a cenar con clientes o con el director general de su empresa. Los viernes siempre daba con la forma de arrastrarme a su habitación. Los sábados eran un comodín; todo dependía de si tenía que ir al despacho o no. Los domingos por la noche estaba libre y había empezado a pasarlos conmigo.
Se había asegurado de que su paquete llegara el miércoles para nuestra cita; aunque no fuera una cita preestablecida, se pasaba por casa y pasábamos tiempo juntos. Las medias se deslizaron por mis piernas con la misma suavidad que si fueran de mantequilla. Por alguna razón, me sentía más poderosa con ese conjunto nuevo que con los otros. Eso sí, reservé el corsé para otro día.
Estaba aplicándome el maquillaje cuando oí que llamaban a la puerta.
—Mierda… —Me eché un último vistazo en el espejo, me cepillé de nuevo el pelo y me puse los tacones.
A través de la mirilla comprobé que era Lauren, y solté un suspiro antes de abrir la puerta. Ladeé las caderas y apoyé en ellas la mano mientras me sujetaba a la puerta con la otra.
—Buenas noches, señora Jauregui.
Abrió los ojos de par en par y tensó la mandíbula.
—Joder —dijo; dio un paso adelante y me acercó a ella. Cerró la puerta de una patada y echó el cerrojo antes de empezar a explorarme con las manos—. Mmm… —gimió contra mi piel—. Esto sí que es seda.
Me reí.
—¿Te gusta tu regalo?
Asintió.
—Y me encantaría demostrarte cuánto…
—Oh, señora Jauregui. —Me aparté—. Esto es solo una pose. No soy de ese tipo de chica.
Se rio por lo bajo, y me acercó a ella.
—¿Por qué no discutimos eso?
Una hora más tarde estábamos sentados en el suelo junto a mi mesa de centro con un montón de cajas de comida china y dos juegos de palillos; la cena después de una temprana sesión de sexo.
—Siento no haberme puesto en contacto contigo —se disculpó.
Noté una opresión en el pecho.
—Había empezado a pensar… No sé…
—¿Que me había cansado de ti? —preguntó, y negó con la cabeza—. Por favor, no vuelvas a pensar eso. Surgió una crisis y tuve que pasar muchas horas en el despacho.
Eso lo explicaba, pero al menos podría haber respondido a mis mensajes.
—¿Puedes hacerme un favor la próxima vez?
—¿Cuál?
—¿Podrías tener la cortesía de enviarme un mensaje para avisarme?
Me miró con ternura y extendió la mano para apretar la mía.
—Vale.
Envolví los fideos en los palillos. —Me he estado preguntando… ¿Por qué vives en un hotel?
Se tomó un segundo para tragar un bocado antes de responder.
—Sigo en el hotel porque no he encontrado casa; ni siquiera he tenido tiempo de buscar todavía.
Metí los palillos en su caja y le robé un pedazo de pollo con sésamo.
—Podrías estar haciéndolo esta noche en lugar de follar conmigo —señalé.
Sonrió y se lamió los labios.
—Sí, pero follar contigo es infinitamente mejor que buscar un nuevo alojamiento, Camila. De hecho, pasar tiempo contigo es más agradable que la mayoría de las actividades que existen.
—Más agradable que… —Me quedé pensando en algunas de las que había adivinado que eran sus aficiones favoritas—. ¿Ver un partido de béisbol?
—Verte a ti es mucho mejor.
—¿Gastar cantidades ridículamente altas de dinero en lencería femenina?
Se rio.
—Esa es una pregunta con trampa, Camila, porque me encanta verte con ella puesta.
—Gracias de nuevo por los regalos —dije, con las mejillas calientes.
Se pasó la lengua por los labios mientras metía los palillos en mi caja para coger unos fideos lo mein.
—Gracias por ponértelos.
—De nada. ¿Más agradable que las hamburguesas de queso con beicon?
—Comerte a ti es mucho mejor.
Negué con la cabeza y suspiré.
—Es usted incorregible, señora Jauregui.
—Y usted necesita comer, señorita Cabello. Alimentar su cuerpo. Lo va a necesitar para no quedar agotada esta noche.
Tragué con fuerza y sentí que mi cuerpo se ruborizaba de pies a cabeza. Iba a ser una buena noche.
Me moría de ganas de que llegara el día en que pudiéramos salir, de que tuviéramos una cita de verdad y empezáramos una relación real… si es que ella quería una. Sinceramente, no estaba segura de lo que quería. Decía que yo era suya, pero seguía sintiéndome como la chica de al lado.
Para que algo cambiara, para que estuviéramos juntos de verdad, Lauren tenía que marcharse del hotel.
Cuando salí de clase por la mañana había asomado el sol, lo que me hizo sonreír. Por fin era mayo y la temperatura empezaba a subir. Solo faltaban dos semanas para que terminara el máster.
Desde enero, había estado enviando mi currículum a diversas empresas, pero había recibido pocas respuestas. En cuanto terminaba las clases y durante los días libres me pasaba el tiempo buscando puestos afines a los que mandarlo.
Hasta ese momento, el hotel Cameo seguía siendo mi fuente de ingresos. Esperaba con ansiedad un horario fijo de lunes a viernes y sin clientes.
No iba a ser capaz de manejar a otra Lauren Jauregui sin salirme de mis casillas.
—Buenas tardes, Luis —saludé al entrar en la sala de empleados, dispuesta a fichar para empezar el turno.
Su cara se iluminó en cuanto me vio.
—¡Camila! ¡Oh, gracias a Dios que estás aquí!
—¿Qué ha pasado? —pregunté con temor. Estaba siendo demasiado amable, lo que normalmente significaba que necesitaba o quería algo.
—¡En la lavandería han perdido uno de los trajes de la señora Jauregui y no lo encontramos por ningún lado! Abrí los ojos de par en par, me quedé pálida y negué con la cabeza.
—No, por favor, no me hagas decírselo a mí. —Incluso a pesar de la relación que manteníamos, era una tarea que no quería asumir.
—Ella ya sabe que ha desaparecido —explicó—. Solo que no sabe que se ha perdido. Y no podemos encontrarlo en ninguna parte.
Suspiré y cerré los ojos.
—Genial. ¿Qué vamos a hacer para compensarlo? Como sabes, sus trajes no son baratos.
—Dale lo que quiera. Ya se ha gastado el equivalente al doble de mi sueldo anual desde que está aquí, así que lo que quiera. Una semana de estancia, una compensación económica, una combinación de ambas… Cualquier cosa con tal de que se quede contento —ordenó Luis.
Lástima que supiera exactamente lo que la señora Jauregui quería: que yo pagara por esa metedura de pata. Aunque tenía que admitir que me excitaba un poco experimentar su ira de forma sexual.
—Espero estar pronto de vuelta. Pero si no lo he hecho en una hora, enviad una bolsa para cadáveres.
Con cierto temor, recorrí el familiar camino a su habitación. Levanté lentamente la mano para llamar a la puerta, sin saber qué tipo de reacción iba a recibir. La mayoría de sus quejas habían sido una tontería para llevarme hasta allí, pero eso era un asunto serio.
Llamé a la puerta y un momento después abrió una señora Jauregui muy agitada.
—Buenas noches, señora Jauregui. Me preguntaba si podría hablar con usted sobre el traje —le pregunté. Se hizo a un lado y me dejó entrar.
—Imagino que, dado que estás aquí, no han encontrado mi traje, ¿no? —preguntó, y pude oír la ira en su tono—. Si no, no te habrían encargado que hablaras conmigo.
—No, y tengo todo un discurso preparado. ¿Te gustaría escucharlo?
Frunció el ceño y tensó la mandíbula.
—De acuerdo, ¿qué tiene que decir Camila, la supervisora del hotel?
—Le pido disculpas, señora Jauregui —comencé en tono profesional—. El personal de la lavandería no ha podido localizarlo. Esperamos que aparezca en breve. El hotel quiere compensarla por la pérdida de su propiedad. Somos plenamente conscientes de que supone un gran gasto y no creemos que lo ocurrido sea excusable, pero intentaremos enmendar el error.
—Oh, habrá que compensarme muy bien, Camila… —gruñó—. Ese traje costó más de lo que ganas en un mes, y esa disculpa enlatada no cambia ese hecho. El hotel puede compensarme por el traje, pero el resto será cosa tuya. —Me acercó a ella y me amasó el culo mientras detenía los labios a un centímetro de los míos—. Creo que con este culo podré sentirme satisfecho.
Parpadeé.
—¿Perdón? —No era el pago sexual que esperaba. Además de que nunca lo había hecho antes.
Se agachó aún más y me mordió la mandíbula.
—Voy a follar este culo tan provocador, Camila —repitió, moviendo las manos por debajo de la falda—. Quiero verte desnuda en mi cama. Ahora.
Aunque estaba nerviosa, me ardía todo el cuerpo. Solo con la voz podía conseguir que empapara las bragas. Hice lo que me ordenó y empecé a quitarme el uniforme. Estaba agachada, intentando deshacerme de la falda, cuando Lauren me detuvo poniéndome las manos en las caderas y restregando la polla por mi centro.
—¡Joder! Estoy convencida de que te pones esta mierda solo para mí, solo para jugar conmigo. ¿Es eso, Camila?
—Sí, señora Jauregui —respondí.
Me levantó y me hizo girar para que quedara de frente a ella.
—Lauren, Camila. —Se agachó para besarme. Unos segundos después, el beso se hizo más caliente y nuestras manos vagaron por todas partes dondequiera que pudiéramos tocarnos.
—Lauren —gemí. Sí, era mi Lauren, aunque un poco más brusca de lo normal, y me encantaba.
Sus labios se abrieron a los míos, y me clavó los dedos en la carne, acercándome todo lo posible.
—Lauren —jadeé.
—Túmbate boca abajo —me indicó, apartándose. Se volvió hacia la mesita de noche y la vi sacar un condón y un poco de lubricante.
Solo llevaba un segundo tumbada cuando la cama se movió y Lauren se colocó a horcajadas sobre mis muslos.
Se puso a masajearme las nalgas, juntándolas y separándolas. Unas gotas frías me cayeron sobre la piel, haciéndome gemir, pero se calentaron rápidamente cuando las movió al tiempo que presionaba mi apretado agujero con el pulgar.
No me gustaba.
—Relájate, Camila —dijo, empujando el pulgar entre los músculos tensos.
—Es que nunca… —Me quedé sin palabras, vacilando.
—No te preocupes, cariño, no te haré daño. Esto nos va a gustar a las dos —me tranquilizó. Se agachó y me besó el hombro antes de llegar a mis labios.
Me acarició suave y lentamente mientras introducía el pulgar, dilatándome. Sentía su polla dura y caliente contra el muslo. Gemí ante el calor que irradiaba y mis caderas se elevaron solas para acercarse.
De repente, deslizó dos dedos en mi empapado coño. Grité y me aferré a las sábanas por ese gesto repentino. Empezó a meter y sacar los dedos hasta que yo jadeé. Luego los retiró con un gemido. Gemí por la pérdida del contacto, pero me alegré cuando sentí su polla abriéndose paso.
Al principio me llenó lentamente y luego entró hasta el fondo. Más gotas cayeron sobre mi cálida piel; el pulgar fue sustituido por los dos dedos que había utilizado para excitar mi coño. Con cada empujón de sus caderas, introducía también los dedos.
Normalmente, el ritmo lento no me excitaba demasiado, pero la postura hacía que su polla rozara un punto sensible, lo que me llevó al límite, arrancándome gemidos y gritos suaves.
—Lauren…
El ritmo crecía, al igual que el placer que me inundaba la mente.
—Córrete, Camila —gimió—. Necesito que te corras, nena.
—Joder —siseé. Cambió un poco su postura y mis ojos se abrieron de golpe. Unas cuantas caricias más, y estallé a su alrededor, gritando contra la manta mientras me corría.
—Joder, qué bien. —Continuó con un ritmo lento y constante mientras yo disfrutaba mi orgasmo—. Creo que ya estás lista.
Mi mente aún se estaba despejando del clímax cuando ella se retiró y sentí la cabeza de su polla en el culo. Oí el chasquido del envase de lubricante, más gotas en mi piel, y luego el sonido húmedo de ella al acariciarse. Poco a poco, empezó a empujar lentamente, comprobando que estaba dilatada antes de empujar más. Era… incómodo, pero no doloroso, como esperaba.
—Oh, joder, nena. ¡Sí! —gritó, introduciéndose más profundamente—. Qué jodido espectáculo.
Fue subiendo el ritmo, primero despacio y luego más rápido.
Deslizó las manos más abajo y comenzó a masajearme los pechos, tirando y retorciendo mis pezones. Sabía que los pezones eran mi punto débil y me hizo gemir en un abrir y cerrar de ojos.
—Eso es, nena. Muy bien…
Sus gemidos, profundos y roncos, me atravesaron, me excitaron.
Me estrechó con más fuerza.
—¡Joder! Ya me corro. —Dejó escapar un grito estrangulado, y apoyó la cabeza en mi hombro. Sus caderas estaban al ras de mis nalgas, cada vibración de su polla hacía que me atravesaran relámpagos de placer. Después de un momento, se relajó y pegó el pecho a mi espalda.
Se quedó allí un momento antes de retirarse y quedar tendido de espaldas. Le costó un rato recuperar el aliento, pero luego se acercó y me besó las nalgas.
—¡Esto sí que ha sido una compensación perfecta! —dijo—. Ya era hora de que este hotel tuviera algo bueno. —Se puso de lado y me acercó a él para besarme.
—Me alegro de que hayamos podido llegar a un acuerdo —respondí antes de dejar traslucir mi ira. Era de justicia—. Aunque, la próxima vez que quieras probar algo picante y pervertido, ¿podríamos hacerlo cuando no esté de servicio, y que no sea por alguna metedura de pata que haya tenido el hotel?
Hizo una mueca.
—He vuelto a ser una idiota, ¿no? Debería haberte preguntado primero. Lo siento. Estaba nerviosa y he dejado que eso me afectara.
—Téngalo en cuenta la próxima vez, señora Jauregui —advertí, lanzándole mi mirada más airada.
Abrió los ojos de par en par.
—Sí, señora.
La miré con intensidad, intentando averiguar si había oído bien.
—Oh, Dios mío —dije por fin.
—¿Qué?
—¿Tienes modales?
Curvó los labios.
—Puede que mi madre me los haya inculcado en la infancia.
—Deberías utilizarlos más a menudo. A las chicas les gustan sus parejas educadas —aseguré.
—También lo tendré en cuenta. Tal vez deberías escribir un manual. Todo esto del cortejo y los modales me resulta muy confuso.
—¿Quieres decir que eres capaz de dirigir un imperio multimillonario pero no sabes arreglártelas para cortejar a una mujer? —dije en tono de burla.
—Es evidente que no. He metido la pata con una mujer en particular a la que le tengo mucho cariño. Además, hace tiempo que no hago nada de esto —dijo, y yo intuí una historia detrás de sus palabras, pero no se explayó.
—Bueno, creo que puedes compensarme. Solo tienes que consultar ese artículo de la Wikipedia sobre el cortejo —le propuse con una sonrisa.
Se levantó de la cama y se dirigió al baño.
—¿Flores? ¿Cartas? —Se giró para mirarme—. ¿Regalos?
—¿Qué tal una cita en un sitio público? —pregunté, arqueando una ceja.
Abrió los ojos como platos.
—O mejor no… —me interrumpí, y de pronto me sentí muy insegura sobre lo que estaba pasando entre nosotros. Aparté la vista, incapaz de aceptar su rechazo. La cama se hundió y, de repente, volví a estar tendida de espaldas, acorralada debajo de ella. Su mirada era tierna y su tacto reverente cuando me acarició la cara, obligándome a concentrarme en ella.
—Creo que es una idea perfecta.
—¿Sí?
—Creo que he sido egoísta con el tiempo que pasamos juntos. Créeme, cuando los dos nos vayamos de este hotel, saldremos siempre que quieras.
El alivio y la alegría inundaron mi pecho. Lo único que quería era pasar más tiempo con ella al aire libre, y por fin lo iba a conseguir. No solo eso, sino que acababa de hacer la promesa de más, de un futuro fuera del hotel.

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Que emoción todo el apoyo que ha recibido está historia ✨💜✨ no saben lo mucho que me emociona como la han recibido tan entusiasta mente en sus librerías

No sé olviden de dejar su voto y comentar 😉. Ahora empieza el maratón 1/6

¿Negocios o Placer? {Camren Gp}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora