Maratón 2/6
Camila
El primer turno siempre se me pasaba volando. Había clientes que salían hasta el mediodía, luego venía el almuerzo, y la gente empezaba a llegar después de comer para registrarse. Eso me permitía trabajar y las horas volaban, pero solo veía a Lauren de pasada. Incluso el segundo turno era rápido. Pero ¿y el tercero? El tercero era el peor.
Por alguna razón, llevaba semanas trabajando en el tercer turno. Era una mierda, pero eso me permitía ver a Lauren a primera hora, cuando ella volvía del gimnasio.
—Que tenga un buen día, señora Jauregui —le dije a Lauren, tratando de no mirar descaradamente el sudor que se deslizaba por su piel o la forma en que flexionaba los músculos.
—Buenos días, Camila. Tenía un aspecto muy diferente con la ropa de entrenamiento. Muy opuesto al que ofrecía con aquellos trajes hechos a medida, aunque no estaba segura de qué versión me gustaba más.
Desnuda. Sí, esa era mi favorita.
Acababa de tomar otro sorbo de café con leche cuando Shawn apareció a mi lado.
—Hola —dijo mientras me miraba. Su sonrisa normal y feliz había desaparecido.
—Hola. ¿Cómo estás? —La tensión entre nosotros resultaba muy incómoda y muy diferente a la de siempre.
Asintió.
—Bien.
Bien. No genial, lo que en su caso significaba mal.
—¿Todo va bien?
—Creo que sí, solo tengo algunas cosas en la cabeza.
Le ofrecí una leve sonrisa.
—Me pasa lo mismo.
La incomodidad persistió mientras repasábamos los informes de la noche. No tardamos mucho, y al poco tiempo estaba en la sala de descanso sacando el bolso de la taquilla y quitándome los zapatos de tacón.
Todavía tenía a Lauren en mente y, cuando miré el móvil, descubrí que yo también ocupaba sus pensamientos.
Tendré un buen día cuando vacíe mis pelotas dentro de ti.
Mis ojos se abrieron de par en par al leer el mensaje.
Eres muy mala al burlarte de mí así cuando no puedo ir a verte.
Mientras metía los zapatos en el bolso, mi teléfono sonó de nuevo para indicar que había recibido otro mensaje.
Siempre puedes venir a mi despacho. Podríamos jugar a la jefa perversa y la pícara secretaria. ;)
Oh, me encantaría eso, pensé.
Ya quisieras. Necesito dormir.
Cerré la puerta de la taquilla con llave. A los pocos segundos, mi teléfono volvió a sonar.
Tienes razón, ya quisiera… Dulces sueños.
Dulces sueños contigo, ¿verdad?Preferiblemente.
Que tengas un buen día.
Solté un suspiro y me dirigí al aparcamiento. Me había costado mucho no subir a su habitación. Mi cerebro había repasado todas las opciones, las diferentes maneras en que podía deslizarme sin ser vista. Pero ese era el problema: en ningún lugar era invisible. Había cámaras por todas partes, y el ascensor de servicio era peor que los de los clientes.
Llegué al coche y lo arranqué, pero no metí la marcha. Seguía tentándome. Era mi punto débil.
Con un gemido, le envié otro mensaje.
Todavía no me he ido, y todo es culpa tuya.
Su respuesta llegó segundos después.
¿Dónde estás?
En el aparcamiento.
Vete al de los clientes. Busca un suv negro de Audi en la tercera planta del sótano.Miré la pantalla dando golpecitos nerviosos en el lateral del bolso. ¿Debía ir? ¿Y si alguien nos veía? Por otra parte, ¿qué iban a ver? Lauren era a veces imprevisible, pero tampoco se iba a arriesgar a que yo perdiera mi trabajo. Bueno, cualquier cosa iba a ser más de lo que teníamos.
Tras un largo minuto de debate conmigo misma, metí la marcha atrás y moví el vehículo. El corazón me latía más rápido en el pecho con cada piso que subía. Me emocionaba verla, estar con ella aunque fuera durante un breve segundo. El deseo que sentía me daba alas; el deseo de que fuera mía.
Conduje por la tercera planta del garaje. Estaba llena de vehículos caros, pero por suerte conocía el logo de Audi y sabía qué buscar. Había dos Audis, pero solo uno era negro y, casualmente, la plaza de al lado estaba libre. Después de unas cuantas maniobras, aparqué en ella para que las puertas de los conductores quedaran una junto a la otra.
Unos minutos después vi que Lauren se acercaba y bajé la ventanilla.
—¿Este es tu coche? —preguntó.
—Bueno, si lo dices así porque estás comparando mi viejo Corolla de segunda mano con tu reluciente Audi nuevo, entonces, sí, es mi coche y hace su función.
Sus ojos se abrieron mucho mientras lo miraba.
—Vale.
—Es todo lo que me podía permitir. También en tu vida tuvo que haber una época en la que no podías permitirte mucho más.
—La hubo. Pero ha pasado tanto tiempo que me he olvidado de cómo era.
Se echó hacia mí, y no pude evitar sentir un revoloteo en el pecho. La magnífica mujer que tenía delante se acercaba para besarme. Me perdí en las sensaciones: la suavidad cuando nuestros labios se tocaron, la menta cuando abrió la boca y noté la sedosa aspereza de su lengua contra la mía. Me recorrió una oleada de fuego y mis pezones se tensaron en respuesta. Cuando empezó a apartarse, yo estiré la mano y le cogí la cara para detenerla. No quería que terminara el beso, no quería enfrentarme a la realidad del día.
Nada me sosegaba tanto como Lauren. Qué no daría por un día con ella.
Un gruñido vibró en su boca y pasó a la mía antes de que sintiera el agudo escozor de sus dientes en el labio inferior. Abrí los ojos y me la encontré mirándome fijamente mientras se separaba, tirando de mi labio inferior antes de soltarlo.
—Está buscándose problemas, señorita Cabello.
—No es mi intención.
Me ofreció una sonrisa de oreja a oreja.
—Claro que lo es. Venga, vete a la cama.
—Siempre tan exigente…
—¿Con el estado en que me has dejado? De acuerdo, ya me aseguraré de demostrarte esta noche lo exigente que puedo ser.
Solté un gemido y noté un movimiento en la tela en su entrepierna. Fue entonces cuando me di cuenta de lo dura que estaba.
—Pero esta noche no trabajo.
Se detuvo y se volvió hacia mí, con los ojos abiertos.
—¿Perdón?
—He trabajado toda la noche. No vuelvo a tener un turno hasta mañana por la noche.
—¿Libras el sábado?
Asentí .
—Entonces duerme un poco. Te recogeré para cenar a las seis.
—Espera, ¿para cenar? ¿Cómo? —pregunté, aunque en realidad no me importaba, porque mi corazón se había acelerado ante la idea de tener una cita con él.
—Es una orden de tu exigente novia. Te quiero debajo de mí, y luego en mis brazos esta noche. Si tiene que ser en tu apartamento, que así sea.
¿Novia?
La miré boquiabierta.
Gimió y se agachó para recolocarse la ropa.
—No me mires así.
—¿Así cómo? —pregunté.
—Como si me quisieras sentir dentro de ti ahora mismo.
Se me encendieron las mejillas.
—No sabía que tuviera esa mirada.
—Bueno, pues la tienes. Así que resérvala para esta noche, porque estaré dentro de ti más tarde.
Novia.
La palabra se repitió en mi mente mientras me alejaba y me iba a casa. Quizás no era la única que sentía que entre nosotras había mucho más que sexo.
Quizás teníamos algún futuro.
Después de siete horas de sueño, me despertó la luz que entraba por la ventana. Gemí cuando me giré en la cama para mirar el reloj. Abrí los ojos como platos y me levanté de golpe. Eran casi las cuatro.
—¡Joder, joder! —Salté de la cama y corrí al baño. Me quité la ropa, abrí el grifo, esperé a que se calentara el agua y me metí en la ducha.
Me había quedado dormida más tiempo del previsto y solo disponía de algo más de dos horas para arreglarme para la primera cita que tenía en años. Y no solo eso, sino que era con Lauren, lo que me hizo entrar en estado de pánico.
¿Qué podía ponerme?
La respuesta llegó con rapidez mientras me lavaba el pelo: nada. Lo que tenía era adecuado para el trabajo o la universidad, y aunque mi uniforme fuera bonito, no era apropiado para una cita. No tenía tiempo para ir a comprar nada, así que iba a tener que inventarme algo.
¿Quizás una falda con un top bonito?
Cerré el grifo, me envolví el pelo con una toalla y me puse otra en el cuerpo; ya habían pasado diez minutos cuando se me ocurrió comprobar si me había enviado un mensaje. Tal vez había cambiado la hora y tenía que salir pitando.
—Mierda —siseé mientras miraba mi móvil. Había cinco mensajes de Lauren.
Dulces sueños.
Ese había llegado justo después de que me durmiera.
Una hora más tarde me había llegado otro.
La reserva es para las siete.
Seguido de:
Es de gala, ¿tienes algo que ponerte?
Da igual.
Mira detrás de la puerta.
¿Detrás de la puerta principal?
Salí corriendo del dormitorio y recorrí el pasillo hasta la puerta. En efecto, al otro lado había otra de esas cajas negras con ribetes grises. Me las arreglé para mantener las toallas en su sitio mientras me agachaba para recoger la caja.
Me mordí el labio inferior y la miré con una sonrisa.
La abrí arrancando el papel como si fuera la mañana de Navidad. Otra vez había una nota dentro.
«Camila: Espero que hayas dormido bien. Esto es por si acaso…
Tuya.
Lauren».
La sonrisa se negó a abandonar mi rostro. Sin embargo, también me pregunté cómo una mujer tan ocupada como ella tenía tiempo para ir de compras. Tal vez se lo había encargado a su asistente. Algo raro, sobre todo si había sido ese el caso con la lencería, pero prefería suponer que todo era cosa suya.
—Oh, guau. —Dentro había un vestido negro. Sencillo, pero era el ejemplo perfecto del clásico vestidito negro básico. Sin mangas, con escote en forma de corazón y largo hasta las rodillas.
Me pasé más de hora y media peinándome y maquillándome, lo que me dejó poco tiempo para vestirme. Hacía tanto tiempo que no tenía una cita que había olvidado todo lo que implicaba prepararse para una. Tampoco había estado nunca en un restaurante caro, y seguramente ese iba a serlo.
El vestido me quedaba como un guante. Una vez más, me sorprendió que un hombre tuviera tanto ojo.
Era un vestido sencillo, pero confeccionado con telas finas que abrazaban mi cuerpo perfectamente. También me aseguré de llevar uno de los conjuntos de ropa interior de seda que me había regalado.
Justo cuando terminaba de ponerme los pendientes, llamaron a la puerta. Me miré una última vez en el espejo y fui hacia allí. Inspiré hondo antes de abrir.
Lauren estaba ahí con una rosa. Se quedó mirándome sorprendida, y me encantó el subidón de confianza que eso me dio.
—Estás… —Se interrumpió para coger aire—. No estoy creo tener vocabulario para describir tu belleza.
—¿Puedes terminar de subirme la cremallera? —pregunté; me levanté el pelo y me di la vuelta. Me puso una mano en la cintura, y con la otra tiró de la lengüeta de la cremallera y la arrastró lentamente hacia abajo—. Vas por el camino equivocado.
—¿En serio? —Su voz era ronca y profunda.
—Me has prometido una cita.
—Cierto —dijo, y la subió del todo.
Me adelanté para coger el bolso, donde había guardado los pocos objetos esenciales que iba a necesitar, y me volví hacia ella. Fuimos al coche cogidos del brazo y ella me abrió la puerta.
—Esta noche eres todo una caballero —observé, sentándome con cuidado.
—Tengo que causar buena impresión —explicó al ocupar su sitio detrás del volante—. Después de todo, esto debió haber sido lo primero que hiciera contigo.
—Cierto, pero ¿quién dice que las cosas tienen que suceder en un orden específico?
—Me gusta el orden.
—Lo sé.
Me puso la mano en el muslo mientras conducía. Era agradable permanecer sentados en un cómodo silencio, sin tener que hablar. Para eso ya teníamos la cena.
—Lamento haber tardado tanto. Hace meses que quería invitarte a salir —comentó Lauren al llegar a un restaurante que nunca iba a poder pagar.
—¿De verdad? Pues parecías un poco sorprendida cuando te pedí una cita.
Negó con la cabeza.
—Eso fue más bien al darme cuenta de que me había vuelto tan adicta a ti que me había olvidado por completo de cortejarte. Cuando admití que me gustabas, no fue solo para llevarte a la cama. Eso fue solo una ventaja añadida.
—Creo que a veces es usted demasiado escurridiza, señora Jauregui.
Curvó los labios.
—Tal vez.
El Bay era el mejor de lo mejor en cuanto a asadores se refería, y sabía por los rumores del hotel lo difícil que era conseguir mesa. Por lo que había oído, casi siempre estaban reservadas con un mes de antelación.
La elegante decoración y la moderna disposición reflejaban el enorme precio que acompañaba a la comida. Se comentaba que el chef era fenomenal, y que las noches en las que dirigía la cocina era cuando mejor funcionaba todo.
—¿Cómo has conseguido la reserva?
Me sonrió.
—¿Aún no has aprendido cómo manejo a la gente?
La entrada estaba llena de personas que esperaban conseguir una mesa, lo que dificultaba un poco el recorrido hasta el puesto de la maître.
—Una reserva a nombre de Jauregui —dijo Lauren, mirando a las dos jóvenes que gestionaban la entrada.
—Lauren, sí, señora. Tenemos la mesa preparada —respondieron con una sonrisa.
Otra chica nos guio hasta una mesa cerca del fondo. Lauren siempre era una caballero cuando no estaba en el hotel y esperó a que me sentara antes de acercar mi silla. Me sonrojé un poco ante el gesto, ya que no estaba acostumbrada a eso.
El camarero apareció en nuestra mesa casi enseguida, después de que Lauren se sentara.
—Hola, me llamo Daniel y seré su camarero esta noche. —Nos llenó los vasos de agua y luego le pasó la jarra al que supuse que era el asistente, o algo así—. ¿Puedo ofrecerles un cóctel o prefieren vino?
—Una botella de Domaine de la Vougeraie Clos de Vougeot Grand.
No se me escapó la leve sorpresa que cruzó la cara del camarero.
—Muy buena elección, señora. Volveré con ella dentro de unos minutos.
Una vez que se fue, me eché hacia delante.
—¿Qué le has pedido?
Se rio.
—Es un borgoña tinto. Va muy bien con la carne.
—No me he enterado de nada.
Cuando abrí el menú me quedé sorprendida. Los aperitivos costaban más de lo que solía gastar en una comida completa.
—¿Te gustan los ceviches de cangrejo? —preguntó justo cuando me ponía a mirar los precios de los entrantes.
—Se me hace la boca agua.
Me sonrió.
—Eso responde a mi pregunta. A menos que veas algo que te apetezca más
Negué con la cabeza.
—Es perfecto.
Daniel volvió con el vino, lo sirvió y puso la botella a un lado.
Lauren pidió el aperitivo, luego levantó la copa y yo hice lo mismo.
—Por ti. Has cambiado mi vida de una manera que no creía posible.
No pude reprimir la sonrisa.
—Yo no podría haberlo dicho mejor.
Después de hacer chocar nuestras copas, probé por primera vez un tinto en mucho tiempo. Al instante, supe que no se parecía en nada al vino que había tomado en el pasado. Un millón de texturas inundaron mi lengua, desde una ligeramente afrutada hasta un matiz más especiado con toques a vainilla.
—¿Te gusta? —preguntó.
Asentí. —Es muy bueno. Mucho mejor que cualquier vino que haya probado antes.
—Estupendo. ¿Cómo va la búsqueda de trabajo?
—Bueno… —suspiré—. No sé si encontraré algo tan rápido como quiero.
—Estoy convencida de que surgirá algo. No te preocupes.
Fruncí el ceño.
—¿Por qué no habría de preocuparme?
—Porque te puedo echar una mano.
Negué con la cabeza.
—No necesito tu ayuda.
—Ahora no, pero podrías hacerlo, y te ayudaré.
—De todos modos… —Me interrumpí; quería evitar que utilizara sus contactos para conseguirme un trabajo y que usara su dinero para mantenerme. Podía arreglármelas sola—. Tengo una entrevista programada después de los finales, que son la próxima semana.
—¿Y eso significa que…?
El vino parecía mejorar con cada sorbo que tomaba.
—Significa que probablemente no te veré durante un tiempo.
Me miró con pesar.
—¿No podré verte? Negué con la cabeza.
—Me voy a tomar cuatro días libres en el trabajo. En realidad, no debería haber aceptado esta cita porque necesito dedicar más tiempo a mi proyecto final.
—Has hecho bien al venir.
Alargué la mano y entrelacé mis dedos con los suyos.
—No podía decir que no. No podía rechazar una cita contigo porque llevo mucho tiempo esperando que me lo propusieras.
Se llevó mi mano a los labios y me besó los dedos.
—En ese caso, me siento feliz de disfrutar de esta oportunidad para demostrarte lo mucho que significas para mí fuera de los confines del hotel.
—Por cierto, ¿cuándo has sacado tiempo para comprarme esto? —pregunté, señalando mi vestido.
—El almuerzo para la lencería, y mi asistente me ayudó con el vestido. Pensé que no podría equivocarse con un vestido negro.
—Podría haberlo hecho.
Negó con la cabeza.
—Me envió las fotos y le dije cuál era adecuado. —¿Se los probó? —pregunté con el ceño fruncido. En realidad, le estaba tomando el pelo.
—Por supuesto que no. Solo me envió los enlaces a las fotos de los vestidos.
—¿Qué directrices le diste? —Tenía curiosidad por saber qué le había dicho.
—Negro. Sexy pero no vulgar. De estilo clásico —dijo.
—Bueno, señora Jauregui, como siempre, ha tenido un gusto impecable.
El camarero llegó con el aperitivo, rellenó las copas y anotó el pedido. Antes de que se fuera, le pedí que me indicara dónde estaba el cuarto de baño.
—Vuelvo enseguida —le dije a Lauren.
Unos minutos más tarde volvía de nuevo con Lauren, sorteando mesas y camareros, cuando oí mi nombre.
—¿Camila? —dijo el camarero que tenía al lado.
—¡Troye! —grité, con los ojos abiertos como platos por la sorpresa.
—¿Qué haces aquí? —preguntó.
—Es que… estoy aquí para cenar. ¿Y tú?
Joder. Joder. Joder.
Mis ojos se volvieron hacia el lugar donde estábamos sentados y luego a Troye.
Mala. La situación es muy mala. —Dante es el jefe de camareros. Me llama a veces, cuando necesita ayuda.
—¿En serio? Es fantástico —respondí, esbozando una sonrisa y preguntándome cómo íbamos a salir de allí sin ser vistos. ¿Cómo podía haber olvidado dónde trabajaba Dante?
—Joder, ¿es esa Jauregui?
Parpadeé, y miré a Lauren, que nos observaba con intensidad. Troye lo estudió y luego a mí, fijándose en la forma en que yo estaba vestida, para mirar luego de nuevo la evidente silla libre frente a Lauren.
El pánico me corría por las venas mientras intentaba pensar en algún tipo de tapadera, pero me había quedado en blanco. Troye conocía mi situación y sabía que era imposible que pudiera pagar una cena allí. Me preparé para el impacto mientras notaba cómo la comprensión inundaba las facciones de Troye.
—Pero si siempre te está gritando…
—Por favor, Troye, no puedes contarle esto a nadie —le rogué.
Levantó la mano e hizo un gesto frente a mí, con el ceño fruncido.
—No te preocupes por eso. Todavía no entiendo cómo habéis acabado aquí.
—En su Audi.
—No, no aquí físicamente, sino teniendo una cita.
Estaba tan alterado que no entendía lo que quería decir.
—Solo es algo que… ha ocurrido.
—Apoyaba al team Shawnmila.
—¿Qué?
—Creo que acabo de pasarme al team Camren. Es decir, Shawn es un buen tipo, pero… —Lo recorrió un escalofrío—. Jauregui es dominante… Aunque solo sea por el factor de atractivo, gana Jauregui.
—Entonces, ¿no se lo dirás a nadie? —pregunté, sin creer mi suerte. Por otra parte, de todos los empleados del hotel, Troye era con el que mejor me llevaba.
Negó con la cabeza.
—Soy una tumba. Pero cuando todo salga a la luz, ¿podré presenciar el enfrentamiento entre Shawn y Jauregui por tu afecto?
Fruncí el ceño mientras el corazón seguía martilleándome dentro del pecho.
—¿Qué?
Movió la mano delante de mi cara.
—Da igual. Venga, vete. Disfruta de la cena con esa mujer.
—Gracias, Troye.
—De nada, jefa, pero quiero detalles al respecto la próxima vez que coincidamos en el turno.
Asentí, dispuesta a acceder a cualquier cosa que lo mantuviera en silencio.
—Dalo por hecho.
Los ojos de Lauren no se apartaron de mí durante todo el camino de regreso.
—¿Con quién estabas hablando? —me preguntó cuando me senté de nuevo.
Aunque Troye había prometido que no diría nada, la interacción me había hecho temblar. Lauren se dio cuenta, y sus ojos entrecerrados mostraron su preocupación mientras se echaba hacia delante y me ponía la mano en el brazo.
—Camila, ¿qué pasa?
—Es Troye, uno de mis compañeros en el hotel
Lauren miró por encima de mi hombro y luego otra vez a mí.
—Antes hablaba en serio. Si esto hace que pierdas el trabajo…
—No —lo interrumpí—. Me ha dicho que no contará nada. Es que… Sé que estoy haciendo algo malo y me resulta difícil aceptar que me pueden pillar.
—No estás haciendo nada malo —gruñó—. Salir conmigo no es malo.
—Entonces, ¿qué es? —pregunté. Me acarició la piel con el pulgar y su expresión se suavizó.
—Es bueno. Es el destino. Es serendipia. Kismet. Puedo continuar si es necesario…
—¿Si es necesario? —Cogí aire por la nariz y levanté la vista—. Lo único que necesito es a ti.
Me miró con intensidad durante un segundo antes de echarse hacia delante y capturar mis labios.
—Soy tuya. Lo soy desde el principio. Después de todo, eres la razón por la que me tropecé con la alfombra.
—¿Q-qué?
—Me quedé mirándote al entrar y no me fijé por dónde iba —confesó.
Un aturdido silencio me invadió.
—Pero si dijiste que la alfombra… que la alfombra estaba…
Se llevó mi mano a los labios y me dio un breve beso en el interior de la muñeca.
—He sido tuya desde el momento en que entré en el hotel.
Fue entonces cuando supe contra qué había intentado luchar para protegerme. Estaba abierta a ella, a todo lo que ella quisiera.
Estaba enamorada de Lauren Jauregui.
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¿Negocios o Placer? {Camren Gp}
FanfictionCamila Cabello ha luchado mucho toda su vida para lograr sus metas. Trabaja como supervisora en un hotel de lujo de Boston para poder pagar su máster en la universidad y no ha tenido mucho tiempo para el amor pero cuando una altísima directiva de un...