Fin del maratón 6/6
Camila
Dos días después, tenía un nudo de nervios en el estómago. Además del vestido, Lauren me había comprado ropa interior, zapatos y una larga peluca rubia. Ya me había puesto el vestido y estaba intentando recogerme el pelo para que cupiera debajo de la peluca, que también era cara y de muy buena calidad.
Me miré en el espejo del baño de la habitación del hotel y negué con la cabeza antes de ponerme la peluca. Lauren había contratado una habitación en el hotel donde se celebraba el evento. A mí me resultaba ridículo pagar dos habitaciones cuando ni siquiera se alojaba en una de ellas. Había intentado convencerlo para que se mudara conmigo, ya que pasábamos la mitad de las noches juntos, pero, con su manera directa de hablar, dijo que mi casa era demasiado pequeña para los dos. No podía discutírselo: en la cama apenas cabíamos las dos.
Por el rabillo del ojo, la vi acercarse a mi lado. Me giré para mirarla y casi me muero de combustión interna.
Lauren. Con una toga.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó.
Me quedé quieta, babeando ante ella. La tela se amoldaba a su cuerpo y le dejaba al descubierto parte del pecho.
—Sí, por favor. Necesito ayuda para quitarme el vestido —respondí.
Una sonrisa arrogante inundó su rostro mientras yo me humedecía los labios.
—Camila, tenemos que irnos, pero te prometo que te arrancaré ese maldito vestido antes de que termine la noche.
Me acerqué para posar las manos en su pecho y curvé los dedos para agarrar la tela que cruzaba su pecho.
—¿Me lo prometes?
Se echó hacia delante y me acarició la nariz sin dejar de mirarme a los ojos.
—Te adoraré como la diosa que eres antes de follar contigo como la diablesa que sé que puedes ser.
Una frase y ya tenía las bragas empapadas. Lauren acostumbraba a decirme guarradas, pero nunca me había soltado algo así y no pude evitar la reacción de mi cuerpo. Sus labios se encontraron con los míos y me acercó a ella.
Gimió; sus manos recorrieron mis costillas, sus labios acariciaron mi cuello; dio un paso atrás. Terminé de prepararme lo mejor que pude dado el estado en que me había dejado.
Unos minutos después, salimos para el evento y las mariposas volvieron a hacer acto de presencia. Era la primera vez que aparecía en público con Lauren en un evento profesional, y esperaba no hacer nada que lo dejara en evidencia. Se jugaba mucho con la empresa, y yo era una desconocida para todos.
Cuando entramos, me quedé con la boca abierta ante la fastuosa decoración. Ese baile de disfraces, decidí, dejaba en ridículo a todos los demás.
—¿Qué estás pensando? —preguntó Lauren al notar mi gesto.
—Me siento confundida y asombrada por todo el dinero que gastan en este evento; ¿por qué no lo utilizan para las obras de caridad? —pregunté. Aquello parecía un desperdicio.
—Porque lo que gastan es una diminuta fracción de lo que recaudarán antes de que termine la noche —me susurró al oído.
Localizamos la mesa donde ya estaba sentada otra pareja; iban vestidos de Julio César y Cleopatra. Sus trajes eran minuciosamente detallistas.
Lauren los reconoció enseguida y me los presentó. Nos sentamos a charlar un rato mientras la sala se llenaba de gente.
—¡Lauren! —gritó un hombre disfrazado de lo que supuse que era Enrique VIII.
—¡Alexander! —Lauren se puso de pie y le tendió la mano, sonriente.
Los dos se dieron la mano y hablaron un poco mientras la mujer que estaba con él y yo nos limitábamos a mirar.
—Oh, estoy siendo terriblemente grosero. ¿Quién es tu acompañante? —preguntó Alexander.
Lauren me acercó a él y me dirigió una sonrisa tranquilizadora.
—Esta es mi novia, Camila. Camila, este es Alexander Cates, director general de Cates Corporation.
Me quedé paralizada un momento antes de tenderle la mano.
—Es un placer conocerlo, señor Cates.
—Ah, esta noche no hay ningún señor Cates. Soy Enrique, y esta es mi esposa, Jane —dijo, acercando a su mujer. —Es un placer conoceros a ambos —aseguré.
—Es un placer conocerte también, Camila —intervino su esposa—. No es frecuente ver a Lauren acompañada de una mujer en uno de estos eventos. Normalmente está enfurruñada en un rincón.
—Sarah —gimió Lauren ante las palabras de la señora Cates—. Yo no me enfurruño.
Todos nos reímos y fuimos a la mesa, donde se reanudó nuestra conversación.
La cena se sirvió poco después, y me sorprendió la comida. No era un banquete normal; allí no se escatimaba con la calidad.
El presentador subió al escenario mientras servían el postre y se puso a hablar de las subastas silenciosas, indicando que la subasta en vivo iba a comenzar un poco después de que se recogieran las mesas, al igual que el baile.
Al mencionar el baile miré a Lauren, quien sonrió y ladeó la cabeza. Cuando me tendía la mano, Alexander se puso a mi lado.
—Camila, ¿me concedes este baile?
—Por supuesto —dije, y miré a Lauren al ponerme en pie. No parecía muy contenta cuando me vio coger la mano de su jefe para ir la pista de baile con él. —Dime, Camila, ¿a qué te dedicas? —preguntó cuando empezamos a movernos.
—Bueno, acabo de terminar un máster en Administración y Dirección de Empresas, y estoy buscando trabajo —respondí.
—¿En Administración y Dirección de Empresas? Mmm… —se interrumpió—. Debo decir que eres una gran bailarina.
—Gracias. —Sonreí—. Hice un curso de bailes de salón.
—Qué bien. Parece que tienes a mi sucesora poniendo una cara que nunca le había visto antes —comentó Alexander con una risa profunda mientras nos movíamos por la pista de baile.
Fruncí el ceño, tratando de entender el significado de sus palabras.
—¿Señor?
—Por favor, llámame Alex, Camila.
—Alex.
Me sonrió.
—Estoy convencido de que le hierve la sangre.
—Me temo que me he perdido un poco —admití.
—Pues que tú, querida, tienes a la segundo al mando de mi compañía completamente prendada de ti. Nunca la había visto actuar así con una mujer. ¡Fíjate en su cara! — exclamó jovialmente.
Me di la vuelta y me encontré a Lauren mirando con intensidad cómo dábamos vueltas por la pista de baile. Pero no solo nos miraba, sino que estaba… enfadada.
—Está muy enfadada porque otro hombre está tocando lo que es «suyo», aunque sea un hombre de sesenta y cinco años. No soporta estar lejos de ti, eso es evidente —explicó.
Lauren se frotó la cara. Estaba claro que estaba molesto y agitado.
—¿Crees que podemos hacer que se enfade de verdad? ¿Lo suficiente como para que venga y te aleje de mí? —preguntó Alex.
Me reí.
—¡Eres terrible! Y sí, probemos. —Me corroía la curiosidad por ver su reacción.
Pusimos en juego la operación «Rescatar a Camila», y pronto estuvimos un poco más cerca que antes. La banda cambió a un tango y nos dejamos llevar.
Nos movimos con gracia por la pista, como si lo hubiéramos hecho antes. Alex era un bailarín maravilloso, y el tango era un baile tan sensual que sabía que Lauren se iba a enfurecer solo con ver que nos tocábamos de forma tan íntima. De pronto, Alex me hizo girar y me puso la mano por detrás de la rodilla para subírmela por el muslo.
—Perdóname por tocarte, Camila. Solo intento dar el mejor espectáculo a nuestro público —dijo con un guiño.
No pude evitar reírme. Pobre Lauren. Estaba segura de que tenía la cabeza a punto de explotar.
Me enderezó y volvimos a girar antes de que sintiera dos grandes manos en la cintura que me apretaban contra lo que sabía que era el ancho pecho de Lauren.
—Eres mía —me gruñó al oído. Me recorrió un escalofrío, y sonreí a Alex. Nuestra operación había sido un éxito.
—No te importa, ¿verdad, Alexander? —preguntó Lauren, como si su cuerpo le pidiera actuar así.
Alex me sonrió.
—Gracias por tan maravilloso baile, Camila. Ha sido un placer conocerte, y espero volver a verte pronto.
Me cogió la mano y me la besó, mirando a Lauren. Mi novia me apretó la cintura, y sentí que le vibraba el pecho.
Alex se limitó a sonreír y se dio la vuelta para marcharse.
—Eso no ha sido muy agradable, Camila —me dijo Lauren al oído.
Me giré en sus brazos y le sonreí con ternura.
—¿Bailamos?
Miró al suelo y luego a mí.
—No te preocupes, no te dejaré caer.
Soltó un bufido.
—Me temo que es un poco tarde para eso. —Su mirada se volvió más tierna y movió la mano para pasarme un mechón de la peluca por detrás del hombro—. Llevo meses cayendo… rendida, y es todo culpa tuya.
Alcé los brazos y le rodeé el cuello para acercar sus labios a los míos.
—Lo mismo digo, señora Jauregui.
Me sonrió.
—Eres mía y solo mía —subrayó, aplastándome con fuerza contra ella.
No pensé en lo que había dicho ni en cómo lo había dicho. Todo lo que escuché fue que yo era suya, y eso era verdad. Lauren Jauregui me poseía: en mente, cuerpo y alma.
Cada día me enamoraba más de ella.
Le di un último beso antes de colocarme para bailar el resto del tango. Me quedé sorprendida cuando ella hizo lo mismo de forma experta.
—Sabes bailar el tango.
—Por supuesto.
Terminamos nuestro baile y volvimos a la mesa; ella emitió un suspiro. En ese momento tuvo lugar la subasta, en la que se recaudó mucho dinero para el hospital infantil local. Lauren incluso había pujado y había ganado unas vacaciones de una semana en el yate personal del señor Cates, y prometió llevarme con ella.
Me entusiasmaba la perspectiva de una semana a solas con Lauren sin que nadie nos molestara.
Cuando todo terminó, subimos a la habitación. Apenas habíamos traspasado la puerta cuando me rodeó la cintura con los brazos, buscó mi cuello y mi hombro con los labios y se le escapó un suspiro de satisfacción. Nunca me había sentido tan protegida y tan querida como cuando estaba entre sus brazos. ¿Ella lo sabía? No estaba segura, pero quería que lo supiera. Estaba preparada para que lo supiera.
Me giré en sus brazos y la miré a los ojos, recreándome en la expresión serena que tenía.
—Te quiero, Lauren—dije con voz clara, abriéndole mi corazón para hacerle saber lo que sentía por él. Sus ojos se abrieron de par en par y me miró con intensidad. Se hizo el silencio y de repente me sentí muy cohibida. Se me subió toda la sangre a la cara y tuve que apartar la vista.
—Lo siento, es que… Yo…
Me hizo callar empujándome contra la pared, y sus labios se apoderaron de los míos. Me quedé momentáneamente aturdida, pero respondí al instante, aferrándome a ella con la misma hambre con la que ella buscaba mi cuerpo.
Cuando se retiró, respiraba con dificultad. La expresión en sus ojos me hizo arder.
—Te amo, Camila.
El mundo explotó cuando sus labios volvieron a encontrarse con los míos. Ella me amaba. Lauren me amaba.
Nuestros besos se volvieron más calientes, más intensos. Enrosqué las piernas alrededor de su cintura y ella gimió; su dura polla palpitó contra mi húmedo centro.
Nuestra necesidad era frenética. Sus manos y sus labios recorrían todo lo que podían alcanzar, igual que los míos. Me llevé los dedos a la espalda y bajé la cremallera del vestido. La mano de Lauren se aferró a la mía para detenerme.
—¿Recuerdas lo que te he dicho antes? Ese es mi trabajo —gruñó contra mi cuello, provocando escalofríos en todo mi cuerpo.
—Sí —respondí, jadeante.
Quité la mano de debajo de la suya y ella deslizó la cremallera antes de tirar bruscamente de la prenda por encima de mi cabeza y arrojarla al suelo. Me empujó de nuevo contra la pared y atacó mi cuello con los labios.
Mis piernas volvieron a su cintura, y ella deslizó la mano entre nuestros cuerpos, liberando su polla de la toga.
Se colocó en mi entrada y echó las caderas hacia delante hasta que estuvo dentro de mí por completo.
Una lágrima brotó de mis ojos; mi corazón era incapaz de contener todo lo que sentía. Lauren se echó hacia delante y me besó, susurrándome lo mucho que me quería, mientras con su cuerpo me mostraba cuánto me adoraba y me necesitaba.
Grité y le clavé las uñas en la espalda al tiempo que me apretaba a su alrededor, deshaciéndome de placer. Las embestidas de Lauren se volvieron erráticas, y supe que estaba a punto de correrse. Entonces, metió la mano entre nosotros y retiró su polla de mi interior para seguir masajeándola con las manos antes de derramarse, rociando mi estómago y su piel con su esencia.
Apoyó la frente en la mía y su aliento salió en forma de jadeos.
—Eres mía.
—Siempre.
Nos quedamos dormidos una en los brazos de la otra. Por primera vez en mi vida, empecé a creer que los cuentos de hadas y los caballeros de brillante armadura podían ser reales. Porque yo había encontrado a la mía.
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¿Negocios o Placer? {Camren Gp}
FanfictionCamila Cabello ha luchado mucho toda su vida para lograr sus metas. Trabaja como supervisora en un hotel de lujo de Boston para poder pagar su máster en la universidad y no ha tenido mucho tiempo para el amor pero cuando una altísima directiva de un...