17° Planta

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Capitulo interesante 👀👀

Camila

La música inundó mis oídos, arrancándome del sueño. Estiré la mano y busqué el teléfono intentando abrir los ojos. Conseguí apagar la alarma, pero levantarme era otro cantar.
Unas manos tiraron de mi cintura, y me devolvieron a la cama.
—¿A dónde crees que vas? —preguntó Lauren en tono burlón, jugando con mi clítoris.
—Tengo que prepararme para ir a trabajar —dije en señal de protesta. Lancé un grito cuando me lo pellizcó.
—Llama y diles que no vas.
—Lauren… —gemí.
—Lo digo en serio, Camila. Ese lugar no te da más que dolores de cabeza. Yo pagaré todo hasta que encuentres otro trabajo. O, si lo prefieres, no trabajes.
—Tengo que trabajar, cariño.
—Si insistes… —suspiró.
—Te gusta que no quiera depender de ti —dije con una sonrisa—, pero al mismo tiempo eso te hace querer gastar más dinero en mí.
—Me has pillado.
—Además, no me he dejado la piel durante todos estos años para conseguir el máster y no utilizarlo. —Con gran dificultad, me zafé de sus brazos y fui a la ducha.
Mientras esperaba a que se calentara el agua, coloqué unas cuantas toallas. Las había doblado hacía unos días, pero había olvidado guardarlas. El agua caliente sobre mi piel me despejó; el mejor despertar posible hasta que pudiera tomar una taza de café. Apenas había empezado a enjabonarme cuando se descorrió la cortina de la ducha y Lauren entró a mi lado, con su polla en guardia.
—Estás de coña… —dije, pasándome la esponja por la piel.
—No eres la única que tiene que trabajar —repuso con una sonrisa mientras corría de nuevo la cortina.
—¿Y quién es la que busca un poco de sexo matutino?
Bajó la mano y luego la volvió a subir por su longitud.
—Eso siempre.
Negué con la cabeza mientras me enjuagaba, y luego abrí la cortina para salir.
—Toda tuya.
—Estoy deseando que nos mudemos.
—¿Por qué? —pregunté mientras me secaba con una toalla.
—¿Recuerdas el tamaño de esa ducha? —me preguntó. Asentí—. Vamos a follar en ella de todas las maneras posibles la primera mañana que despertemos allí.
Dejé de secarme y la miré.
—Nunca he tenido sexo en la ducha —confesé.
—¡Pues menuda manera de bautizar la casa! —Se rio.
—Ya estás tomándome el pelo otra vez.
—No te estoy tomando el pelo, nena, te estoy haciendo una promesa. —Alargó la mano, cogió mi toalla y me la arrancó de las manos. Con la otra mano, me acercó a ella hasta que estuve lo suficientemente cerca para agarrarme mejor y meterme de nuevo en la bañera.
—Lauren, de verdad, tengo que…
Sus labios me interrumpieron, deteniendo cualquier protesta. Por fin me había doblegado. No podía resistirme a ella, y menos cuando la necesitaba.
—Joder —maldije al entrar en el hotel.
Llegaba quince minutos tarde por culpa de Lauren.
En realidad, todo era culpa suya. Yo me había portado bien, me había duchado y estaba fuera de su alcance antes de que me pusiera las manos encima, pero su boca me había atrapado. Lo siguiente que había sentido había sido la pared de la ducha contra la espalda y a ella llenándome con su polla.
La sala de descanso de los empleados estaba vacía, así que metí el bolso en la taquilla y me cambié de zapatos. Estaba a punto ir a la oficina cuando entró Troye.
—Hola —saludé con una sonrisa.
Troye abrió los ojos de par en par y se abalanzó hacia mí.
—Hay cámaras en el aparcamiento —susurró.
Me quedé helada, y la sonrisa se me borró de golpe cuando me invadió el horror.
—Lo sé.
Negó con la cabeza.
—Estaba en el techo y os apuntaba directamente.
Me dejé caer contra las taquillas y jadeé. —Joder…
—He intentado que los demás no lo vieran, pero Austin, el nazi de seguridad, lo vio antes de que pudiera hacer nada.
—¿Por qué… por qué tratas de ayudarme así?
Sonrió.
—Me caes bien, Camila. Somos amigos…, al menos eso me gustaría pensar. Además, Dante fue cliente del Cameo, así que sé por lo que has pasado. Quería ponerte sobre aviso, porque sé que dirán cosas de ti. De todas formas, es evidente.
—¿Qué es evidente? —pregunté con el ceño fruncido.
—Vi la forma en que te miraba cuando coincidimos en el restaurante. Es obvio que te ama.
Asentí.
—Sí. —Inspiré hondo antes de volver a la taquilla a por mi teléfono—. ¿Me espera la Inquisición?
—Sí. Phillip estaba gritando en su despacho. Lo ha hecho tan fuerte que los clientes lo han escuchado.
—Gracias, Troye. Por todo.
—De nada. —Se echó hacia delante y me rodeó con sus brazos—. Y si te despiden, que sepas que eres mi favorita. Se me escapó una risita.
—Lo mismo digo. —Se apartó y yo solté un suspiro—. Supongo que debo ir a averiguar mi destino. Hasta luego.
Me metí el teléfono en el bolsillo de la chaqueta y salí al pasillo. Cuando entré en la oficina, reinaba el silencio. Shawn levantó la cabeza al oír la puerta. Tenía el ceño fruncido y parecía abatido.
—Luis quiere verte en el despacho de Phillip —dijo en voz baja.
—Ah. —Mierda. Se había acabado; no había logrado encontrar un trabajo antes de que me despidieran.
—Dime que no es verdad.
—¿El qué? —pregunté, fingiendo ignorancia. No estaba segura de lo que sabía.
—Dime que no te estás tirando a Jauregui —gruñó.
—No puedo. —Negué con la cabeza.
El dolor que cruzó por su rostro fue como una puñalada en el pecho.
—Era nuestro momento, Camila. —Frunció el ceño, mostrando los dientes—. Ibas a dejar el Cameo y por fin íbamos a poder estar juntos. Por fin teníamos la oportunidad de tener algo.
—Lo siento, Shawn —dije. No había manera de que él entendiera lo triste que estaba—. Hasta hace unos meses eso era también lo que yo quería, pero las circunstancias han cambiado.
—¿Ahora la quieres a ella? —preguntó.
—La amo.
Soltó una dura carcajada y clavó sus ojos en los míos.
—Cuando te deje, no vengas arrastrándote a mí —me espetó con un gesto burlón.
Dicho eso, pasó por delante de mí y me dejó sola. Suspiré y saqué el móvil para escribirle un mensaje rápido a Lauren.

Están a punto de despedirme. Había una cámara apuntando hacia nosotros y nos grabó. No la vimos.

Tras enviar el mensaje, inspiré hondo y bajé al vestíbulo. Vero me miró con la boca abierta, pero no me detuve, seguí cruzando el vestíbulo con la cabeza alta. Entré en las oficinas centrales, me dirigí al despacho de Phillip, el director del hotel, y llamé a la puerta.
—Por favor, entra, Camila —pidió Luis.
—¿Queríais verme? —Intenté hacerme la ingenua, aunque sabía exactamente por qué me habían llamado. Basándome en la conversación con Shawn, probablemente todo el mundo lo sabía.
Entré y cerré la puerta a mi espalda. Luis me lanzó una mirada sombría; Phillip tenía el ceño fruncido y la cara roja.
—Camila, ha llegado a nuestro conocimiento que has tenido con un cliente una conducta que está estrictamente prohibida —comenzó Luis, yendo al grano.
—¡Esto no es un burdel, señorita Cabello! —me reprendió Phillip.
Me estremecí un poco ante sus palabras, y me alegré de que Luis estuviera ahí, ya que mantenía la cabeza fría.
Nunca había tratado personalmente con Phillip y solo lo veía de pasada. Algunos saludos y alguna que otra conversación, pero sobre todo hablaba con Luis, Shawn, Valeria y los demás directivos. Phillip siempre mostraba un aire de superioridad.
—Phillip, por favor —suplicó Luis. Se volvió hacia mí—. Camila, tenemos pruebas que respaldan las especulaciones de que has mantenido una relación con la señora Jauregui que va en contra de la política del hotel. Sé que eres consciente de que tenemos unas normas contra la confraternización con los clientes que se alojen en las habitaciones. Como Phillip ha señalado tan crudamente, esto es un hotel, no un burdel. No podemos permitir que esto suceda. No podemos ganarnos una reputación que sugiera que los clientes pueden llamar al personal para… servirlos. Esta política sirve para protegerte a ti, para proteger a los clientes y, sobre todo, para proteger el hotel.
—Las ramificaciones legales… Si alguien llegara a pensar que permitimos o alentamos esto…, ¡hasta podrían cerrar el hotel! —Phillip volvió a gritar. Estaba claro que no sabía cómo manejar la ira. Las pocas veces que había interactuado con él había sido muy descarado y rudo.
—Camila,  ¿es cierto todo lo que he dicho? ¿Has tenido, en contra de la política de la empresa, una relación de carácter sexual con la señora Jauregui?
Asentí.
—Lauren Jauregui y yo estamos saliendo.
—No es su novia, señorita Cabello. ¡No es más que la ramera del hotel! ¿No se da cuenta de que una vez que se vaya ya no la querrá?
—No es así, señor —argumenté.
—¡Claro que es así! ¿De verdad cree que van a mirar juntos el atardecer? Usted es una empleada de hotel y ella la vicepresidente de una empresa multimillonaria.
Menos mal que Luis estaba allí como mediador, de lo contrario, podía haberle dado un puñetazo a Phillip. Sus crudas palabras me hacían parecer una puta idiota que creía estar viviendo el cuento de Cenicienta.
—Phillip, por favor, mantén la calma —dijo Luis con un suspiro—. Siento tener que preguntarte esto, Camila, pero ¿te ha dado el señora Jauregui algún tipo de… compensación?
—Mi novia me ha hecho algunos regalos, pero están lejos de ser una «compensación» —respondí, tratando de impedir que se notara mi desprecio.
Luis asintió  y suspiró, con una expresión de agonía.
—Me duele decirte esto, pero, Camila, estás despedida del hotel Cameo. Lamento que hayamos tenido que terminar así. Has sido una gran empleada, pero las reglas están para cumplirlas.
Asentí.
—Lo entiendo, Luis
—Tenemos que escoltarla fuera del recinto —refunfuñó Phillip, con la cara todavía congestionada.
De nuevo, asentí.
Luis me abrió la puerta y lo miré a los ojos al salir.
—Lo siento —dijo.
—No pasa nada —repuse, a pesar de que sentía que se me llenaban los ojos de lágrimas. Necesitaba todas mis fuerzas para mantener la compostura.
Una vez fuera de la zona de oficinas, Luis se puso a un lado y Phillip al otro. Parecía que la mayor parte del personal de guardia del hotel estaba en el vestíbulo para no perderse nada. Todos me miraban. La vergüenza hizo que me pusiera roja. No me gustaba ser el centro de atención, sobre todo, porque sabía que estaban pensando mal de mí.
Agaché la cabeza y traté de no oír las voces ni los murmullos. El intrincado trabajo de piezas de mármol con el nombre del hotel apareció ante mis ojos, lo que significaba que habíamos llegado a la mitad de camino hacia la salida del vestíbulo. Justo al acabar las letras, vi unos zapatos negros brillantes y unos pantalones negros que se dirigían directamente hacia mí.
Me atravesó una corriente eléctrica cuando una mano me sujetó la mandíbula y me obligó a levantar la cabeza. Los ojos de Lauren, tan maravillosos y diferentes, se clavaron en los míos.
—¿Señora Jauregui…? —dijo Luis.
—Cállese —lo interrumpió Lauren, sin apartar la mirada de la mía—. ¿Estás bien, Camz?
Asentí, aunque luchaba contra las lágrimas. Me acarició la mejilla con el pulgar antes de agacharse y besarme.
—Ven —dijo; me cogió de la mano y me hizo girar para que lo siguiera hasta los ascensores.
—Señora Jauregui, ¿a dónde la lleva? —preguntó Phillip, claramente sorprendido.
—Voy a llevar a mi novia a mi habitación, donde recogeremos todas mis pertenencias. Luego me iré de este maldito hotel. La única razón por la que seguía aquí era Camila. Además, actualmente estamos negociando el depósito de un nuevo hogar y la operación se cerrará dentro de unas semanas.
Hubo una cacofonía de jadeos y los murmullos aumentaron. Miré hacia recepción y vi a Vero conmocionada y a Shawn angustiado. Lauren acababa de romper en unos pocos segundos cualquier hilo de esperanza que hubiera podido albergar.
—Así que, si me hace la cuenta y cancela mi reserva, nos iremos ya. —Phillip estaba en estado de pánico, con los ojos muy abiertos, intentando farfullar alguna palabra, pero Lauren no se lo permitió—. Además, requiero que me entreguen la cinta y cualquier copia. Si no recibiera todas y descubriera más adelante que había otra copia, compraré el hotel y mis abogados se lo comerán para almorzar antes de que lo despidan.
—Necesitamos escoltar a Camila fuera del hotel, señora Jauregui —argumentó Phillip.
—Lo único que ella necesita, señores, es que le recuerde lo mucho que la amo, adoro, venero y necesito. Eso es lo único que importa. Ahora, si nos disculpan, tenemos que irnos a casa.
Luis nos miró y sonrió. Me había saltado la política de la empresa, pero, por su expresión, se alegraba de que Phillip se hubiera equivocado y de que Lauren lo estuviera poniendo en su lugar.
Cuando entramos en el ascensor, Lauren me acurrucó contra su pecho y me protegió entre sus brazos.
—Quiero tener las cintas en mi poder dentro de treinta minutos —ordenó mientras se cerraban las puertas.
—Gracias —dije contra su pecho, abrazándolo por la cintura.
—Ese desfile era completamente innecesario e improcedente. ¿Qué ha pasado con la discreción y la educación? —Le palpitaba un músculo en la mandíbula.
—Me estaban poniendo como ejemplo.
—Menudo ejemplo de mierda —siseó—. No soporto la falta de respeto. Por suerte, no he podido llegar en un momento más perfecto. Ahora el tipo ese dejará de mirarte.
Fruncí el ceño.
—¿Shawn?
—Sí. He visto cómo te mira.
—Siente algo por mí —dije. No tenía nada que ocultar sobre Shawn, pero me di cuenta de que nunca se lo había mencionado a Lauren.
—Es evidente. ¿Y tú por él?
—Creía que sí, pero luego entraste en mi vida y me hiciste sentir algo que ni siquiera sabía que existía.
Me sonrió y me besó la frente.
—Sé exactamente lo que quieres decir.
Cuando Lauren estaba abriendo la puerta de la habitación, otro ascensor llegó a la planta y de él salió Phillip, con la cara muy roja.
—Mierda —dije, entrando en la habitación. No estaba segura de lo que Phillip era capaz de hacer, en especial, si estaba lejos de miradas indiscretas.
—¡Camila! ¡Camila, ven aquí! —gritó, pero Lauren alzó la mano, impidiendo que Phillip llegara más lejos.
—Tiene veinticinco minutos. Uno más y me encargaré de usted. ¿Lo ha entendido?
—No es posible. Solo está usando su influencia y su dinero para manipularme. Tiene que irse. Ya.
Me estremecí detrás de Lauren, intentando entender por qué Phillip estaba tan furioso. La política de la empresa dictaba que había que acompañarme a la salida, pero Phillip actuaba como si fuera a arrastrarme si Lauren no le resultara tan intimidante.
—Veintitrés minutos. Conozco al dueño del Cameo. De hecho, hemos trabajado juntos en algún acuerdo, y hemos tomado unas copas juntos dos veces esta semana. Si se lo pidiera, no dudaría en despedirlo o venderme este lugar.
Phillip vibraba de rabia.
—No me asusta como a los demás, señora Jauregui.
Lauren se cernió sobre él con los ojos entornados.
—Veintiuno. —Luego le cerró la puerta a Phillip en las narices.
—¿De verdad conoces al dueño de Cameo International? —le pregunté mientras sacaba las maletas del armario.
—Sí.
—¿Y de verdad harías todo eso?
Lanzó la más grande sobre la cama y luego se dedicó a abrir la bolsa de la ropa.
—Yo uso la fuerza, no las mentiras. Richard Hayes es un buen amigo.
Nos llevó unos quince minutos guardar todo su equipaje. Aunque fue de mucha ayuda que fuera muy ordenado.
—No tienes nada en la lavandería, ¿verdad?
—¿Además del traje que perdieron? No.
Puse los ojos en blanco. En la lavandería no habían encontrado el traje por el que había pagado de forma tan perversa.
—Creo que alguien lo robó para poder estar más cerca de ti.
—No lograré convencerte de que te mudes a otro hotel conmigo, ¿verdad? Podríamos pedir una suite más grande.
Sonreí y negué con la cabeza.
—Es innecesario. Tengo un apartamento, tú acabas de comprar una casa, así que ¿para qué necesitamos un tercer espacio?
—Podríamos anular tu contrato de alquiler.
—Ese contrato termina el primero de agosto. Así que vamos a agotarlo y a acomodarnos allí durante un tiempo.
Sonrió.
—¿Qué estás pensando? —pregunté.
Negó con la cabeza.
—Tu vecina la de las quejas nos va a adorar. Probablemente acabará golpeando la puerta y diciéndonos que bajemos el volumen.
Lauren colocó el portatrajes en la maleta y echamos un último vistazo a la habitación.
—La echaré de menos —dijo.
—¿En serio? —pregunté, con el ceño fruncido.
—Por supuesto. Es donde te poseí por primera vez. Me quedé prendado de ti después de eso y supe que tenías que formar parte de mi vida.
Me mordí el labio y di un paso adelante para rodearle la cintura con los brazos.
—Creo que es muy tierno por tu parte ponerte nostálgico.
—Es difícil decir adiós a todo esto. —Suspiró, mirando a su alrededor por última vez—. Aquí es donde me estrujaba el cerebro todos los días para encontrar algo que te permitiera llegar hasta aquí, solo para verte. Aquí es donde empezamos.
Levanté la mano y la ahuequé sobre su cara, acercándola a la mía.
—Te quiero —dije, y lo besé.
Nos dirigimos de nuevo al vestíbulo; con cada piso que bajábamos me ponía más nerviosa por lo que nos esperaba al abrirse las puertas. Cuando llegamos a la planta baja, Phillip no estaba a la vista, pero Luis y Shawn sí.
—Un minuto —les recordó Lauren al acercarnos, mirando el reloj.
Luis le tendió la mano y en la palma había una memoria USB
—Está todo aquí, señora Jauregui.
—¿Y el director? —preguntó Lauren.
—No queremos que la situación se agrave, señor, así que se mantiene alejado —explicó Luis.
Lauren asintió.
—Es lo más inteligente que ha hecho en todo el día.
—Estoy de acuerdo —asintió Luis—. Además, aquí tiene la factura. He cancelado el resto de la reserva.
—Gracias.
—He vaciado tu taquilla —me dijo Shawn, tendiéndome una bolsa de plástico.
—Gracias. —Le arrebaté la bolsa.
Se apartó de mí con la mirada clavada en Lauren.
—Espero que valore lo que tiene.
—Sin duda —dijo Lauren.
Con una última mirada nos despedimos de la primera parte de nuestra historia y dimos el primer paso hacia el futuro. Nadie sabía lo que nos esperaba, pero estaríamos juntos a cada paso.

¿Negocios o Placer? {Camren Gp}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora