16° Planta

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Por algún loco motivo que desconozco Wattpad decidió alternar y cambiar de lugar algunos de los capítulos, todavía están todos gracias a Dios no se me borró ninguno 😠 que fastidio Wattpad a veces

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Camila

—Mierda, mierda —siseé mientras entraba corriendo desde el aparcamiento. Me había encontrado con un atasco, como siempre que llegaba al centro por la mañana.
Recorrí apresuradamente el pasillo hasta la sala de descanso de los empleados y fiché a las siete y cinco. Cuando llegué a recepción, Lauren salía del ascensor. Sus ojos se clavaron en el mostrador y se apartaron de inmediato al no encontrarme. Después, casi como si supiera que la estaba mirando, se volvió en mi dirección y mi corazón dio un vuelco cuando nos recreamos la una en la otra antes de que se diera la vuelta.
Cuando me separé, me encontré a Vero observándome. No importa, me dije a mí misma, optando por ignorarla, y fui a enterarme de lo que había ocurrido en el turno de noche. Me había alegrado verla antes de que se fuera.
El ajetreo matutino de las salidas era igual que el de cualquier otro día, sin contratiempos, y solo tuve que encargarme de algunas pequeñas quejas. Cuando dieron las diez y terminó el turno de Vero, se dirigió a la sala de descanso, dejándonos a su sustituto, Troye, y a mí al frente.
—Por cierto, no sabes lo mucho que me gusta tu brazalete.
—Gracias. —Sonreí. El brazalete entrelazado que Lauren me había regalado quedaba perfecto con el uniforme.
—¿Puedo? —preguntó Troye, tendiendo la mano.
—Claro —dije; me lo quité y se lo entregué.
Lo miró con asombro y entrecerró los ojos.
—Sabes que no son falsos, ¿verdad?
—¿A qué te refieres?
—A que son diamantes.
Se me quedó la cara sin sangre mientras lo miraba.
—¿Diamantes?
Asintió.
—Mmm… Y también platino. De Tiffany’s. —Sus ojos se iluminaron cuando vio la marca en el interior—. Vaya, tu mujer gasta mucho en ti.
Me lo devolvió y lo miré con asombro mientras volvía a ponérmelo.
—¿Cuánto?
—Supongo que alrededor de quince de los grandes, tal vez veinte.
Los ojos casi se me salieron de las órbitas mientras me lo aseguraba, casi frenética, en la muñeca. ¿Miles de dólares? ¿Varios miles? Me invadió el pánico. Durante semanas había llevado la pulsera al trabajo todos los días sin saber que valía tanto.
Tragué con fuerza y saqué el colgante que llevaba contra la piel.
—¿Y esto?
Troye se adelantó y tiró de la cadena para escudriñarla, haciéndola girar entre los dedos.
—Es también de diamantes y platino. Probablemente diez mil dólares.
—Dios mío…
Me miró.
—¿No lo sabías?
Negué con la cabeza.
—Fueron un regalo de graduación. Sé que Tiffany’s es caro, pero no se me ocurrió preguntar si eran diamantes de verdad. Oh, Dios mío… Dio un paso atrás y apoyó la cadera en el mostrador.
—Mi hermana trabaja allí, y voy a verla a menudo; así tengo una excusa para disfrutar de todas estas bellezas.
—Me preguntaba cómo lo sabías —dije volviendo a meterme el colgante bajo la camisa.
—Es dominante, ¿no?
Asentí.
—Sí.
—Me estás dando algo de envidia.
—¿Y Dante?
—Puff…, vale, lo quiero mucho. Quizá pueda conseguir que me regale algo de allí.
—El restaurante va bien, ¿no?
—Ya has visto que sí —dijo Troye antes de dirigir su atención a un cliente que se dirigía hacia nosotros—. Buenos días. ¿En qué puedo ayudarlo?
—Hola, necesito otra tarjeta —dijo un caballero trajeado.
—Por supuesto. ¿Cuál es su número de habitación?
No había necesidad de vigilar a Troye. Siempre se portaba muy bien con los clientes, pero a la dirección le gustaba tener a dos personas detrás del mostrador en todo momento. Me parecía raro que todavía no hubiera aparecido Lucy. El reloj del teléfono decía que ya eran las diez. ¿Dónde se había metido?
—Ahora vuelvo —dije en cuanto Troye terminó.
No había rastro de ella en la oficina, así que fui a la sala de descanso del personal para mirar allí. A pocos metros de la puerta la oí hablar con otra persona. Lo que escuché me heló la sangre.
—Brandon me dijo que Camila apareció en el edificio donde trabaja con un tipo rico que quería echar un vistazo a un ático. Comentó que la mujer era una imbécil, que lo ignoró y actuó de forma posesiva con ella. ¿A qué capulla conocemos que la hace bailar al son que toca? —preguntó Lucy.
Cuando habíamos visto a Brandon supe que se iba a complicar la situación.
—¿Sabes?, se comportó de una forma extraña cuando volvió de la habitación del señora Jauregui la otra noche. Le dije que más valía que una capulla como ella supiera follar bien, porque esa era la única cualidad que podía tener, y entonces se quedó callada y se puso muy roja —intervino Vero
—Y siempre pregunta por ella, nunca por nadie más.
—Ya no se enfada tanto —señaló Vero.
—Los del servicio de limpieza se han asegurado de que su habitación quede siempre perfecta para que no tenga nada de lo que quejarse, pero siempre se inventa algo —apuntó Lucy.
Estaban juntando todas las piezas. Joder.
—¡No puedo creer que se la esté tirando y que nadie se haya dado cuenta!
Estaban a punto de descubrirnos, lo que significaba que era muy probable que perdiera mi trabajo. La necesidad de encontrar uno nuevo se había vuelto acuciante. Necesitaba dejar el hotel cuanto antes. Sentirme libre para estar con Lauren sin que esa nube se cerniera sobre nosotras.
En lugar de entrar, me dirigí de nuevo la recepción y esperé a que salieran para ir a recoger mi bolso. Unos minutos más tarde, estaba sentada en el Starbucks con un café con leche, concentrada en el teléfono, en el que revisaba todos los puestos que podían interesarme cuando uno me llamó la atención: «Departamento de contabilidad, empresa importante, se requiere un máster en Gestión y Dirección de empresas». Me faltaba experiencia, algo que ya sabía, pero tenía muchas de las habilidades y la formación que buscaban. Seguí leyendo la página, aunque me quedé paralizada cuando leí el nombre de la empresa: Cates Corporation.
No sabía si presentar una solicitud. Era la empresa que pronto iba a dirigir Lauren, así que sabía que, si le decía que quería ese puesto, sería mío. Sin embargo, no era así como quería conseguir mi primer trabajo al salir de la universidad. Quería obtenerlo por mi cuenta, sin la ayuda de su nombre.
Finalmente, decidí hacer la solicitud y no decírselo a Lauren. No sabía cuál era la política de confraternización en Cates Corporation, pero siendo Lauren quien era, no creía que fuera un problema. Además, ¿qué posibilidades tenía de conseguir ese trabajo?
Después de enviar el currículum, me terminé el café con leche y seguí navegando mientras pensaba en cómo sería trabajar en la misma empresa que Lauren, en el mismo edificio que ella todos los días. Podíamos compartir el coche y comer juntas, y tal vez probar algunas de sus fantasías sobre los escritorios.
Perdida en mis ensoñaciones, casi llegué tarde del descanso. Sí, cuanto antes me largara de ese hotel, mejor para los dos.
Solo me quedaba una hora, y Shawn tenía que llegar en cualquier momento. Fui a la oficina para terminar algunas cosas, sintiendo un nudo de nervios en el estómago. En otra época, no hacía mucho tiempo, había estado lleno de mariposas, pero desde que habíamos hablado, las cosas habían cambiado.
Sabía que ya no había posibilidades para nosotros. Y, aunque no me gustaba hacerle daño, había tenido que hacerlo. No lo de herirlo, sino lo de decirle que la situación había cambiado.
Unos minutos antes de que terminara mi turno, se abrió la puerta del vestíbulo.
—Hola —saludé cuando Shawn entró en el despacho.
No me sonrió. De hecho, me había estado evitando durante semanas. Aunque de todas formas era raro que coincidiéramos en el mismo turno, y, si así era, se aseguraba de mantenerse alejado de mí.
—¿Cómo te ha ido hoy? —preguntó, sin mirarme siquiera.
—Bien. Nada reseñable.
—Perfecto. —Dicho eso, fue hacia la puerta. —¡Shawn! —llamé.
—¿Qué pasa? —gruñó.
Me sentía irritada, y quizá no tenía razón al arremeter contra él, pero ¿era mucho pedir que fuera más civilizado?
—Que tengas una buena noche.
Asintió.
—Buenas noches.
Sentí un dolor punzante en el pecho, pero, mientras me masajeaba distraídamente ese punto, mis dedos notaron la llave del único corazón que quería, y era todo mío. Si me viera obligada a romper cien corazones para conseguirlo, lo haría, porque Lauren me había demostrado lo que podía ser el verdadero amor.
Había sido un día muy largo y estaba deseando llegar a casa y acurrucarme en el sofá sin hacer nada. Lauren me había dicho que tenía que trabajar esa noche, así que iba a estar sola. Era el momento de ver Netflix. Lamentablemente, sin un calor extra.
Shawn ni siquiera me miró cuando fui a entregarle las llaves. Cuando me giré, Troye había aparecido desde el despacho y le brindé una sonrisa de despedida.
—Que tengas una buena noche, Camila — dijo Troye, situándose detrás del mostrador.
—Gracias, Troye —respondí con un bostezo al pasar junto a él.
—Deberías pedirle a esa mujer tuya que te prepare un baño de burbujas caliente y la cena.
—¡Ja! Ni siquiera estoy segura de que sepa cocinar nada. —Me reí.
—¡Te creo! La mayoría de los poderosos no saben cocinar.
Capté la mirada de Shawn y noté una opresión en el pecho. Nunca había pensado que mi vida podía cambiar tanto y en tan poco tiempo. Ni que iba a haber daños colaterales cuando sucediera.
Lauren había entrado como un huracán en mi existencia, arrasando con el plan que tan cuidadosamente había trazado. Me había reclamado para que ningún otro pudiera tenerme. Y, como resultado, lo único que quería en ese momento era verla. Tal vez podía convencerla de que viniera un rato a casa.
Cuando salí del ascensor del hotel y entré en el aparcamiento, me paré en seco. La mujer que inundaba mis pensamientos se dirigía hacia mí.
—Hola —saludé mirándola con intensidad. Me estudió con el ceño fruncido.
—Hola.
Hice una señal con la cabeza, pidiéndole en silencio que me siguiera. Había aparcado el Audi a unas diez plazas de donde nos encontrábamos, justo al lado de un todoterreno enorme, y me puse entre los dos. Lauren me seguía, pisándome los talones, pero en cuanto se puso delante de mí le rodeé los hombros con los brazos y lo hice agacharse para besarla.
La mera sensación que provocaban sus manos enormes moviéndose en mi cintura para acercarme hizo que empezara a liberar la tensión. Estar con ella, entre sus brazos, era exactamente lo que necesitaba después de un día tan duro. Su lengua lamía la mía y yo enredaba los dedos en su pelo.
Estaba dispuesta a avanzar, a continuar, cuando ella se apartó. Encerró mi cara entre sus cálidas manos y sus claros ojos, uno azul y otro verde, se clavaron en los míos.
—¿Estás bien?
Solté un fuerte suspiro y me relajé aún más entre sus brazos.
—Sí…, pero no.
—¿Qué ha pasado?
—Lucy y Vero se han dado cuenta. Saben que estamos juntas.
—No, solo lo sospechan.
—Bueno, pues sus sospechas han dado en el clavo. Tienes que mantener tu actitud, sobre todo esta noche, que no estaré allí.
Tensó la mandíbula y sus ojos brillaron de forma peligrosa.
—¿Alguien te ha dicho o hecho algo?
Negué con la cabeza.
—Las he oído por casualidad. También me han lanzado algunas miradas… —Me interrumpí. Se suponía que no debía volver, y menos tan temprano—. Espera, ¿qué estás haciendo aquí?
—La reunión se ha cancelado. —Me acercó, envolviéndome en sus brazos—. Iba a cambiarme y luego pensaba sorprenderte.
Me derretí, porque me encantaba su plan, pero luego se impuso la realidad.
—Deberías quedarte aquí, aunque solo sea por esta noche.
Sus dedos me retiraron el pelo de la cara.
—No me gusta verte así.
—Solo estoy nerviosa.
—Camila, estoy aquí. Pase lo que pase, cuidaré de ti. —Se echó hacia delante y me besó.
El beso estaba lleno de promesas, pero se contuvo. Sin embargo, eso era justo lo que yo necesitaba. Incrementé la pasión, hundiendo la lengua en su boca más profundamente. Necesitaba tranquilizarme, y solo ella podía ayudarme.
No podía parar, no quería hacerlo. De repente, solo me importaba sentir sus labios en los míos. Su lengua, sus manos, todo su cuerpo contra el mío. Lanecesitaba por completo.
Le retumbó el pecho con un gruñido mientras me arrinconaba contra su Audi. Las dos estábamos tan excitadas que no podíamos parar.
—No habrá cámaras apuntando hacia aquí, ¿verdad? —preguntó entre jadeos.
Abrí los ojos como platos mirando a mi alrededor. No podía creer que no hubiera pensado en eso antes de llegar a ese punto. No vi ninguna, pero eso no significaba que no las hubiera.
—No lo creo. Estamos en el medio del aparcamiento y las colocan en los extremos. —Además, estábamos entre dos todoterrenos.
—De acuerdo —dijo antes de volver a besarme. Tiró de mi falda para subirla.
—Espera, Lauren —gemí contra sus labios.
—Nadie puede vernos.
Me recorrió un escalofrío.
—Quiero esto —dijo, rozándome los pliegues con los dedos.
Asentí; aunque cada vez tenía más miedo, me poseía la lujuria, y eso lanzó mi sentido común por la ventana. Solo podía pensar en sentirla dentro de mí.
Con mi pierna derecha enganchada a su cadera, oí el familiar sonido de la cremallera antes de sentir su caliente punta acariciando mi clítoris. Sus labios no abandonaban los míos, no me dejaban retroceder mientras apartaba el tanga y hacía presión.
Su boca capturó mi grito cuando se hundió por completo El placer envolvió mi mente, cerrándola a todo lo demás, excepto a la sensación que me provocaba.
Era exactamente lo que necesitaba.
Cada movimiento de sus caderas hacía que se clavara más en mí, que me penetrara más profundamente. No iba a ser un acto prolongado, sino un polvo rápido para liberar la tensión que nos poseía a ambos.
—Lauren —gemí contra sus labios.
—Shhh… —susurró antes de silenciarme con su boca.
Sus embestidas eran rápidas, desesperadas, aceleradas, y me rozaba justo donde lo necesitaba. Me tensé entre sus brazos, gimiendo, hasta que todo explotó.
Me acercó a ella y me abrazó con fuerza mientras las oleadas me sacudían. Sus movimientos se volvieron arrítmicos y más salvajes, lo que indicaba que estaba a punto de correrse. En ese momento, oímos el chirrido de unos neumáticos, y ella hundió la cabeza en el hueco de mi cuello y dejó de embestir, pero me clavó los dientes. En cuanto el coche hubo pasado por delante de nosotros, empezó a moverse de nuevo, pero gritó contra mi piel antes de retirarse con rapidez.
Casi antes de salir, el semen salpicó mi blusa; ella gimió y apoyó la frente en la mía mientras recuperaba el aliento.
—Joder, nena.
—Gracias —dije, con una pequeña sonrisa de satisfacción en la cara.
—¿Te sientes mejor ahora?
Asentí despacio.
—Infinitamente.
Se arregló la ropa.
—¿Sigues preocupada?
—¿Estás a mi lado?
Me acarició la mejilla.
—Siempre.
—Entonces, ¿a quién le importa? —dije con un suspiro, aunque no era verdad. Me importaba. Solo que ella me importaba más.
—Pues eso…
Dio un paso atrás y mis ojos se abrieron de par en par.
—Oh, mierda… —Las gotas que habían aterrizado en mi blusa manchaban también su chaleco.
Bajó la vista y suspiró antes de abotonarse la chaqueta.
—Supongo que es bueno que no me relacione personalmente con el personal de la tintorería.
No pude evitar reírme antes de recomponer mi propia ropa.
—Supongo que sí.
—¿Ahora estás bien? —volvió a preguntar.
Asentí.
—Sí. Definitivamente me tranquilizas… —No quería dejarla. No quería irme.
—Duerme bien, mi amor. —Me dio un último beso.
—Te quiero. —Me agaché para recoger el bolso, que se había caído. Una vez fuera de entre los coches, me detuve y me volví hacia ella—. ¿Por qué no vienes esta noche?
—¿El plan no era que me quedara en el hotel? —preguntó.
—He cambiado de opinión. Sus labios dibujaron una sonrisa.
—Nos vemos dentro de unas horas.
Solté un suspiro y continué mi camino. En ese tiempo podía enviar mi currículum a unos cuantos trabajos más, y con suerte conseguiría alguno. Entonces no me importaría nada perder el empleo en el hotel Cameo.

¿Negocios o Placer? {Camren Gp}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora