19° Planta

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Lauren

Calmar a Camila me surgía de forma natural. La sostuve entre mis brazos mientras temblaba, con las lágrimas corriendo por su rostro. Perder su trabajo le había supuesto un duro revés. Pero lo que a ella la afligía a mí me enfurecía en silencio. Habían sido mis acciones y mi afecto los que habían creado la situación que había motivado su despido.
Había sacrificado su trabajo para ser mía, y me alegraba de ello.
Pero ese hombre… El director del hotel iba a ser despedido esa misma semana. Me iba a asegurar personalmente de ello. Quería arrancarle la cabeza. Tal vez golpear aquel baboso contra algo. La ira me había consumido cuando vi cómo la trataba ese hombre, con el que no había coincidido en todos los meses que me había alojado allí.
Mi amenaza no iba a caer en saco roto ni la iba a pasar por alto solo porque tenía la grabación. Habían seguido mis instrucciones, sí, pero no las había seguido él, y tenía intención de cumplir mi palabra. Aunque Luis, a quien consideraba el verdadero director del hotel, merecía mis elogios por el tacto que había tenido al final, no podía dejar pasar lo que había hecho Phillip.
El sábado fuimos al supermercado en busca de provisiones porque Camila iba a estar en casa toda la semana. Me negué a que pagara nada. No tenía muchos ahorros y era lo menos que podía hacer.
Cuando entramos en el edificio, la vecina de abajo estaba en el portal. Era mayor, llevaba rulos en el pelo y lo que parecía ser una pequeña carpa de circo. Había un perrito chillón sentado a sus pies. Era la mujer que me había echado la bronca, lo que solo hacía que me dieran ganas de cabrearla.
—Buenos días, señora Carrow —la saludó Camila, forzando una sonrisa. Mi chica siempre intentaba ser agradable.
—¡Ramera! —gritó aquella arpía.
Me acerqué y la miré con los ojos entornados. Esa mujer era insufrible.
Camila me detuvo a mitad de camino y se volvió hacia ella.
—¿Perdón?
—Los hombres entran y salen de tu apartamento a todas horas —se burló.
¿Qué? Al oír sus palabras sentí un escalofrío que me dejó una sensación extraña en la boca del estómago.
—Creo que tiene que revisarse la vista, señora Carrow, porque solo entra y sale una mujer.
Seguí a Camila hasta el apartamento, pero no pude deshacerme de la oscuridad que me inundaba. Lo que más odiaba era tener dudas.
—Aggg… No puedo creerlo, ¿me estaba llamando puta? —se quejó Camila, dejando caer las bolsas en la encimera.
—No te preocupes por ella —aconsejé, aunque me sentía tenso. Me levanté masajeándome las sienes. Una parte de mí quería preguntarle de qué coño estaba hablando aquella vieja. Otra parte me recordó que confiaba en Camila.
—¿Lauren? —Camila se acercó a mí y me pasó las manos por los brazos hasta el pecho—. ¿Qué pasa, cariño?
Eso me provocaba calidez y relajo, pero algo me incordiaba. Abrí los ojos de golpe.
—Me duele la cabeza. Creo que voy a acostarme.
—Oh, vale. —Se puso de puntillas y encerró mi cara entre sus manos; me acercó para besarme en la frente—. Que te mejores.
Asentí, me dirigí al dormitorio y cerré la puerta. Después de quitarme el jersey y los zapatos, me dejé caer en la cama.
Estaba acostumbrado a que la vecina de abajo de Camila armara escándalo, pero esa acusación… Sabía que no era cierta, pero aun así me sentaba mal. Estiré el cuello, tratando de aflojar la creciente tensión.
Le había dicho a Camila que me dolía la cabeza, pero me puse a mirar, sopesando lo que había oído. Aquella mujer era vieja, senil, pero ¿y si había algo de verdad en sus palabras? ¿Y si Camila se estaba viendo con alguna otra persona?
—Deja de ser ridícula —me reprendí.
Camila nunca me había dado ningún indicio de que no fuera tan feliz como yo, pero, aun así, las dudas se apoderaron de mí. Cuando mi ex me había engañado apenas nos hablábamos. Ese debió haber sido el primer indicio de que algo andaba mal, pero lo había pasado por alto.
A Camila le gustaban las atenciones y los regalos, pero nunca los esperaba. Si mantenía la cabeza fría y los pies en la tierra, Camila era todo lo contrario a mi exmujer. Era independiente, un rasgo que yo amaba y odiaba a la vez.
Por eso no me gustaba nada mi reacción.
Quería a Camila. Era feliz con ella. Sin embargo, todavía había muchas cosas que no sabía de ella.
Tal vez fuera extraño decir casi en el mismo pensamiento que no la conocía y que la amaba, y las dudas siempre rondaban en el fondo de mi mente.
¿Y si fuera como Alexa? Cuando conocí a mi ex, la consideré parecida a Camila, de carácter fuerte. Sin embargo, tenía que recordarme a mí mismo las diferencias entre ellas; Alexa siempre me pedía que le comprara cosas, en cambio Camila aceptaba los regalos con sincera sorpresa. Nunca me pedía nada más que mi tiempo.
Era una comparación injusta, pero era el pozo que me había dejado el divorcio.
Las dudas y la oscuridad me carcomían. Era una desconfianza que no quería dejar que me poseyera, un vestigio de una cicatriz profunda que nunca había superado. Solo por eso no había salido con nadie después de divorciarme, y era la razón por la que había sido tan imbécil con Camila al principio.
Sin embargo, un intercambio de miradas y ya estaba enganchada.
—De todas las mujeres y lugares del mundo… —susurré con una risa.
Camila no era Alexa. Era cariñosa, amable e inteligente.
Cuando tuve mis emociones bajo control, salí del dormitorio.
—¿A qué huele? —pregunté.
Camila dejó el teléfono y se levantó del sofá de un salto.
—Te he hecho galletas.
Parpadeé, sorprendida. Pero ¿cuánto tiempo había estado allí dentro?
—¿Me has hecho galletas?
La seguí al comedor y vi las galletas que se estaban enfriando en una rejilla en el centro de la mesa.
—Sí, se me ha ocurrido… No sé, que podían ayudar a que te sintieras mejor… —dijo, aunque sonó más como una pregunta—. Es una tontería, lo sé. Mira que hacer galletas para un dolor de cabeza…
—Mi madre siempre me hacía galletas cuando estaba decaído o enfermo —confesé antes de probar una.
El sabor estalló en mi lengua, un destello de recuerdos, sentimientos y familia. Hogar: eso era lo que representaban las galletas. Gemí al notar el chocolate que todavía estaba derretido, y extendí los dedos para rozar su mejilla. Mi Camila. Ella no sabía de la dicotomía que se gestaba en mi interior entre mi deseo por ella y mi experiencia pasada, que se dedicaba a sembrar dudas.
Me agaché para besarla.
—Gracias, cariño.
Deslizó sus dedos entre los míos, sonriente.
—De nada.
Era el calor de Camila y no el frío lo que necesitaba recordar. Más de una vez había dejado que me dominara la ira, y ella no se lo merecía.
Pasamos el resto del día viendo Netflix con un plato de galletas entre nosotros, y, más tarde, sin nada entre nosotros.
El deterioro del estado de ánimo de Camila a lo largo de los días siguientes solo sirvió para avivar el odio que sentía por Phillip. A finales de semana, tenía al dueño de Cameo International al teléfono. Mis amenazas nunca eran en balde, y ese gilipollas iba a descubrirlo de primera mano.
—Lauren, ¿qué tal te va? —dijo Richard al responder.
—Bien. ¿Cómo estás tú?
—No puedo quejarme. Me he pasado el fin de semana cuidando a mi nieta. —La felicidad era patente en su voz.
—¿Cómo está?
—Es absolutamente adorable. Te enviaré una foto más tarde. Se parece a Everly, pero con los ojos de su padre.
—Estoy deseando verla.
Se rio.
—¿Qué puedo hacer por ti?
—¿Recuerdas lo vengativa que puedo ser? —Clavé los ojos en el ordenador, en el calendario, en la lista de reuniones del día.
Se oyó una risita al otro lado.
—¿Me llamas para quejarte de tu estancia en el Cameo?
Me reí.
—Solo me voy a quejar de una persona. Del director. Creo que se llama Phillip.
—¿De Phillip? ¿De verdad? ¿Qué ha hecho? —preguntó. Parecía preocupado, pero abierto a la idea.
Había llegado el momento de poner fin a su carrera.
—¿Recuerdas que te hablé de mi novia, Camila?.
—La supervisora de recepción. —La despidieron la semana pasada por su relación conmigo —anuncié—. Y antes de que empieces con tu perorata sobre la política de la empresa y demás, no llamo para pedir que la vuelvas a contratar.
—Lo que quieres es que despida a Phillip —dedujo—. ¿Por qué?
Porque se lo merecía.
—Abordó el tema de una forma inaceptable. Las cosas que le dijo, lo que insinuó sobre ella, sobre mí… Hasta nos persiguió hasta la habitación, Richard. Actuó como un salvaje, como si quisiera cogerla por el pelo y arrastrarla a la calle —siseé. La sangre bombeaba en mis venas a una velocidad creciente mientras mi ira iba en aumento.
—Tienes razón, no es así como tenía que haber manejado la situación —dijo Richard—. No me gusta que se represente a la empresa de esa manera.
—Y por cierto, en los tres meses que estuve alojado allí, no llegué a verlo nunca. —Ni siquiera había oído su nombre—. A pesar de todas mis quejas, no recibí ni una palabra de él. No es exactamente la respuesta de un responsable cabal.
Se oyó un murmullo en el otro extremo. Hacía años que conocía a Richard, y sabía que eso significaba que estaba reflexionando sobre la información que le había dado.
—Bueno, me das datos interesantes.
—De hecho, siempre había pensado que Luis era el director —continué, iniciando la segunda parte del plan—. Y es el subdirector, no el responsable general del hotel. He hablado con él muchas veces y me ha impresionado favorablemente. —Camila también apreciaba a Luis.
—Pero no te impresionó lo suficiente como para que dejaras de ser una molestia —bromeó Richard con una risita.
—Tenía que hacer el paripé.
—Para conquistar a una de mis empleadas.
—Una empleada que pienso mantener a mi lado.
—De acuerdo —dijo—. Recabaré algo más de información sobre el hotel y sobre Phillip, lo despediré el fin de semana y pondré a Luis en su puesto.
—Me has leído la mente. ¿Qué te parece si almorzamos juntos la semana que viene? —pregunté—. Así podrás contarme cómo fue. Quiero todos los detalles.
—Me parece perfecto. Dile a tu asistente que lo organice todo. —Gracias por tu ayuda.
Escuché una risa profunda.
—Eres una buena persona, Lauren, pero no me gustaría ser el objetivo de tu ira.
No pude evitar sonreír.
—Que tengas un buen día.
Al colgar, tenía claro que una parte de mi plan estaba en marcha, así que me alejé de mi escritorio para ponerme manos a la obra con la segunda. Había concertado una cita por un motivo muy especial en mi pausa para el almuerzo.
—Bienvenida de nuevo a Tiffany’s, señora Jauregui. ¿En qué podemos ayudarla hoy? —preguntó Jeremy, el jefe de ventas, cuando me acerqué al mostrador.
—Estoy buscando un anillo de compromiso —dije.
Tal vez me estaba precipitando, pero nunca había sentido nada tan fuerte en mi vida. Quería que Camila fuera mía para siempre. Solo había necesitado tres meses para que ella entrara en mi corazón y lo consumiera por completo. Incluso a pesar de la forma en que había terminado mi matrimonio, quería que Camila fuera mi esposa.

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El capítulo fue corto pero bonito...como Ally xD

Casi no hay POVs Lauren en esta historia pero los pocos que hay valen la pena totalmente

RiverMinoru24 💜✨

¿Negocios o Placer? {Camren Gp}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora