9° Planta

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Camila

Las últimas semanas habían sido interesantes. Lauren y yo habíamos iniciado una especie de relación sórdida. Siempre lo hacíamos en su habitación del hotel cuando yo estaba de servicio. Se enfadaba por cualquier cosa solo para que yo subiera. Los gerentes se alegraban de que yo pareciera tener el tacto necesario para tranquilizarla, aunque nunca duraba mucho. Además de que no tenían ni idea de qué tipo de tacto utilizaba.
Lauren era era una fuerza de la naturaleza.
No solo era una capulla. También era una gran amante y, como estaba empezando a ver, había mucho más en ella.
Detrás de su exterior frío y serio se escondía una mujer extraordinaria y afectuosa  con un intelecto increíble.
Sin embargo, tenía un lado muy exigente: la señora Jauregui.

Quiero verte.

Miré la pantalla y parpadeé, sonriendo. Lauren me mandaba mensajes fuera de mi horario de trabajo. Cuando me había pedido el número de teléfono, no creí que fuera a ponerse en contacto conmigo. Me quedé en estado de shock. Lo había hecho de verdad. ¿No era solo una aventura para ella? ¿Era algo más que sexo?

No trabajo esta noche.

Si había pensado que mi respuesta era el final de la conversación, estaba muy equivocada. Lauren era estaba acostumbrada a conseguir lo que quería, y esa noche me quería a mí.

Ven ya.

Suspiré. ¿Quería que perdiera el trabajo? Ya era bastante malo que hubiera estado acostándome con ella en la habitación del hotel durante las horas de trabajo. Ya me sentía enferma por lo que podía pasar cuando, o si, se descubriera lo que hacíamos en su habitación.

Sabes que no puedo.

Vale. Entonces, vamos a cenar.

¿Una cita? ¿Lo decía en serio? Se me aceleró el pulso. Tenía muchas ganas de tener una cita con ella, pero no podía salir aunque hubiera querido. Así que, en su lugar, le ofrecí otra alternativa, una con la que mi conciencia me permitía seguir viviendo.

Tengo que preparar una tarea. 415 Cherry St Apt 2C.

Le escribí mi dirección porque no sabía si la había guardado cuando me había enviado las flores. La pelota estaba en su tejado. No tenía tiempo para entretenerlo ni para cumplirle los caprichos. Si me deseaba, iba a tener que venir a buscarme.
No albergaba muchas esperanzas de que lo hiciera, pero deseaba desesperadamente que diera el paso. Solo para demostrarme que era algo más que un polvo conveniente. Que significaba para ella más que lo que teníamos en el hotel.
Unas horas más tarde, me encontraba en el sofá, con los pantalones de deporte y una camiseta de tirantes, el pelo recogido en un moño con mechones sueltos y rodeada de papeles. Estaba tan absorta en mi proyecto que casi no oí que llamaban a la puerta. Por supuesto, la televisión estaba encendida y ahogaba cualquier sonido.
Un poco molesta, me levanté de entre el mar de papeles y fui a la puerta. Decir que me sorprendió ver a Lauren allí era un gran eufemismo. Eran más de las nueve de la noche. No había respondido, así que no esperaba que apareciera.
Me quedé ahí, mirándolo fijamente.
—¿Qué haces, Lauren?
—Estás siendo muy maleducada, Camila —dijo.
Eso pareció arrancarme del estado de shock, y me aparté para dejarla entrar.
Me sonrió al entrar.
—Estás muy guapa.
Miré mi ropa y deseé haberme puesto otra.
—Estoy preparando una presentación para clase. No creía que fueras a venir.
—He dicho que estás muy guapa. Me gusta tu look. Es mucho mejor que esa estirada ropa de supervisora. Pareces más tú. No quiero decir que no me guste lo que usas de uniforme, pero solo es porque normalmente oculta debajo ese liguero. —Lo dice la estirada mujer de los trajes de marca de tres piezas —respondí, ignorando su comentario sobre lo mucho que le ponían mis medias. Le sonreí por encima del hombro mientras cerraba la puerta.
Frunció el ceño y se deshizo de la chaqueta del traje, la corbata, el chaleco y la camisa. Se quitó también el cinturón y los zapatos, y se quedó en camiseta y boxers.
Abrió los brazos y giró hacia mí.
—¿Mejor?
—Un poco… —murmuré, aunque lamentaba que se hubiera quitado el traje. Le quedaba muy bien y sabía lucirlo con elegancia.
—¿Qué es lo que estás haciendo que me impide llevarte a cenar? —preguntó, mirando a su alrededor—. Vaya, este apartamento es muy pequeño.
—Lo sé —respondí—. No todos somos ricos. Así es como vive la otra mitad. Cincuenta metros cuadrados, nene.
—Tu apartamento es más pequeño que la habitación del hotel —señaló.
—Ya, bueno, como he dicho… —Me quedé sin palabras, molesta, y me di la vuelta para alejarme.
—Oye, oye… —dijo; me cogió del brazo y tiró de mí hacia ella—. Lo siento. —Me rodeó con los brazos y me acarició el cuello, estrechándome con fuerza—. ¿En qué estás trabajando?
—Es una presentación para clase de gestión —respondí con un suspiro.
—¿Qué piensas hacer una vez que tengas el máster? —preguntó con sincera curiosidad—. Doy por hecho que no te vas a quedar en el hotel.
Negué con la cabeza.
—No. Me iré del hotel lo antes posible. Ya estoy buscando trabajo. Sobre todo en departamentos de contabilidad, para puestos de contable. Tal vez, cuando tenga más experiencia, aspire a más.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó. Su oferta era sincera, pero yo estaba acostumbrada a arreglármelas sola.
—No, no necesito ayuda. Puedo hacerlo yo misma —respondí; me alejé de ella y volví a mi mar de papeles.
—Permíteme reformular la pregunta: ¿te ayudaría que yo fuera la audiencia?
Lo miré con intensidad, todavía llena de curiosidad por saber por qué estaba allí, ya que evidentemente sabía que no iba a irme a la cama con él.
—De acuerdo —cedí—. Puede ser útil. Una enorme e inusual sonrisa se dibujó en su rostro y se acomodó en el sofá frente a mí.
Durante las dos horas siguientes trabajamos en mi presentación. Me ayudó a afinar algunos detalles y a rematar bien los discursos, lo que la convirtió en una obra maestra que seguramente iba a impresionar a mis profesores.
Después, nos acurrucamos debajo de una manta y vimos una película. Lauren me apretó contra su pecho y, una hora más tarde, oí un suave ronquido a mi espalda. Me giré y levanté la mirada: tenía los ojos cerrados y la boca algo abierta.
No quería despertarla, pero necesitaba dormir un poco.
—Lauren —susurré, acariciándole la mejilla con el dorso de los dedos—. Lauren, tienes que irte a la cama.
Gimió, pero abrió los ojos de mala gana. Me puse de pie y labcogí de la mano para guiarla hasta el dormitorio. Con los ojos casi cerrados, se quitó la camiseta y se quedó en calzoncillos.
Si no hubiera estado casi dormido y no hubiera resultado adorable —palabras que normalmente no asociaría con Lauren Jauregui —, habría pensado en aprovecharme de ella. Se tendió en mi cama de una plaza, mucho más pequeña que la cama de matrimonio que usaba en el hotel, y se tapó con la manta. Solo me dio tiempo a mirarlabun momento antes de que alzara la mano y agarrara la mía para tirar de mí hacia la cama. Solté una risita y me acomodé bajo las sábanas, con su brazo alrededor de la cintura, acurrucándome contra ella.
Unos minutos después, estaba soñando a salvo, rodeada por Lauren.
A la mañana siguiente, temprano, me despertó una polla muy dura que se deslizaba por mis bragas. Solté un gemido y abrí los ojos. Lauren estaba encima de mí, con los ojos entornados. Cogí una bocanada de aire; su aspecto era muy sexy cuando me demostraba su necesidad.
Mi cuerpo entero se despertó y mis caderas salieron al encuentro de las de ella para acariciar mi clítoris con su cálido eje. Vi cómo se le cerraban los ojos antes de que se agarrara la polla y la deslizara entre mis pliegues.
Me arqueé sobre la cama y grité de placer cuando ella se introdujo hasta el fondo. Nos movimos juntos, con una cadencia lenta y sensual, entre caricias suaves y tiernas, muy diferentes a nuestros anteriores encuentros. Algo había cambiado.
—Creo que deberías tomar la píldora —gimió.
—¿Estás insinuando que vamos a seguir juntos?
Asintió.
—Sí. Eres mía y quiero follar contigo, lo que incluye correrme dentro de ti. —Capturó mi labio inferior entre sus dientes y apretó—. Quiero llenarte sin dejarte embarazada.
—En cuanto acabe el máster —prometí.
Me penetró hasta el fondo.
—Perfecto.
Dos noches después, Lauren apareció en mi puerta con un paquete de comida. El corazón se me aceleró mientras la miraba con intensidad, con una sonrisa enorme. Las dos noches que no había tenido que trabajar había venido a casa. Tenía tantas ganas de verme como yo de verla a ella.
—Dime, ¿cómo eras de niña? —pregunté cuando nos acurrucamos en el sofá después de cenar. Resultaba extraño verla el viernes por la noche, pero también era algo inusual que yo estuviera libre un viernes—. ¿Siempre has sido un capulla o es un rasgo de personalidad de reciente adquisición?
Se rio de mi pregunta y me miró de reojo.
—Pues la verdad… —comenzó; soltó un suspiro y giró la cabeza hacia mí—. Era una empollona —Se detuvo para medir mi reacción antes de continuar—. Una adolescente desgarbada que estaba en todas las clases de nivel avanzado y que no tenía amigos.
—Te voy a contar un secreto: los empollones son sexis —admití con un guiño.
—Bueno, mi cuerpo no se desarrolló hasta la universidad. Fue allí donde empecé a construirme la personalidad actual. Compartía clases con imbéciles y deportistas, y, siempre que me tocaba hacer grupos con ellos, asumían que yo haría todo el trabajo. En cambio, hacía mi parte y luego decidía quién debía encargarse de la siguiente sección.
—Ya me imagino la paliza que te dieron por eso.
Eso la hizo reír.
—Sí, ya. Si hubiera seguido siendo la misma del instituto, tal vez. Pero para entonces ya me había cansado de que se metieran conmigo y de que me utilizaran por mi intelecto. Ya había tenido suficiente, y no iba a dejarlo pasar. De todos modos, una vez un chico de mi grupo se me acercó con tres de sus amigos. Podía haber acabado con una mano rota, cortes, moratones y sangrando por todas partes, pero terminé con más confianza en mí misma y con cuatro deportistas llorando en el suelo.
La miré, sorprendida. Por el incidente con los chicos de la fiesta en la habitación de al lado, sabía que Lauren era fuerte, pero ganar una pelea contra cuatro era un gran logro.
—¿Qué? —preguntó.
—Mmm, guau…
Se encogió de hombros.
—Una vez fuera de la universidad, esos deportistas acabaron trabajando para mí, y quizá fui un poco vengativa.
—No me digas —pronuncié con fingida incredulidad, incorporándome—. No fuiste mala con esos pobres deportistas, ¿verdad?
—No soy amable con la gente que no trabaja para mí. ¿Cómo crees que soy con la que sí lo hace?
—Recuérdame que nunca trabaje para ti.
Eso lo hizo reír, y me levantó para sentarme a horcajadas en su regazo. —Pero tengo muchas fantasías contigo en mi escritorio que quiero hacer realidad.
—Será diversión fuera de horario laboral. —Me puso los brazos sobre los hombros, y deslicé los dedos entre el pelo de su nuca.
Un gemido de satisfacción vibró en su pecho, y me rozó la parte exterior de los muslos.
—Entonces, el riesgo de que nos pillen disminuye de forma significativa.
—Exactamente.
—Bueno, ¿y tú, Camila?
Me encogí de hombros.
—No hay mucho que contar. Soy originaria de Carolina del Norte y me mudé a Boston hace unos doce años. Soy la mayor de dos hermanas. Mi hermana menor, Sofía, es estudiante. Hace unos años, una empresa de Texas contrató a mi padre, y mis padres se mudaron allí, pero la empresa cerró un año después.
—Eso es terrible.
Asentí.
—Sí. Por eso hace tres años que no los veo.
—¿Por qué no vas de visita?
—Porque gasto los días de vacaciones en cosas como exámenes finales, y trabajo la mayoría de los festivos. Además, no me lo puedo permitir y ellos tampoco.
Frunció el ceño.
—¿Sigue sin trabajo?
—Sí —dije, acompañando la palabra con un movimiento de cabeza—. Mi madre trabaja, pero su sueldo apenas alcanza para pagar las cuentas. Así que trabajo mientras voy a la universidad para poder conseguir una vida mejor para mí y mi familia.
—Eso es muy loable.
Negué con la cabeza.
—No soy loable. En todo caso, soy sencilla.
—Eres todo menos sencilla, Camila. Eres mi momento brillante del día.
Me mordisqueé el labio y le sonreí. A veces decía cosas que me llegaban al alma.
—¿Ves?, esa es la mujer que me gusta.
Los labios de Lauren se convirtieron en una sonrisa de medio lado antes de que me besara.
—Esa mujer es toda tuya.
—Me siento como si estuviéramos haciéndolo todo al revés —comenté, retirándome un poco.
—¿A qué te refieres?
Agité la mano entre nosotros.
—A esto. A nosotros.
—¿Porque hemos tenido mucho sexo y poco más?
Asentí.
—Sí.
—Por eso mismo he venido aquí.
Lo miré arqueando una ceja.
—¿No ha sido por el sexo?
Sus dedos se curvaron en mis caderas.
—Bueno, por eso también. Después de todo, es tenerte a menos de tres metros de mí y excitarme. Pero quiero más que eso contigo.
En un arrebato de excitación, le di una palmada en el pecho.
—Tengo una idea. Vamos a jugar a las veinte preguntas.
—Creo que nunca he jugado a eso —dijo.
—Es fácil. Podemos alternar. Yo te hago una pregunta, luego tú me la haces a mí, y así los dos podemos responder.
Asintió.
—Muy bien.
Me puse el dedo contra los labios y tarareé para mí misma.
—¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?
—¿Antes de conocerte? —Se acomodó de nuevo en el sofá mientras pensaba en ello—. Ahora el trabajo ocupa gran parte de mi tiempo, pero antes me encantaba ir a Caesar Creek y pescar. —¿Dónde está eso?
—En Ohio. Al noreste de Cincinnati. Fue hace mucho tiempo, cuando estaba en el instituto. Cuando tenía tiempo para sentarme en un barco y no pensar en nada.
—¿Cuándo viviste allí?
—Es donde crecí. Luego me fui a la universidad, y solo vuelvo para visitar a mi familia.
—¿Hermanos? —pregunté.
—Tengo un hermano mayor y una hermana menor, y a mis padres.
Los dos teníamos familia en el sur
—De acuerdo, ¿qué te gusta hacer?
—Me gusta ir a los partidos de béisbol. Supongo que podría hacerme socio de los Red Sox, ya que vivo aquí —dijo con una expresión agria—. Después, iría a tomar una copa con los del trabajo.
—¿Por qué no con los amigos?
—Eres la única amiga que tengo en Boston —reconoció con una sonrisa de pesar—. ¿A ti qué te gusta hacer en el tiempo libre?
—Sinceramente, no sé qué es eso. —Suspiré y moví las manos por su pecho; adoraba la sensación que me provocaba que subiera y bajara de forma lenta y constante debajo de mis dedos—. He estado trabajando y estudiando a jornada completa durante los últimos seis años. Cuando hay descansos entre semestres, intento relajarme y ver Netflix. Si hace buen tiempo, me gusta ir a la playa y sentarme a mirar el agua.
—¿Solo la miras? —preguntó—. ¿No te bañas?
—El agua está jodidamente fría —dije riendo—. Me imagino que algún día podré ir a una playa en un lugar más cálido y será agradable bañarme.
—Quizá podamos ir de vacaciones a las Islas Vírgenes en otoño.
Parpadeé.
—¿En serio?
La idea me entusiasmó, porque no se trataba solo de un viaje con él, sino que implicaba que había cierto futuro para nosotros.
Sus ojos estaban clavados en los míos cuando asintió.
—Sí.
Me eché hacia delante y lo rodeé con mis brazos.
—Me encantaría —aseguré, y la besé. Era algo que había evitado durante media hora porque sabía a dónde nos iba a llevar, en especial conmigo en su regazo. Cuando me retiré, sus ojos ardían, y me obligué a no volver a besarlo y seguir interactuando de otra forma. Me aclaré la garganta y me incorporé—. Tu turno.
—¿Dónde te ves dentro de diez años?
Lo miré con el ceño fruncido.
—¿Es una entrevista de trabajo?
Se rio y negó con la cabeza.
—Es solo una pregunta.
—Diez años… mmm… Casada, con un par de hijos y trabajando en un buen puesto.
—Un par de hijos, ¿eh?
—¿Y tú?
—Dirigiendo Cates, teniendo mi propia familia y gobernando el mundo.
Una familia propia, me dije mentalmente. Tal vez podíamos tener una familia juntos.
—¿Dirigiendo el mundo? Te vuelve agresivo ese impulso hacia la cima, ¿eh?
Otra carcajada. Ese sonido siempre me hacía sonreír. Me encantaba que se relajara así. Esos momentos juntos eran mis favoritos, porque era entonces cuando sabía que teníamos algo más que sexo.
—Creo que nunca me había propuesto llegar a la cima, pero a medida que trabajaba, me di cuenta de que era ahí donde quería estar. Me encanta tener el control.
—Eres bastante dominante.
—Así que dominante, ¿eh?
Asentí.
—Bastante. Y también exigente.
En un giro, de repente estaba de espaldas, con ella arrodillada entre mis piernas.
—Agresivo, prepotente. Las he escuchado todas antes. Pero ¿quieres saber lo que soy en realidad?
—¿Qué?
Se cernió sobre mí, deteniéndose con los labios a unos centímetros de los míos.
Apasionada

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Listop este es el último por hoy 😬

Mañana continúo

Los quiero

Atentamente RiverMinoru24 💜✨

XOXOXO

¿Negocios o Placer? {Camren Gp}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora