Capítulo V

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22 de diciembre de 1560.
10:45 p.m.

K a t h e r i n e  d e  A u s t r i a .











¡Abran en nombre del Regente!

    “Supongo que mi prima guardó los frascos en alguna parte.”

    Tanto Mary como Catherine se sientan y simulan jugar ajedrez mientras que yo me pongo junto a la puerta y empiezo a hablar sobre lo que acabo de ver. Ya saben, mi primo, como si ellas no hubieran estado ahí, incluso empiezo a soltar un par de lágrimas. Pensar en la muerte de Aylee me ayuda un poco en cuanto a ello. Entonces siento que abren la puerta detrás de mí y me aparto.

Katerina, supongo que vino a contar lo que vio, debió ser aterrador hasta para usted. Bueno, siéntese, creo poder hablar de cosas aún más importantes con más... imparcialidad. Así también podría calmarse un poco —Narcisse se aparece en la habitación como si fuera el dueño de todo—. Sí puedo entrar, ¿verdad?

    Si me siento es únicamente porque sé que la situación se va a poner aún más seria de lo que ya lo es.

¿Tengo elección? —pregunta Catherine—. Eres el regente.

Por eso estoy aquí. El servicio de mi nuevo puesto.

    Ruedo los ojos sin que Narcisse se de cuenta. Es obvio que quiere presumir que podría encarcelar a Catalina con sólo decir las palabras.

    Pero no le creo.

El cual me quitaste de las manos cuando te negaste a defenderme contra los alegatos de regicidio —responde la Reina madre con su sonrisa cínica mientras sigue simulando jugar ajedrez con Mary.

    “Y al final sí la acusaron de regicidio, ¿quién lo diría?”

El cardenal Morel hizo las acusaciones. Tengo la triste tarea de investigar para determinar si hay suficientes pruebas para que se haga el juicio.

Entonces no busques más a mi hijo, el rey, Charles. Él testificará que yo nunca le haría daño a Francis.

De hecho, Catherine, cuando venía para acá me contaron que-

El consejo privado envió a Charles lejos a un lugar seguro —me interrumpe el ahora regente—. Y lo haría con Katerina también de no ser porque estoy seguro de que se negaría. Además, podría ser una buena testigo... si la hubiéramos encontrado hoy.

    Tanto Catherine como Mary me miran sorprendidas y dejan su simulación.

Salí a cabalgar al pueblo, quería despejar la mente un rato —explico tranquilamente sin mencionar lo de Bash.

    Encontraré otro momento para contarles sobre lo que él y yo encontramos.

Sin Charles, Catherine se convierte en un convicto —comenta la escocesa.

No es mi trabajo ni del Rey juzgarla, esa tarea le pertenece a-

El Parlamento de París —musito.

El Tribunal Supremo de Francia —me sigue mi prima.

No tenía motivos para matar a mi hijo —proclama la rubia.

Y yo no dije que los tuvieras —habla el único hombre, haciéndose la víctima aunque con algo de sarcasmo—. Lamentablemente, otros piensan distinto. Cuando Francis enfermó, te encerró en una celda, quedaste sin favor y sin poder, y tu única esperanza de recuperar el poder era... que el Rey muriera.

Después del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora