Capítulo XXIX

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26 de septiembre de 1561.
7:45 p.m.

C h a r l e s  d e  V a l o i s .















    Si no fuera por el hecho de que Katherine también se lastimó pero golpeando a mi hermano en represalia por golpearme con esa estúpida pelota, tal vez yo hubiera intentado lastimarlo de vuelta.

    Han pasado unos días desde lo que Henri le dice el incidente en el partido de tenis, y yo por suerte no necesité muchas vendas para aliviar el golpe en mi nariz, sino tan sólo un par. Aunque mi esposa sí las necesitó más a pesar de que las heridas en sus nudillos no fueron tan profundas como temía, lo que me alivia bastante... aún para tener un constante dolor en el centro de mi cara.

    Mi madre organizó una cena hoy, en la cual todos estamos justo ahora, incluyendo a mi amigo Daniel, al chico guardián y a Nicole. Yo me ubico en una punta de la mesa y mi madre en la otra, Katherine está a mi izquierda y Henri enfrente de ella, después respectivamente están frente al otro Nicole y Floyd, Claude y Daniel, y Leith y Narcisse.

    Si a mi derecha se siente la tensión con mi hermano a pesar de la calmante música que todos oímos, no me imagino cómo se sentirá Leith con el canciller frente suyo...

    ... Quien al parecer aún no sabe disimular la furia en sus ojos, a decir verdad. Tal vez a este punto ya ni le importa el que todos sepan que lo odia por haberle arrebatado a su sobrino una potencial cantidad de poder, y por ende al mismo Narcisse.

—La sopa está deliciosa —comenta Leith para tratar de aliviar la clara tensión en la mesa, y mi madre asiente con una sonrisa.

—Una gran... mezcla de sabores —sonríe Claude algo incómoda.

—Sabores mucho mejores que el pichón, aunque ese tampoco está mal —oigo susurrar a Floyd, cosa que hace que Katherine contenga una sonrisa.

—Tengo algo que decir —anuncia Henri luego de colocar un cuchillo en su plato, y yo desvío la mirada hacia Katherine, quien toma mi mano izquierda bajo la mesa—. Cuando combatí a los turcos nos superaban en número en Dumar, pero yo los guié a la victoria después de comer esta misma sopa que le pedí al cocinero que preparara. Incrementa la fuerza —y me mira a mí, como si yo fuera la persona más débil de todo el mundo.

    Si bien el agarre de Katherine es apenas perceptible por las vendas, puedo notar que aprieta suavemente mi mano en una señal de apoyo... o tal vez para prevenirme de hacer algo de lo que después me arrepienta. Ella mira a Claude, quien parece harta de todo esto. Estoy seguro de que la ojigris también le comparte la misma expresión.

—Henri... —Narcisse pone su codo derecho en la mesa mientras mira al mencionado, apoyando su cabeza en su puño—. ¿No tienes nada que decirle al Rey?

—Claro —asiente en un susurro, y me mira de nuevo, esta vez sin su insensato sentido de superioridad—. Charles,... quisiera disculparme contigo.

    Yo lo miro de vuelta, sin emoción alguna. Algo me dice que esto es obra de-

—¿Escuchaste eso, Charles? —pregunta mi madre antes de beber de su copa, la cual tal vez contenga agua... Aunque es más probable que tenga vino adentro.

    Lo sabía. Claro que lo sabía.

—De verdad lo lamento —repite mi hermano—. Olvidé lo traumatizado que estabas desde tu terrible secuestro-

—¡Henri!

—Lo afectado que estabas por las presiones del reino —su sonrisa maliciosa vuelve a aparecer, a lo que desvío la mirada de nuevo a la mesa—. Esos rumores sobre tus extraños y atroces hábitos.

Después del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora