Capítulo XXIV

35 2 25
                                    

9 de septiembre de 1561.
2:15 p.m.

K a t h e r i n e  d e  A u s t r i a .

















Estúpidos protestantes, les ofrecemos la paz y no la quieren —se queja Catalina, refunfuñando mientras sale de uno de los tantos salones de la corte.

    Ni bien volví a la corte me contaron lo que aconteció en estos últimos días. Resulta que Catalina lideraría hoy una conferencia entre católicos y protestantes buscando la paz con tal de evitar una posible guerra civil, conciliando a los líderes de ambas religiones para que se entiendan entre sí y lleguen a un acuerdo, pero por lo que veo no le fue muy bien.

    No le fue nada bien.

¿Qué pasó? —le pregunto buscando más detalles.

    Si mal no recuerdo los Touchet son protestantes, por lo que si algo les pasa a ellos eso significa que también le pasaría algo malo a Charles. Y sí, ya sé lo que dije.

Ah, hola, Katerina —me saluda conservando su seriedad sin necesidad de desquitarse conmigo, lo cual es nuevo—. Supongo que ya oíste lo de la conferencia, en resumen los protestantes se niegan en acercarse a los católicos, ni siquiera para llegar a un acuerdo, mucho menos en viceversa —gruñe—. ¿Algo nuevo de Charles y sus cartas falsas? Ambas sabemos que no está en Reims.

    Y me mira, con algo de esperanza dentro de su tan conocida rigidez en sus ojos. Aún no me agarra de los brazos, lo cual es raro, pero supongo que está tratando de no perder la compostura.

Lo sé, ése fue un plan de Floyd para darnos algo de tiempo —revelo mientras empezamos a caminar por los pasillos de la corte—. Por lo que al final él no le hace honor a su… apellido inglés —remarco con algo de saña, dejándola algo sorprendida.

    Pues sí, el castaño de ojos verdes me contó la conversación que tuvo con Catalina una vez que mi hermano, recién llegado en ese entonces, supo que yo no había vuelto con el escuadrón sino que huí al bosque a buscar a Charles y a… Thierry.

    Maldición, ojalá que él no se haya enterado de lo que nos ha ocurrido desde el más allá, pues nunca lo he vuelto a ver hasta ahora.

Está bien, admito que exageré un poco ese día, pero no tenías que restregármelo en la cara —comenta casi rodando los ojos—. ¿Cuántas cartas tienen?

Como seis o siete —respondo con una mirada pensativa—. Habrá una diferente por cada semana o eso acordamos, pero no es lo único —le advierto.

¿Y qué más planearon? —alza ambas cejas—. Tantos detalles harán que Lisa sospeche.

No se trata de eso —frunzo el ceño mientras niego con la cabeza—. Es una mala noticia —miro a ambos lados, asegurándome de que nadie en los pasillos nos mire—. El hijo de un conde vino desde Aragón a… cortejarme. Todo por una carta de mi madre.

     Catalina se detiene de inmediato, sorprendida por todo esto, y entonces me toma del brazo, llevándome hasta una de las paredes en la que pasaríamos desapercibidas sin la necesidad de ir por un pasadizo.

Se supone que tu tío tiene un plan que te involucra demasiado y Adeline debe saberlo al ser tu madre, ¿por qué haría algo como eso justo cuando se divulga la noticia de que eres la novia de mi hijo? —rechina entre dientes.

Después del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora