Capítulo XXXVI

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17 de diciembre de 1561.
5:36 p.m.

K a t h e r i n e  d e  A u s t r i a .















    Todos estamos en la entrada del castillo para recibir a la reina consorte: Henri, Claude, Leith, Catalina, Charles, Floyd, Luc, Elisabeth y yo; incluso Nicole. Narcisse aún sigue en Escocia, al parecer, lo que se agradece bastante porque nadie quiere oír sus comentarios sañosos ni sus planes que terminan fallando.

    Charles toma mi mano y respira profundo al ver a la rubia bajar del negro carruaje mientras que suenan las trompetas que anuncian su llegada. Cabe destacar que ninguno de nosotros está feliz de saber que Isabel volverá aquí. Y las vibras lo confirman.

Lisa, hija mía —la primera en acercarse es Catalina, quien abre los brazos—. Ha pasado tanto —la besa en ambas mejillas.

Primera vez que la vemos sin perlas —susurra Floyd en su idioma natal a mí y a mi esposo que está a mi izquierda, ambos reímos con disimulo.

Ahórrate las formalidades, no he venido a verte —responde Isa con algo de desprecio—. Quiero hablar con Charles y su prometida que… no es austríaca —pasa de mirarme con algo de desprecio, a mirar a Elisabeth.

    Cierto los ojos con algo de desgano, tratando de ocultar mi enojo. Elisabeth, quien se encuentra a mi derecha, se recarga en mi brazo con algo de miedo. Le susurro con rapidez en su natal alemán que no debe sentirlo en absoluto pues Isabel no le hará nada, a pesar de la imponencia que posee heredada de mi suegra ella es menos capaz de matar a una mosca de lo que mi prima austríaca lo es.

    Es decir, nada de nada.

Su nombre es Katherine —contesta Charles con voz monótona, casi ocultando su ofendida expresión—. Deberías recordarlo, Lisa. Es la sobrina de tu esposo y la heroína de Francia, después de todo. La llamabas por un apodo, incluso.

¿No que yo era tu… querida sobrina, Isa? —me reverencio, aunque sólo por puro protocolo.

    El desprecio que la reina consorte de España posee hacia mí es correspondido en su totalidad desde el primer día. Aunque eso es obvio.

Charles —desvía la mirada a su hermano menor—, ¿en verdad quieres continuar con este matrimonio en contra de los deseos de España?

Lo siento, Lisa —sonríe el rey—, debo seguir mi corazón. Además, si este matrimonio está en contra de los deseos de España, ¿entonces por qué el rey Felipe quiso que viera el retrato de mi ahora prometida durante las reuniones? —frunce el ceño, aunque manteniendo su sonrisa.

Que se envió a último minuto por problemas de enmarcación, por cierto —le sigo inclinando un poco la cabeza hacia la izquierda, y Charles contiene una risa.

¿No te puedo persuadir? —pregunta Isa, desesperada por seguir con el plan de su esposo.

Claro que no —la voz del rey es suave, pero se nota a leguas que fue una orden.

Bueno, entonces… Supongo que no hay nada que pueda hacer —desvía la mirada a su madre con una leve sonrisa cínica, aunque no sin antes mirar por un segundo a Henri.

    Algo que me hace fruncir un poco el ceño.

Excepto quedarme a la boda del Rey —finaliza, provocando que el mencionado y yo tengamos una sonrisa de satisfacción.

Después del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora