Capítulo XLVI

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5 de febrero de 1587.
7:00 p.m.
Corte Real de Inglaterra.

K a t h e r i n e  T u d o r .


















    Me sorprende que no haya olvidado absolutamente nada desde que me fui de Francia.

    Mi tiempo en Escocia por desgracia no pasó de los siete años, en los que luego de que asesinaran a mi primo James —dejando a una desconsolada Greer dispuesta a ser encarcelada junto a Mary hasta que murió—, mi tía me invitó a la corte inglesa dispuesta a hablar sobre lo ocurrido. El consejo estuvo de acuerdo porque al parecer los asesinos de James eran rebeldes que no sólo estaban en su contra, sino que también buscaban matarme.

    Dejando así al hijo de Mary como el virrey de Escocia, y lo hubiera nominado como regente de no ser porque al consejo no le gustó la idea debido a su ascendencia real. Sin embargo, el actual regente es de confianza, o eso me cuentan los espías escoceses de La Red.

    Mary pasó confinada los últimos años bajo la tutela de muchos nobles, y yendo de un castillo a otro, siendo Fortheringhay la última parada. De por casualidad la corte inglesa reside en un castillo más o menos cerca, pues el viaje en carruaje tarda menos de dos días. No la he visitado sólo porque ahora estoy hablando con mi tía Elizabeth de algo importante.

    Uno de sus espías descubrió unas cartas en código que revelaron un plan de asesinato a la actual reina inglesa, y al parecer mi prima estuvo involucrada en el asunto con tal de ser liberada y, supuestamente, ser puesta en el trono inglés, lo que quizá hubiera terminado no sólo en la muerte de mi tía sino también en la mía para poder recuperar lo que antes le pertenecía.

    En el juicio del año pasado la encontraron culpable, aún cuando ella juraba que no era una súbdita inglesa —incluso lloró de la indignación al ser llamada así, diciendo que preferiría morir mil veces antes de reconocerse como tal— sino una reina escocesa que fue forzada a abdicar, y que jamás habría ayudado a planear algo tan cruel como un asesinato, mucho menos a otra reina, no importa cuántas veces la acusaran.

    El consejo inglés y algunos diplomáticos escoceses nos intentaron convencer a mí y a Elizabeth de firmar la sentencia de muerte, algo en lo que ninguna estuvo de acuerdo. No al principio.

    Pues me acabo de enterar de que mi tía acaba de firmarla luego de un largo momento de indecisión, debido a que el actual custodio de Mary le confesó que si se eligiera acortar la vida de mi prima clandestinamente, no podría soportar el vivir o el hacer que su descendencia cargue con ello.

Tú no puedes permitir la ejecución de otra reina, aunque sea de una que tuvo que renunciar a su derecho de reinado —empiezo, en inglés por razones obvias—. Ni tú ni yo podemos hacer esto sin mancharnos las manos. Tía Elizabeth, ella es nuestra prima.

Una prima que apenas sí te apoyó cuando más la necesitaste —alza una ceja disimuladamente.

Sin mencionar a su hermano, mi otro primo, quien sufrió todas las consecuencias de una decisión que ninguno de los tres ha tomado hasta el día de su muerte —menciono—. Y eso que aún no hablo de su hijo.

Katherine, no eres más que tres años menor que ella, eres una adulta —me recuerda, como si lo hubiese olvidado—. Y desde hace mucho eres la legítima reina de Escocia, claro que puedes tomar tus propias decisiones. ¿Por qué no has acudido a ella si tanto la quieres defender?

Por la misma razón por la cual has evitado verla durante tu vida entera —confieso—. Ambas tomamos cosas que eran suyas. Mi corona y su libertad. Ella quería unir Escocia e Inglaterra sin necesidad de una guerra-

Después del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora