Capítulo XXXIX

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12 de enero de 1562.
9:55 a.m.

C h a r l e s  d e  V a l o i s .















    La vida jamás había dado giros tan curiosos antes. Cuando conocí a Katherine pensé que ella y yo nada más podríamos ser amigos, y ahora cuatro años después vamos a casarnos. La noticia se ha expandido alrededor del mundo, tal vez por la condesa Van Court que pudo haber ayudado a esparcirla por todos lados, o quizá por la noticia en sí.

    Después de todo, hasta hace pocos meses yo era conocido por ser un rey loco y fanático de los asesinatos, mientras que ella durante toda su infancia fue conocida por una historia alterada por culpa de sus propios agresores.

    Todo el mundo, incluso gente que no fue invitada, ha venido hasta aquí deseosos de ver lo que ellos llaman «el evento del año, sino del siglo», algo que es raro, bastante raro.

    Pero no es como si pudiéramos evitarlo, ni siquiera nos importa con tal de poder casarnos de forma oficial al fin.

    Uno de los nuevos cardenales del Vaticano llegó hasta aquí, junto con el medio hermano de Mary en representación de Escocia, también está una amiga de Katherine que llegó desde Imericia e incluso mi hermana Marguerite —o Margot, como yo la he apodado— a quien no veo desde hace tiempo, también está aquí.

    Mi madre la trajo aquí de una casa algo alejada de la corte y parece que ella y Kat se llevan bien.

—Lady Kenna sugiere que Francia quizá pueda formar una nueva alianza con el rey de Imericia —me cuenta Felix, quien había recibido a todos los invitados junto a Claude.

—Puede que sí, algún día, pero por ahora no —respondo.

—Majestad, espero que esté listo para la tradición de mi familia —oigo una voz detrás de mí y resulta ser una de las personas que esperaba aún más que al Vaticano.

    Mi único cuñado vivo... además del chico guardián, claro.

—Aleksander —le saludo, notando a una mujer a su lado cuyo vientre parece empezar a crecer—. Supongo que ella es su esposa de la que tanto habla Katherine... Felicidades por el embarazo.

    La mujer se inclina ante mí después de decirme algo, tiene unos ojos verdosos y cabello rubio oscuro, mi cuñado es bastante suertudo de tener a una esposa tan bonita. Aunque yo lo soy más, mi Kat tiene el paquete completo.

    No es que menosprecie a mi cuñada, por supuesto, apenas la conozco.

—Dice que es un gusto conocerlo, y gracias por las felicitaciones —traduce el español, porque igual que mi esposa no sé portugués.

—Lo mismo digo —sonrío, entonces noto a una mujer con cabello naranjo y un hombre junto con ella—. Un segundo, ¿esa es tu madre, Aleksander?

    El hombre de pelo rizado mira a la misma dirección que yo, y puedo ver que su expresión antes sonriente se torna apagada, irritada.

—¿Tú los invitaste? —gruñe.

—Jamás lo haría, sobre todo cuando Katherine me contó lo que sucedió en realidad con Ricardo —respondo antes de que algo malo pueda suceder—. Ese día juré prohibir la entrada de Adeline a la corte, y mi hermano Francis ya le había prohibido la entrada a Ignacio antes de morir. Pero parece que a ninguno de los dos le importa las órdenes de dos reyes. Discúlpenme un segundo.

    Mientras me aproximo a ese par, noto que el hombre se aleja de la mujer y el chico guardián lo detiene, guiñándome un ojo en lo que un par de guardias se llevan al asqueroso abusador. La mujer se inclina ante mí, pero yo mantengo la expresión seria que todos esperan de mí como rey.

Después del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora