Capítulo XXVII

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25 de septiembre de 1561.
3:28 p.m.

K a t h e r i n e  d e  A u s t r i a .

















    Claude fue la primera persona a quien me atreví a decirle sobre las visiones y la futura muerte de Jean Philipe, lo cual la dejó un tanto preocupada por resumirlo en cortas palabras. Ella ya sabe del plan con Nicole, pero quise contarle esa otra noticia antes de decírselo a Charles para poder expresarme mejor con él. Si bien entiendo ella pareció haber desarrollado un cariño intenso por Bash así que no se tomó muy bien su posible muerte...

    ... Y es muy probable que Kenna se lo tome peor ahora que mandé a enviar una carta para ella en su nueva ubicación: Imericia.

    Hablando del niño de ya casi tres años con los ojos de Lola y el pelo de Francis, me encuentro con él en este preciso momento. Sentada en una esquina de la cama junto a él. Desde que volví a la corte tanto la primera como la segunda vez —y ahora más que nunca con la visión hecha a través de la bibliomancia— me ha dado un constante sentimiento de querer estar junto a él y cuidarlo como la madrina que se supone que soy para él.

    Justo ahora está durmiendo, y yo sólo acaricio su cabello mientras me aseguro de que no tenga ninguna marca extraña o rojiza en la piel y por suerte no tiene nada.

    Aún.

¿Qué haces con mi hijo? —oigo una voz bastante familiar. Volteo mi cabeza y me doy cuenta de que es quien sospeché en primer lugar.

    Lola. O más bien su fantasma.

    Debo decirle, de inmediato.

Eres la madre, así que deberías ser la... ¿segunda? En saberlo —frunzo el ceño considerando que técnicamente es la tercera.

Ya tu conversación con Claude. Lo que no entiendo es por qué no le has dicho nada a Stéphane —reclama, aunque con una voz tan suave como cuando estaba viva—. O a Catherine viendo que ella lo cuida mejor al ser su abuela —se acaricia los brazos, una cosa que siempre solía hacer en vida.

En primera, Narcisse lo ha abandonado apenas volvió a la corte con él —la apunto con el dedo—. Y segundo, aún no estoy lista para que ella me mate con tal de salvar a su único nieto. Aún si le soy útil...

    ... Bueno, en lo que a Catalina respecta, «ya no tanto».

Y si bien recuerdo poco de los últimos tres años, algo que es que las profecías no se pueden impedir, ya lo hemos aprendido con Francis —volteo de nuevo hacia el niño, quien aún dormido parece sonreír ante la presencia de su madre—. Sólo quería asegurarme de que estaría bien y de que vivirá por mucho tiempo, pero me di cuenta de que las circunstancias son otras.

Después del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora