Capítulo XIII

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12 de julio de 1561.
7:42 a.m.

K a t h e r i n e  d e  A u s t r i a .












Así que Charles desapareció anoche en Orsay poco después de que la Brigada Fantasma fracasara en su misión, todo por culpa de Thierry quien se unió a los Caballeros Rojos, ¿y nadie se molestó en decirme antes de que me echaran a patadas de la habitación de mi desaparecido amigo? —resume Daniel cruzándose de brazos y deambulando por mis aposentos, con la indignación más que colada en su ojos y en su voz.

    “El fuego cambiará las vidas de todos para siempre...”

Yo pensé que lo mejor era que te enfocaras en tu otro amigo, el pelirrojo que fue aporreado y atacado por los aldeanos, casi quemado por entrar al edificio luego de incendiarlo y que yo sepa aún sigue tosiendo por todo el humo que inhaló anoche —se defiende Floyd aún sobando su tobillo en mi cama—. Tengo la maldita suerte de que esto no es grave —lo oigo refunfuñar, quejándose pero esta vez en inglés.

    Al parecer el idiota de Thierry lo hirió ahí con su espada de camino al bosque para que nadie le impidiera secuestrar a Charles.

Su nombre es Felix —le susurro.

¡Felix! Claro. Y ya estábamos a punto de ir a buscarte cuando te vieron siendo arrastrado por los sirvientes —finaliza el castaño—, por algo la aún regente no te ha echado de la corte.

Ni dio la orden de matarte —le sigo rodando los ojos, logrando que Daniel se asuste un poco—. Y no sólo eso, esta mañana uno de los reclutas llegó desde el campamento en Orsay con terribles noticias —les cuento—. Se infiltró en mis aposentos y me despertó justo durante el amanecer para contármelo. Los Rojos trataron de incendiar el campamento, no hubo demasiados heridos pero nos dejaron una nota. Dice que si no me uno a ellos quemarán hasta el último de mis espías.

Tienes la red de espías y mercenarios más grande de toda Francia —concluye el de pelo rizado—. Quemarán todo el país si no te les unes.

No tenemos mercenarios —corrijo—… pero sí, Francia ardería y eso sin contar a los pocos que salen de vez en cuando para la infiltración de cartas con…, ya saben, información de afuera. Por suerte usamos lo del puerto de La Rochelle para obtener algunas armas y armaduras que les compramos a algunos piratas que llegaron casi al mismo tiempo, y tenemos suerte de que se salvaran luego del incendio junto a los heridos.

¿También tienen pólvora? —el chico francés engrandece sus ojos con una mezcla de asombro e indignación.

No, Daniel, sólo armamento tradicional que se tendría por si acaso. Arcos, flechas, espadas, algunas armaduras, no somos terroristas —me siento en mi cama junto a mi más leal amigo.

Sólo que ahora la ocasión para usarlas llegó bastante rápido en mi opinión —Floyd se cruza de brazos—. Menos mal que invertimos en eso aunque nos costó mucho convencerlos de comprar todo ese arsenal con nuestro dinero en vez de robarlo.

Sí, yo también lo creo. Estoy segura de que los Caballeros Rojos también van a extorsionar a Catalina-

La madre de Charles —susurra Floyd a Daniel para que entienda—, así la llamaban en España.

Entiendo —asiente.

—… Con una supuesta nota de rescate para que entregue su vida por la de Charles y ella tendrá que aceptar, quiera o no —sigo como si jamás me hubieran interrumpido—. Díganle que tiene que llegar allá con un plan, que infiltre a algunos de los soldados de la Guardia Real entre los Rojos, yo qué sé. Pero ella tiene que sobrevivir de alguna manera y dejar a uno vivo para que hable mientras que yo-

Después del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora