Capítulo XXII

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27 de agosto de 1561.
12:35 p.m.

C h a r l e s  d e  V a l o i s .















—¿Puedes creer que estamos lavando trastes? —pregunto sorprendido mientras ambos hacemos esta tarea.

—Sí —Katherine ríe ligeramente—. Bueno, tú los lavas y yo los seco.

    Pues sí, seguimos en la casa de la familia Touchet, apenas sí hemos pasado como una semana aquí y ya me está gustando la idea de quedarme. Aquí es tan… tranquilo, tan simple, tan… genuino.

    Sin gente que me critique o invente rumores sobre mí y mi novia, nadie que nos traicione, nadie a quien le importe nuestras acciones políticas ni personales, solamente estamos aquí haciendo tareas de gente común. Gente a la que le importamos sin necesidad de tener dinero o poseer una corona encima de la cabeza al parecer.

    Hablando de mi novia, la española de ojos grises y de un oscuro pelo rojizo ha logrado recuperarse un poco de todo esto, lo suficiente como para empezar a caminar y hacer cosas simples como cargar los cuencos o lavarlos, aunque por si acaso ella los está secando mientras está sentada en una silla hecha de madera.

    Si fuera por mí, Katherine seguiría en cama todo el día hasta que pase al menos otra semana, pero el hechizo disfrazado de ungüento que le dio ese brujo hace que la energía de su cuerpo compense el dolor de su herida mientras se recupera.

    Y de paso que ella quiera hacer cualquier clase de actividad para gastar en algo esa nueva fuente de energía que parece ser inagotable. Es algo raro hasta para ella pero estoy seguro de que habrá un momento en que Katherine tendrá que ceder ante ese deseo, pues nunca ha sido el tipo de chica que prefiere quedarse sentada en una silla o recostada por días enteros.

    No, ella es más alguien de acción, y sólo por eso es que está conmigo lavando los platos.

—¿Sabes algo? Es curioso el cómo tornaron las cosas —niego con la cabeza mientras reflexiono.

—¿Ah sí? —la veo sonreír ligeramente cuando volteo a mirarla por un segundo.

    Reviso mi bolsillo mientras no me ve, sintiendo la pequeña pieza de oro y dejando que la nostalgia de lo no-sucedido recorra mi mente.

—Sí. Después de hablar con los poblanos y de toda esa gira para hablar en público por todo el país, yo iba a hacer algo diferente —le cuento—. Habríamos tenido una cita en un valle relativamente lejos de la corte, para ver las estrellas juntos. Hasta había hablado con tu hermano antes de que se fuera —sonrío inconscientemente.

—¿Con Aleksander? —asiento con una sonrisa, algo más pequeña esta vez—. ¿Para qué?

    Pienso bien antes de responder.

—… Cosas de la vida —bufoneo—. Tú hablas muy seguido con él, es decir, él es tu hermano. Sólo desearía poder habértelo dicho, aunque estar aquí tampoco es tan malo, debes admitir eso.

—Sí, es verdad, pero… ¿Decirme qué? —inclina la cabeza y frunce el ceño.

    Suelto una risa muda.

—Bueno —me rasco la nuca—… Creo que no debí hablar, decírtelo mientras yo lavo y tú secas los trastes no es una forma apropiada de proponerte matrimonio-

—¿Proponerme qué?

    Río ante su reacción, está tan sorprendida y es tan adorable, como siempre. Y es que no la puedo culpar, yo también habría alzado ambas cejas y engrandecido los ojos si me dijeran de la nada que la persona que amo quería proponerme matrimonio antes de que pasara una controversia en el pueblo donde estuvimos.

Después del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora